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Piñera y la cuestión mapuche

Jueves, 05 de octubre de 2017 00:00
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Cuando Sebastián Piñera, previsible ganador de las próximas elecciones presidenciales de Chile, cuya primera vuelta tendrá lugar el próximo 19 de noviembre, proclamó su decisión de aplicar la legislación antiterrorista contra los grupos radicalizados de la comunidad mapuche que practican actos de violencia en el sur trasandino, encendió la mecha de una bomba que seguramente estallará recién después de marzo de 2019, una vez que haya asumido su segundo mandato. Esto seguramente agregará una cuota de tensión a la visita del papa Francisco, programada para el mes de enero, sobre finales del gobierno de Michele Bachelet. Francisco visitará Temuco, uno de los lugares centrales de la comunidad mapuche. Juan Vicente Boo, un reconocido vaticanista y biógrafo del Papa, adelantó que Francisco invitará a las partes a dialogar. Explicó que "el Papa Francisco no toma partido. Por lo tanto, no es indigenista ni gobernista. El Papa sabe muy bien que una injusticia no se puede remediar con otras injusticias y es absolutamente contrario a la violencia, a que se quemen cosas o a que se amenace".

En los últimos meses, comandos pertenecientes a la Comunidad Arauco Malleco (CAM), surgida en la década del 90 como expresión de un ala minoritaria pero extremamente activa y radicalizada de la etnia mapuche, que plantea la creación de un estado independiente que abarcaría el sur de Chile y la Argentina, intensificaron sus ataques contra blancos civiles, incluido el incendio de varias iglesias. Las autoridades chilenas informaron que habían detectado que estos grupos estaban equipados con armas provenientes de la Argentina. Mientras tanto, el sector moderado de las organizaciones mapuches presiona al gobierno para apurar la sanción de reformas legales que contemplen sus reivindicaciones inmediatas, entre ellas la suspensión de desalojos y la transferencia de tierras a las comunidades indígenas. La Asociación de Alcaldes Mapuches instó a la jerarquía eclesiástica a promover una instancia de mediación que permita restablecer el diálogo y facilite el levantamiento de la huelga de hambre que un grupo de representantes indígenas mantiene desde hace ya más de cien días.

Un conflicto con historia

El conflicto mapuche recorre la historia chilena desde la época de la conquista europea. A diferencia de lo que ocurrió en el resto del continente, los españoles nunca lograron controlar totalmente el sur trasandino, sede de la Araucania, hasta el punto que la Corona negoció con los caciques indígenas un estatuto de autonomía, único en el continente americano, para los territorios situado al sur del Bio Bío, acuerdo que con diversas vicisitudes se mantuvo vigente hasta la independencia. Por ese motivo, durante la guerra de la independencia, los jefes realistas, que prometieron preservar esa autonomía, cosecharon la adhesión de una parte sustancial de las tribus araucanas y libraron una feroz resistencia al ejército libertador comandado por Bernardo O'Higgins. Recién en 1831, siete años después de la batalla de Ayacucho, históricamente considerada como la última de la guerra por la independencia hispanoamericana, los españoles rindieron su última fortaleza que, con apoyo indígena, todavía conservaban en la isla de Chiloé.

Aquel avance de las tropas patriotas sobre el sur chileno constituyó precisamente el punto de largada de la prolongada serie de sucesivas oleadas migratorias mapuches hacia el despoblado territorio argentino de la Patagonia. El caso emblemático fue la aventura protagonizada por los hermanos Pincheira, dos oficiales realistas, aunque nacidos en Chile, quienes al frente de una nutrida falange de fugitivos, integrada mayoritariamente por aborígenes, tuvieron una activa participación en algunos curiosos episodios de las guerras civiles argentinas. Pero aún después de eliminados esos últimos vestigios de la resistencia militar española en Chile, algunas comunidades indígenas conservaron "de facto" el control territorial al sur del Bío Bío y alegaron en su defensa la vigencia de aquel estatuto de autonomía concedido por los conquistadores. Ese control recién fue alterado por un paulatino avance de las tropas chilenas, que culminó en 1883, una vez terminada la guerra del Pacífico, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia, y contemporáneamente a la Campaña del Desierto encabezada en 1879 por Julio A. Roca. Sin embargo, desde entonces y en todo momento subsistieron, con mayor o menor fuerza, voces indígenas que impugnaron la legitimidad de la autoridad del gobierno de Santiago.

¿Nueva invasión mapuche?

Todo indica que este conflicto secular se acerca a un nuevo punto de inflexión que tiene inequívocas implicancias regionales. La convergencia entre el incremento de la beligerancia de las organizaciones extremistas de la comunidad mapuche, su creciente coordinación con grupos afines que operan en el sur argentino y el inminente cambio de guardia gubernamental en Chile son los ingredientes necesarios para una "tormenta perfecta". En este nuevo escenario corresponde destacar la importancia del rol del Partido Comunista Chileno, históricamente el mejor organizado y más importante de América del Sur. El PCCh, que por naturaleza siempre respaldó la causa mapuche, recién se incorporó oficialmente a la concertación que gobernó Chile durante veintitrés de los últimos veintisiete años (todos salvo la anterior presidencia de Piñera) en 2013. Durante estos últimos años, los comunistas funcionaron entonces como un factor amortiguador entre el gobierno y los grupos mapuches separatistas. Todo indica que la asunción de Piñera, partidario de implantar "la ley y el orden" en el sur chileno, modificará sensiblemente esa actitud contemporizadora y pondrá al PCCh, y también a otros grupos de ultraizquierda, como el "Frente Patriótico Manuel Rodríguez", en una oposición beligerante. Nunca más apropiado aquel viejo aforismo español que dice "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar".

 

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