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Pero ella no es una mujer más, sino que hace 45 años se convirtió nada más y nada menos que en la primera paracaidista de la provincia de Salta.
Era el año 1970 cuando Nora, con apenas 16 años, se enteró de un curso de paracaidismo que se dictaría en el Aero Club Orán.
"Era la novedad!, fui a averiguar, pero necesitaba la autorización de mis padres", recuerda con una sonrisa pícara.
Así fue que la mayor de cinco hermanas mujeres expresó su deseo a Silverio y Agustina, quienes tuvieron que ponerse de acuerdo para acceder al pedido de la joven, que era una transgresora para la época.
Movió cielo y tierra para que la dejaran ingresar al curso de paracaidismo. A Agustina, como a toda madre, le aterraba la idea. Ella pensaba que era una locura, lo que intentaba hacer su hija.
Sin embargo, Silverio, aunque un tanto reacio, aceptó su participación.
El había hecho el servicio militar, en la división Paracaidismo de la Fuerza Aérea, sabía lo que su joven hija sentía y no quería que se pierda la oportunidad de vivir una experiencia inolvidable.
Así fue que en medio de un grupo de jóvenes, ella sobresalía, por su altura, pero sobre todo "porque era mujer en un mundo de hombres".
"Aún recuerdo ese día. Estaba segura de lo que hacía, pero no podía dejar de sentir nervios. Saltar a diez mil pies (unos 3.000 metros de altura) desde un avión no es algo que se haga todos los días", dice Nora Ferreira mientras revisa los archivos de su memoria.
Una exitosa dama
Lo más divertido de la experiencia de Nora es que ni siquiera era militar o policía ni nada que tenga que ver con un uniforme.
Ella era, simplemente, una joven un tanto intrépida para su época, que intentaba abrirse camino en la vida.
Así fue que no lo pensó dos veces y, un tanto nerviosa, -según confiesa recién ahora- decidió tomar el curso a pesar de los miedos de su madre y las reservas de su padre.
Lo único que ella quería era volar. Y después de cursos intensivos llego el día. Solo se puso el uniforme y el casco, se colocó el arnés, ajustó los seguros y al cielo se ha dicho!, subió a la nave. Su lugar era junto a la puerta, porque era la única fémina en medio de tanta testosterona.
Siete, ocho, nueve, diez mil pies de altura. Era el momento indicado para el salto. Sujetada del borde de la puerta y con la mirada al frente dio un paso adelante y comenzó a caer.
"Lo único que quería era que el paracaídas se abra rápido", contó, estaba tan cerca del cielo que hasta sentía las nubes romperse en su rostro. Su corazón no solo latía, sino que temblaba, pero su pasión por volar era más fuerte que el miedo, pues luego de ese primer salto, solo pensaba en volver a hacerlo. Así se convirtió en la primera paracaidista mujer en la historia de la provincia de Salta.