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Adiós al maestro De Vicenzo, un verdadero caballero del deporte

Fue la referencia más grande que tuvo el golf argentino por todo lo que ganó y también por el legado de sus acciones que sirvieron para impulsar el golf en Argentina.
Jueves, 01 de junio de 2017 16:48
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A Roberto De Vicenzo, fallecido este jueves a los 94 años, hay dos maneras de retratarlo: una, con su estirpe de gran campeón e impulsor del golf en la Argentina, y otra con la caballerosidad con la que desempeñó su profesión, que incluso le llevó a perder el Masters de Augusta 1968 por un error involuntario de un colega al llenar su tarjeta.
“Que estúpido que soy”, había dicho hace casi 50 años De Vicenzo cuando se dio cuenta que su compañero de línea, Tommy Aaron, le anotó un golpe de más en el hoyo 17, y él firmó sin revisar el tanteador. Ese error determinó que estuviera segundo en la clasificación detrás de Bob Goalby, a la postre ganador del certamen, y de haberse corregido hubieran tenido que desempatar. Nunca De Vicenzo culpó a su compañero de línea, ni criticó al comité del torneo por esa acción, sino que se cuestionó a sí mismo el error. “Con el paso del tiempo yo he ganado más prestigio firmando mal esa tarjeta, que si hubiera ganado el título. En general el que gana el Masters de Augusta a los tres años la gente se olvida, pero mi nombre, por esa circunstancia, ha quedado grabado para toda la vida”, expresó ya en su retiro el golfista.


El gran maestro argentino había nacido el 14 de abril de 1923 en la localidad bonaerense de Villa Ballester, y al poco tiempo sus padres se mudaron a Villa Pueyrredón, pero a los 17 años le ofrecieron se aspirante en el Club Ranelagh, localidad donde residió hasta su muerte. De Vicenzo pasó siete años viviendo en México, pero siempre estuvo en Ranelagh, en tiempos, que como él mismo recordó “venían solo 14 jugadores”.
En su carrera el gran maestro ganó 230 torneos (de acuerdo al Salón de la Fama del Golf Mundial), incluidos 4 torneos del PGA Tour y el Abierto Británico. El primer título que ganó De Vicenzo fue el Abierto del Litoral, en Rosario en 1942, y ese mismo año se adjudicó su primer campeonato en Estados Unidos.
Precisamente el Open Británico, la mayor cita del golf a nivel mundial, De Vicenzo lo ganó en 1967, pero también consiguió dos segundos puestos y en tres ocasiones terminó tercero. De Vicenzo, al coronarse en 1967, recordó que tardó 20 años en poder ganar el torneo y ya tenía 44 cuando se alzó con el mismo.


El propio De Vicenzo dijo que él no había nacido jugador de golf “me tuve que hacer golfista”, y en ese sentido reconoció que “nunca pensé que iba a llegar adonde llegué”. Su futuro iba a ser el de “fogonero del ferrocarril”, pero en más de una ocasión explicó que ahí apareció una oportunidad de trabajo en Ranelagh y se metió en el mundo de golf a pleno.
Durante 35 años el genial argentino se mantuvo entre los mejores 10 jugadores del mundo, y en 1974 se adjudicó el campeonato mundial de Veteranos. De Vicenzo ganó abiertos nacionales de 16 países en 42 ocasiones, y en 1979 su nombre ingresó al Salón de la Fama del golf de los Estados Unidos.
Amigo de Juan Manuel Fangio, De Vicenzo recordó que “en el deporte es muy difícil ganarse la vida”, y agregó “el deporte es bueno para bajar la barriga, pero para llenarse la barriga es muy difícil, porque hay que tener cara de ángel y alma de diablo, un poco de todo”.“Cuando digo diablo, lo digo en el mejor sentido de la palabra y Fangio y yo la teníamos. Si no sos diablo, te ganan de mano”, comentó De Vicenzo. El Gran maestro argentino explicó alguna vez que el golf le permitió “conocer gente muy buena, que me ayudó mucho”.
“Uno pierde la fuerza pero no la mente, y la mente piensa que vas a hacer birdie en cada hoyo. La desilusión está, pero me divierto, la paso bien. Todavía pego 260 yardas, y si el viento me ayuda, llego a 300”, recordó hace pocos años el gran maestro en una entrevista. De Vicenzo, en sus últimos años, siempre fue considerado como un hombre de referencia para los golfistas profesionales y amateurs, y una fuente de consulta para todos aquellos apasionados de la disciplina.
 

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