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Laberintos humanos. Fundando una familia

Jueves, 26 de enero de 2017 19:44
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Laberintos humanos. Fundando una familia

El sacerdote, medio ebrio porque los feligreses acababan de homenajearlo con un asado, escuchó la historia de Moisés y Nataela Presley, que era poco para fundar una familia pero, y para sorpresa de todos, les respondió que no importan los medios sino los fines, y si el fin es el amor, y Dios es amor, no veía nada de malo en casarlos.

Así fue como se casaron y mucho después, cuando ya se arrepintieron, empezaron a amarse. Pero no por ello la Nataela pudo envejecer, como no lo hacía desde su juventud allá por los años sesenta, y al tiempo muchos creyeron que Moisés era su padre y, con los años, que era su abuelo.

Para no desmentir a nadie, que es lo peor que se puede hacer en estos casos, aceptaron que ella era la mujer de un sobrino suyo, también llamado Moisés, con quien ella se casó al enviudar del carnicero, y con quien se dice que alcanzó la felicidad porque al joven no le interesaban las mujeres sino las películas del far west.

Nataela Presley, aún joven y bonita como lo fuera siempre, vivía trabajando en la carnicería mientras que su marido, el sobrino del homónimo Moisés Neófito, sólo necesitaba que le alcanzara la cena al sofá, desde donde miraba, una tras otras, películas de un oeste no muy distinto de este.

Algún tiempo después, nos contaron que no se supo más de ellos, quién sabe si viajaron o si murieron, y cuando la policía forzó la puerta de la casa para ver que había adentro, sólo tuvieron que apagar la televisión en la que Ronald Reagan, una y otra vez, amenazaba al muchacho malo del pueblo.

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