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Kirchnerismo: primero como tragedia, después como farsa

Lunes, 13 de marzo de 2017 00:00
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Quizás lo que quede del peronismo sano entienda ahora, luego de la convocatoria de la CGT, el error de no haber marcado a tiempo y en forma las diferencias existentes entre el kirchnerismo y el peronismo.

Quizás los dirigentes sindicales, estos que llamaron a la movilización del 7 de marzo, aprendan en las calles y a los golpes que el kirchnerismo no ha sido otra cosa que una farsa de lo que en los setenta fue una tragedia.

Quizás también asimilen que, más allá de las prebendas circunstanciales y las ventajas pasajeras, lo más importante es la salvaguarda de los valores y los principios permanentes del peronismo sacrificados en el altar de un matrimonio y un grupo de aventureros que en nombre del peronismo destruyó al país, fracturó la sociedad y se olvidó que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Pero sin retórica. En serio. Asumiendo esta verdad como corresponde.

Es posible que estos dirigentes gremiales no sean los más capaces. No lo sé. Es factible que los dirigentes del PRO que nos gobiernan no sean los mejores, como se ha visto en los últimos tiempos. Como sucede con los dirigentes radicales y peronistas que asoman la cabeza. Ahora, así es nuestra sociedad. Los empresarios no les van a la zaga, los docentes, los policías, los jueces y los periodistas adolecen del mismo mal. ¿Qué hacemos entonces? Quemamos todo. Que venga el apocalipsis. Y desde la nada construimos de nuevo. La idea de absoluto ya la tuvimos y así nos fue. La parte sana de la sociedad, la que anhela vivir con justicia y como Dios manda, con sus más y con sus menos, aspira a aquellas sabias ideas de Juan Bautista Alberdi, cuando Urquiza convocó a los gobernadores rosistas que quedaban al frente de las provincias al acuerdo de San Nicolás y Sarmiento se oponía a construir la patria con el gauchaje provinciano. Decía el sanjuanino: "Las provincias necesitaban una satisfacción. Permanecían, aun después del triunfo, oprimidas por los mismos caudillos que les había impuesto Rosas. La más trivial política aconsejaba dejar a estos caer por el peso de las circunstancias, o notificarles su separación, garantizándoles la vida, la propiedad y la libertad misma. Teníamos poder para eso y más. Son carcomas del palo que están royendo". Juan Bautista Alberdi a semejante disparate le contestaba: "Con caudillos, con unitarios, con federales, y con cuanto contiene y forma la desgraciada república se debe proceder a su organización, sin excluir aún a los malos porque también forman parte de la familia".

 

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