inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. La trama
Tras la muerte de Quiroga nos mandó Peñaloza, y los capiangos nos pusimos a sus órdenes. Pero se había dicho que al caudillo lo acabó la orden de Rosas, que sin embargo era el jefe de los nuestros, y nos juntamos con Lavalle y Lamadrid. Lamadrid había traicionado a Rosas, aunque fuera de los suyos, y Lavalle fue quien mandó matar a Dorrego, que fue como matar a Quiroga.
Pero a nosotros no nos convocaban las palabras sino las fidelidades, y nos unimos a esa liga de tropas, más que de provincias, que pretendía acabar con Rosas. Eso habrá sido, quien sabe, porque cuando nos revolcamos sobre los cueros de tigres ya no pudimos transformarnos en fieras como sabíamos hacer, y nos redujimos a ser un brava pero humana infantería.
Ya no asolábamos con garras y colmillos, ya no despedazábamos los despojos sobre la tierra, y dicen que eso sucedía porque nos habíamos pasado al bando de la civilización, que no lo admite. Para ellos estaba mal vista la guerra de montoneras, valoraban la formación de infantería y despreciaban la bandera roja de Rosas tanto como la negra de Quiroga.
La patria que querían, y empezábamos a entender que no era la nuestra, no admitía que los capiangos pelearan de su lado, que las antiguas artes que heredáramos los Cruz fueran del juego, y la derrota nos fue dividiendo.
Lavalle murió en Jujuy, Lamadrid cantaba en vano sus vidalas a la tropa, Brizuela cayó en el frente mientras Lavalle, que sin embargo fue su aliado, dormía con su esposa, y con Peñaloza nos hundimos en el exilio.