inicia sesión o regístrate.
Dejó dicho Abu Muhammad al Adnani: "Si no tienen balas o explosivos, tomen una piedra y pártanles la cabeza. O bien mátenlos con un cuchillo. O atropéllenlos con un coche. Arrójenlos desde lo alto de un edificio. O estrangúlenlos con las manos. Usen veneno". Era el vocero del Daesh, ISIS o Estado Islámico. Murió en Alepo, Siria, en agosto de 2016, durante un bombardeo. La recomendación de Adnani, difundida por los órganos de propaganda de la yihad, caló hondo en los terroristas que lanzaron vehículos contra peatones en Barcelona, Niza, Estocolmo, Berlín, París y Londres. Entre una quinta y una sexta parte de aquellos que conformaban el califato en Sira, Irak y parte de Libia procedían de Europa. La movilización comenzó en 2012, dos años antes de la separación del Daesh de Al Qaeda y de su presentación en sociedad. No todos regresaron, pero la mayoría de los atentados que hubo entre 2014 y 2017 coincidió con sus lugares de origen: Francia, Bélgica, Reino Unido, Alemania, Suecia y Dinamarca. Varios intentos han sido desbaratados. En esos países, de gran población musulmana, pesa la frustración de primeras y segundas generaciones de inmigrantes que no se sienten incorporados a las sociedades.
El Daesh, a diferencia de Al Qaeda, consolidó la idea del califato, inspirado en Mahoma. Se trata del dominio territorial. Una premisa fundacional que los seguidores de Abu Bakr al Bagdadi, alias Ibrahim, pudieron sostener gracias a los aportes del mundo árabe, al mercado negro del petróleo y al contrabando de obras de arte, así como a los tributos que impusieron en los enclaves que lograron dominar. La lucha entre el Daesh y Al Qaeda, más allá de la coincidencia en el fin, pasó sin escalas de Medio Oriente a Europa, representada por Roma y El Vaticano, "tierra de infieles", símbolo de los "cruzados", nombre genérico de los cristianos. Sus principales víctimas, más allá de la nacionalidad.