inicia sesión o regístrate.
Marina Cavalletti
Hoy, 13 de junio, se conmemora en nuestro país el Día del Escritor. La fecha fue establecida por la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) luego de la muerte de su fundador y primer presidente, Leopoldo Lugones, quien asomó a la vida en Villa de María del Río Seco, Córdoba, un 13 de junio de 1874. Este creador, quien se suicidó, tiene defensores y detractores.
En este sentido, la narradora, poeta y ensayista salteña Liliana Bellone explicó: “La decisión de Lugones en 1938 de quitarse la vida, pareciera ser el desenlace de una etapa de desaciertos políticos, ya que el poeta había apoyado el golpe de Estado de 1930. Sin embargo, hay también demasiados indicios de una profunda crisis personal que pudo haberlo llevado al suicidio. Lo cierto es que, aunque su apoyo al golpe de Estado es censurable desde todo punto de vista, no puede negarse a Lugones su valía como escritor. Darío lo había elogiado en 1897 a propósito de su primer libro, ‘Las montañas del oro’, con una exclamación: ‘¡Un astro, un astro!’. Y esto es sin duda Leopoldo Lugones en la cartografía terrena o celeste (como se desee), de la literatura argentina: un astro”, resaltó la especialista.
Vocación y oficio
Por otra parte, y a modo de celebración de la escritura, El Tribuno consultó a diferentes creadores locales sobre el rol que desempeñan los escritores en la sociedad actual. Al respecto, Carlos Aldazábal, indicó: “La escritura, entendida como oficio literario, implica, antes que nada, una gran conciencia de la herramienta que se utiliza, el lenguaje. La literatura es una vocación y un oficio. Hablamos de literatura porque en la cultura occidental esa función, que en los pueblos ágrafos se transmite oralmente y gracias a la memoria, se ha convertido en un significante visible, la palabra escrita. En nuestro caso, escritores hispanohablantes, esa palabra remite a la tradición de una lengua, el español. El manejo técnico del lenguaje, y el conocimiento de sus tradiciones, es una obligación del escritor. Después ya juega el talento, lo que cada uno hace con ese patrimonio intangible de la lengua, íntimamente vinculado a una identidad cultural. El desafío para los escritores hispanoparlantes del siglo XXI es mantener viva la riqueza del idioma reconociendo su diversidad, y sin dejar de apostar a la creación, ese valor moderno al que alguien denominó alguna vez ‘originalidad’, pero que en un tono más acotado podríamos llamar ‘voz propia’”, sintetizó el creador del sello el Suri Porfiado.
Una postura frente al mundo
Asimismo, Fernanda Agüero analizó su labor: “Siempre reflexiono sobre lo que significa ser escritor, el sentido más profundo que me lleva a decir ‘soy escritora’ o cuando alguien me nombra como tal. Pienso en la visión del mundo que tenemos cada uno y en las palabras que escogemos para escribir sobre el amor, la injusticia, la vida. Por eso siempre llego a la misma conclusión: elegimos un lugar donde pararnos para desde allí nombrar o silenciar las cosas. Las palabras que nos conforman toman su métrica, ya sea poemas, narrativa, para desde ahí decirle al mundo lo que somos”, describió. Y añadió: “Ser escritora en mi caso es valorar la literatura en toda su dimensión, no solo lo que yo escribo, no solo mi elocución, mi libro editado, mi momento de exhibición, sino desde el contexto literario al que pertenezco, los compañeros que escriben, los que escuchan, los que recién están escribiendo, los que me precedieron. Y también los que no leen nada, los que no tienen ni un libro, porque la literatura es un todo y en ese mundo podemos movernos en múltiples direcciones, no únicamente desde esa torrecita de cristal que nos imaginamos que tenemos. Llevar la palabra, todas, es la tarea que más me gusta. Y escribir y leer siempre, claro, y llevar libros a aquellas comunidades más vulnerables, y leerles cuentos a los chicos en los talleres que arme. Por eso, ser escritor es ser también una determinada persona con una postura más amplia y solidaria”, concluyó.
“Pagar para ser leído”
Finalmente, Juan Ahuerma Salazar, poeta y novelista, presentó una mirada crítica sobre la cuestión: “Aquí en Salta el escritor tiene que pagar para ser leído. El concepto es del poeta salteño Walter Adet, uno de los fundadores de la literatura en el Noroeste Argentino”.
Revisando la historia, Salazar remarcó: “En los terrores de la década del setenta, muchos creadores salteños pagaron caro su condición de referentes culturales en una sociedad que se pretende culta pero que desarrolla los más bajos instintos en pos de la ignorancia y los intereses del sector en el poder. Casos emblemáticos el de Burnichón, el editor de los escritores salteños, también el del joven poeta Baltazar Dávalos, a quien yo debía escribirle el prólogo a la edición de su primer libro”, remarcó. Y agregó: “Eso en las épocas duras. En las blandas, las de la democracia, se extingue a los creadores poniéndolos en la condición de la indigencia. Si no, no se explica que el 98% del presupuesto de Cultura de la Provincia esté designado para solventar a la Sinfónica y al Ballet, como si las otras disciplinas no existieran”.
La economía de la palabra
Por su parte, el actor y dramaturgo Idangel Betancourt, analizó: “Cada época no solo produce una forma de escribir, también exige un tipo de relación con las realidades y esa relación es la que determina las posibilidades de la ficción. El escritor forma parte de los sistemas de producción y hoy la producción de sentido está dominada por la tecnología virtual y el consumismo, que son dos grandes campos ficcionales. Me gustaría pensar el arte como una economía de la imaginación. Por ejemplo, la economía del lenguaje virtual ha influido en la economía de la palabra. La economía de mercado ha determinado la consolidación de ciertos géneros y la cantidad de páginas que debe tener una novela. La economía visual ha puesto en crisis la imagen literaria. Creo que ser escritor hoy exige un ejercicio peligroso de pararse en el momento antes del futurismo. Frenar el canto a la máquina y revisar el legado de las vanguardias para encontrar el punto en que la pérdida puede dejar el gesto destructor para construir otro momento de pensar la relación entre realidad y ficción”.
Lo cierto es que, entre debates y producciones, tensiones y reconocimientos, la literatura está más viva que nunca y los escritores ejercen su profesión reflejando una polifonía, porque cada creador expresa su voz, porque cada obra es una forma de concebir el mundo.