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Laberintos humanos. Tahur y general

Domingo, 20 de septiembre de 2015 18:19
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Laberintos humanos. Tahur y general

Dicen que Facundo Quiroga, en Buenos Aires, se dedicó a las barajas, fue tahúr tanto como había sido general invicto, y también se dice que empezó a creer en la promesa de que la constitución normalizara las cosas, algo que no compartía su anfitrión porteño.

Quién sabe, pero se dice que hubo roces entre los caudillos de Salta y de Tucumán, que sin embargo combatían para el mismo bando, y que Juan Manuel de Rosas lo mandó para componerlos. De regreso Ibarra, que era como Quiroga o como Rosas en los montes de Santiago, fue acaso su último testigo.

Le advirtió que lo esperaban pero el caudillo de los llanos pensaba que nadie se le iba a atrever. Pensaba que a su voz los de la partida asesina entregarían las armas, y que él los perdonaría ecuánime, acaso alguna azotada, y regresaría victorioso a la mesa de las barajas, donde ganaba dinero.

Pero en Barranca Yaco le vaciaron el ojo y lo acabaron, cosa que no esperaba, y la muerte de Quiroga fue un temor que atravesó las provincias como lo había hecho ya la de Dorrego, algún tiempo atrás. Y en los llanos, vaya a saberse por qué, se dijo que el asesino era el mismo Rosas, que sin embargo era el jefe de los nuestros.

Muerto el caudillo, lo heredó Peñaloza, hombre bravo, segundo del difunto, cuya voz bronca hacía tremer hasta a los valientes, y los capiangos nos pusimos a sus órdenes. Así dejamos los llanos para abordar otras provincias a la voz de aquel que nos mandaba, y desde la noche de la partida nuestras mujeres volvieron a sentir el espanto caer sobre sus ranchos.

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