Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
16 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Padre alcohólico

Lunes, 05 de septiembre de 2016 19:13
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Padre alcohólico

¡Buen día!
El alcoholismo es una enfermedad que se va profundizando lentamente. Salvo rarísimas excepciones, nadie se hace alcohólico de golpe. Y todo alcohólico piensa que en cualquier momento deja el trago, si quiere... hasta que no puede dejarlo por mucho que quiera. Convendría, pues, escarmentar en cabeza ajena, pensando adónde puede llegar uno si no da un corte definitivo al mal que lo está aquejando.
Hace muchos años -pero conserva toda su dramática vigencia- apareció en "La Nación" de Buenos Aires una carta de lectores en la que un hijo de 17 años se dirige a su padre totalmente dominado por el alcohol. Como es bastante larga y no tiene desperdicio, me permito reproducirla en dos entregas sucesivas:
"¿Qué te está pasando, viejo, que has tomado tu vida como si fuera un trapo sucio y lo refriegas por los peores lugares queriéndola terminar? ¿Qué demonios se prendieron de tu voluntad para que así, silenciosamente, hayas determinado olvidarte de todo? ¿Por qué te volcaste sensualmente a la bebida y te abrazaste a la botella como a la más maravillosa y única dicha?
¿Cómo es posible, padre, que des un portazo a mis 17 años y no recuerdes cómo charlábamos sobre el futuro, de mis estudios, de los trabajos, de la vida, de todo lo que haríamos juntos? Del padre joven con tus 50 años, trabajador y hermoso de quien me enorgullecía, has pasado a ser casi un vagabundo, alcoholizado siempre, un ausente, una figura encorvada y casi anciana arrastrando su sombra por las calles, pidiendo cigarrillos y plata para tomar. Cuando desaparecés varios días, corro desesperado por los lugares pensando que algo te ha pasado y a veces te encuentro arrinconado en algún hueco, protegiéndote del frío, con un pucho que ya se te acaba entre los dedos, helados y temblorosos, como todo tu cuerpo, por todo el alcohol que llevas dentro. Cuando te agarro y te abrazo para transmitirte mi amor y mi calor, me mirás largamente y luego me decís: perdoname, hijo.
Y yo debo irme y dejarte librado a esa soledad y a ese extravío, con esa maldita obsesión que es el alcohol, y a mí se me parte el alma y no puedo entender lo que te pasa. Sólo sé que hay algo que yo no comprendo y que vos no me podés explicar ..." (continuará).

¡Hasta mañana!
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD