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Damián De Santo es un actor entrañable que ha pasado por múltiples éxitos en la pantalla chica como Educando a Nina, Viuda e Hijas de Rock & roll o Locas de amor, solo por nombrar algunos. Desde hace pocos días se lo puede ver en todos los cines del país. En la piel del mítico Luis Sandrini y junto con Mercedes Funes conforma la pareja estelar de Yo soy así, Tita de Buenos Aires, de Teresa Costantini.
¿Cómo construiste a un personaje tan emblemático como el de Luis Sandrini?
Uno empieza a ver que es actor por esos actores, que fueron tan importantes en su época. Mi abuela era fanática de Sandrini, le encantaba. Así que me hizo ver todas sus películas cuando era chiquitito: tenía una dosis de Sandrini en sangre. Me pedía que imitara frases que decía Felipe, entonces me enamoré de él, como de Pepe Arias, los cinco grandes del buen humor, como de muchos otros actores. Nunca pensé que iba a hacer a Sandrini. Primero por el físico: no tengo nada que ver, él era alto y tenía otra cara, por ahí más flaco. En la imaginación mía estoy más cerca de Marrone que de Sandrini. Pero evidentemente Teresa vio en mí la posibilidad de que el público sienta a Sandrini. La responsabilidad era algo tácito, pero después me empezó a agarrar algo de temor con las primeras escenas que tenía que filmar. Así que lo ensayé y lo preparé bastante. Vi de nuevo sus películas y me acordé mucho de mi abuela Taty y salí adelante. La primera escena me pareció divina, las siguientes mejores y fue creciendo ese personaje que tanto admiro y que admira la gente.
¿Cómo trabajaste al Sandrini mujeriego, que amó a Tita, pero que también le rompió el corazón?
Todos, actores y no actores, hemos tenido aciertos y decepciones en el amor. Así que uno no está tan lejos suyo. Que ellos sean conocidos o no, es un dato menor. El tema es el sufrimiento en sí de haber sido abandonados, no elegidos. Por más que seas muy lindo, muy flaco, muy gordo, muy alto, muy bajo, todos hemos tenido desilusiones. Entonces fue poner ahí, a boca de urna, lo personal, lo que nos ha pasado en carne viva y que la historia se cuente sola: que el mismo texto, la misma escena te va llevando. Si vivís eso que va sucediendo en el libro, va apareciendo la película. Decanta como algo natural. Es como un violinista que se toca todo y no se mueve y el que toca todo y sí lo hace. Te puede gustar uno más que el otro, pero los dos sienten de la manera más maravillosa a la música, de manera distinta a la vez.
¿Cómo definirías a Tita?
Tita era una persona absolutamente común y entraba en los denominadores comunes de todas las mujeres que en algún momento quisieron ser lo que querían ser. Si vos esta historia la contás cincuenta años para atrás, no sé si estaría bien vista. Se cuenta en esta época, una época abierta en la que varias mujeres han tomado las riendas del caballo ganador, y han tomado decisiones muy acertadas en el cambio. Que después la padezcan o no es otra cosa, es el salto y la nivelación. Hoy la mujer es un poco madre, empresaria, empleada, jefa, trabajadora en general.
De todos modos la lucha feminista sigue vigente
Sí, claro, sigue existiendo. Se paga el precio de haber crecido, pero se disfruta el precio de haber crecido también. Hoy ni una menos sigue sucediendo, pero el pueblo rechaza y repudia esas cosas. Es algo que, lamentablemente, siempre pasó, pero que hoy se da más a conocer. Antes no se decía, hoy la información se viralizó. Hoy hay más compromiso y más herramientas.
Hablás de compromiso. Entre el 96 y el 98 encarnaste a Ariel, un personaje gay, que era un rol com plejo hace veinte años, con otro nivel de aceptación de las elecciones sexuales, ¿cuál fue el desafío entonces y cómo lo harías ahora?
Para mí, el desafío fue en esa época, no es ahora. Yo lo haría exactamente igual, porque cuando se planteó con Adrián Suar y con Daniel Barone, el director, se pensó en un gay hombre. No como se venía contando hasta entonces, donde eran todas mariquitas o eran extraños: como lo contaban Romano y Ranni, como lo contaba Fabián Gianola, como lo contaba Hugo Arana, distinto. Yo creo que rompimos con eso, aparte con Pablo Shilton, que hacía de mi pareja, habíamos ido al mismo colegio secundario. Fue muy loco, nos sentíamos muy bien juntos porque nos conocíamos de toda la vida, de compartir el patio de la escuela. Nos vino como anillo al dedo habernos conocido con antelación. Lo mismo pasó con Mercedes Funes, que encarna a Tita Merello, pero ella es Mercedes para mí. Trabajamos mucho juntos, la quiero y me siento muy cómodo con ella. Y supongo que es mutuo. Eso se ve en la pantalla, vos ves que hay algo, que está pasando algo.
Alternás tus días entre Córdoba y Buenos Aires, ¿qué motiva esta elección?
Lo hago porque me hace bien, veo que mis hijos disfrutan de vivir donde viven y que son libres de vivir donde viven. Eso no tiene precio. Yo me crié libre, en el barrio, en Caballito. Hoy no se puede. En Buenos Aires vas al súper y tenés todo, abrís la canilla y sale el agua. Nosotros tenemos que hacer un trayecto largo para ir a comprar cosas, el agua no viene así nomás. En la ciudad se quejan si llueve mucho y nosotros estamos contentos de que llueva porque sabemos que van a brotar las plantas en nuestras huertas.
¿Cómo sigue tu 2017?
No tengo un proyecto específico, quiero viajar con la película y mostrarla por el interior del país, incluida Salta, la linda.