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Obama y la "madurez"

Lunes, 22 de febrero de 2016 16:37
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Obama y la "madurez"

La visita oficial de Barack Obama a la Argentina, la primera de un presidente estadounidense en 20 años, es una oportunidad para repasar el decurso de las relaciones bilaterales y poner en perspectiva la política exterior argentina.
Podría decirse que desde la conformación institucional de Argentina como República, las relaciones entre ambos países fueron ambivalentes y mayoritariamente tensas, cuando no confortativas. Los representantes de la generación de 1880 visualizaban a la Argentina como el "Gran país del Sur" que tenía el rol hemisférico de oponerse a la proyección hegemónica del "Gran país del Norte". Con los ojos puestos en Europa en especial Inglaterra- los intereses de ambos países parecían ser concebidos como netamente contrapuestos. No es de extrañar, entonces, que el papel de la diplomacia argentina haya sido crucial para el fracaso de la Conferencia Panamericana de 1890. La Primera Guerra Mundial produjo un acercamiento, pero la crisis de 1929-30 y los acuerdos firmados por nuestro país con el Reino Unido enfriaron la relación.
Probablemente uno de los momentos más álgidos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial y la negativa de declaración de guerra de Argentina al Eje. El posterior gobierno de Perón siguió con esa tesitura y la profundizó. Ya no se trataba únicamente de una visión contrapuesta sobre la política exterior, los temores de Washington a las ambiciones del líder argentino y la desconfianza de Perón al acercamiento entre EEUU y Brasil, sino que se incurrió en la utilización de la política exterior con fines electoralistas y de política interna. La disputa dejó de girar en torno a los intereses nacionales, exclusivamente, para fundarse en intereses partidarios y ambiciones personales.
Ciertamente hubo momentos de buenas relaciones, como durante la presencia de Frondizi, que se sustentaron en la buena sintonía entre el presidente argentino y John F. Kennedy; pero el golpe de 1962 truncó la posibilidad de trabajar ese vínculos con proyecciones a futuro.
Durante los gobiernos militares, especialmente el de Onganía, hubo un acercamiento más bien ideológico, centrado en la lucha en contra del Comunismo. Este común denominador llevó a la cúpula militar del último gobierno de facto a ilusionarse con un eventual apoyo estadounidense durante el conflicto de Malvinas y, si bien es cierto que desde Washington se trató de ofrecer alternativas de solución y evitar la guerra, una vez desencadenada, no hubo dudas respecto a quien apoyaría EEUU.
Pero sin lugar a dudas el período más paradigmático del acercamiento entre los dos países se produjo en la década de 1990. Las "relaciones carnales" que adujo el canciller argentino que se mantenían con EEUU, supusieron un alineamiento casi automático de la política exterior argentina en los principales puntos de la agenda internacional. El Realismo Periférico en el que se sustentó esta actitud suponía que evitar el enfrentamiento con la principal potencia redundaría en beneficios para el país. La crisis de 2001 tiró por la borda esa hipótesis.
Si bien el gobierno de Néstor Kirchner intentó (y necesitó) de una buena relación con la Casa Blanca al inicio de su gestión, en la Cumbre de Mar del Plata de 2005 se produjo un viraje en las relaciones bilaterales que produjo, una vez más, tirantez, tensión y hasta confrontación en las relaciones. Es más, Argentina estrechó vínculos con Estados enfrentados a EEUU, y del alineamiento automático se pasó a la oposición automática. Una vez más, la política interna y el sesgo ideológico obnubilaron el interés nacional.
Los funcionares del actual gobierno abogan por relaciones "maduras" con EEUU ¿Qué querrán decir? Probablemente relaciones sensatas. Ahora bien, la idea de que algo "madure" en óptimas condiciones implica la necesidad de que el terreno esté abonado y cuidado, lo que requiere del transcurso del tiempo. En definitiva, no es sólo tarea de un gobierno sino de toda una clase dirigente que tendría que evaluar y concertar el modo de vincularnos con la primera potencia, a largo plazo y en función de los intereses nacionales. De no ser así, la visita de Obama no será sino un gesto simbólico de un presidente en retirada.
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