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La Colombia que recibe a Francisco

Miércoles, 06 de septiembre de 2017 00:00
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La visita de Francisco a Colombia coincide temporalmente con la realización del Congreso Nacional de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) que disolvió la organización para encarar la constitución de un partido político con que la guerrilla más antigua de América Latina intentará reinsertarse en la vida institucional de un país que finaliza una guerra civil que duró más de sesenta años y costó centenares de miles de víctimas. El 15 de agosto las FARC terminaron la entrega de armas a los delegados de las Naciones Unidas encargados de supervisar el cumplimiento de los acuerdos de paz.

Este congreso es parte de un proceso mucho más amplio vinculado con la reinserción social de más de 7.700 antiguos guerrilleros, cuya inmensa mayoría prácticamente no conoció la vida civil. El acuerdo de paz suscripto con el gobierno de José Manuel Santos incluyó una serie de cláusulas orientadas a facilitar ese objetivo, entre las que figura el pago durante dos años de un salario mensual que funciona como una suerte de subsidio para capacitación laboral de los excombatientes.

Sea por su origen campesino o porque toda su vida adulta se desarrolló en las zonas rurales, la inmensa mayoría de los exguerrilleros manifestaron su inclinación por las tareas agrícolas. De allí que haya cobrado relevancia la cesión de tierras fiscales en los llamados Espacios Territoriales de Reincorporación para su explotación por cooperativas integradas por grupos de excombatientes. El empresario argentino Gustavo Grobocopatel se convirtió en el principal consultor escogido por los antiguos guerrilleros para abordar la planificación de su futura actividad agropecuaria.

El primero de esos emprendimientos, bautizado Economías Sociales del Común (Ecomún), ya fue presentado oficialmente, en un acto en el que participaron autoridades del Ministerio de Trabajo y del Servicio Nacional de Aprendizaje, ente oficial a cargo de la capacitación laboral. "Nosotros venimos a construir sociedad, a construir nuestro desarrollo, y lo haremos desde la legalidad", dijo Jairo Quintero, un exguerrillero que habló en nombre de los cooperativistas.

Una originalidad de este complejo proceso de reinserción social es la creación del La Paz Fútbol Club, una entidad deportiva formada por exguerrilleros, cuyos estatutos permiten incluir también a víctimas de la guerra civil. Esta iniciativa, surgida durante las tratativas celebradas en La Habana, estuvo a cargo de una fundación presidida por el abogado Félix Mora, quien señaló: "Empezamos el recorrido hace cuatro años y surgió la idea de reunir en torno del fútbol a todos los actores involucrados en el conflicto. Al comienzo pareció una idea loca y muchos se hicieron a un lado, pero hoy estamos viendo la luz al final del túnel". La camiseta del equipo de fútbol lleva estampada una paloma de la paz.

De las armas a los votos

Pero el punto álgido del proceso de paz es la incorporación de los guerrilleros a la vida política colombiana, tal cual sucedió en la década del 90 en la propia Colombia con los guerrilleros del Movimiento 19 de Abril (M-19), en El Salvador con el Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, que gobierna actualmente en ese país centroamericano, y con la Unión Nacional Revolucionaria, erigida en una fuerza política legal en Guatemala.

"Celebramos este Congreso públicamente y en la capital del país, una victoria realmente impensable años atrás", señaló desafiante el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri (alias Timochesko), en el discurso inaugural de las deliberaciones donde más de un millar de exguerrilleros, quienes en su mayoría pisaban por primera vez la ciudad de Bogotá, aprobaron los estatutos del partido político que sustituirá a la antigua organización y participará en las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta está convocada para el 27 de mayo de 2018.

Por una controvertida cláusula especial introducida en los acuerdos de paz, el nuevo partido tiene garantizado un piso de representación parlamentaria de cinco escaños en cada una de las dos cámaras del Congreso Nacional, con independencia del caudal de votos que obtenga en los próximos comicios. Una de esas bancas será ocupada por René Higuita, popular exarquero del seleccionado nacional de fútbol. Otra disposición garantiza al nuevo partido una financiación estatal equivalente al promedio de la que reciben anualmente las fuerzas políticas con personería jurídica para garantizar su funcionamiento. La "elegibilidad" de los exguerrilleros estará empero condicionada a las decisiones de la Justicia colombiana, a través de la Jurisdicción Especial para la Paz, comúnmente denominada "JEP", un órgano especial que instrumentará la llamada "justicia transaccional" pactada entre el gobierno y las FARC para juzgar los delitos perpetrados por el grupo guerrillero. Pero el obstáculo más difícil de sortear para la flamante formación política es el abrumador rechazo de la mayoría de la opinión pública, que repudia la historia de las FARC y no está dispuesta a votar a ningún candidato ni frente electoral que cuente con el apoyo de los exguerrilleros, aunque ese rechazo visceral tenga que ser matizado por el hecho de que, según una encuesta de Gallup, la totalidad de la "clase política" colombiana esté manchada por el estigma de la corrupción. El triunfo del "no" en la consulta popular en la que Santos intentó ratificar la primera versión del acuerdo de paz sellado en La Habana es un síntoma elocuente de ese rechazo. Más todavía: el "no a las FARC" será la principal consigna electoral del Centro Democrático, el partido del exmandatario Álvaro Uribe, que seguramente disputará la victoria con la coalición oficialista liderada por Santos. En esa contienda, ninguno de los dos contrincantes será candidato, puesto que ambos gobernaron ya durante dos períodos y la constitución colombiana prohíbe para siempre un tercer mandato presidencial. En esas circunstancias adversas, es probable que los exguerrilleros se inclinen por una táctica "gradualista". Esta variante implicaría apoyar la candidatura presidencial de Piedad Córdoba, una exsenadora de Partido Liberal que en 2010 fue excluida del Parlamento acusada de complicidad con las FARC, introducir un puñado de candidatos en sus listas electorales y concentrar sus esfuerzos en la pelea por cargos municipales en ciertas zonas rurales donde puedan haber conservado algún predicamento. Más allá de las dificultades que restan por sortear, este nuevo horizonte político abierto en Colombia no puede menos que contar con el beneplácito de Francisco, a quien ambas partes agradecieron el aporte de la Santa Sede a las negociaciones de paz. En ese sentido, y más allá de su inequívoca dimensión pastoral, esta visita del Papa puede interpretarse legítimamente como la coronación de un éxito de la diplomacia vaticana en América Latina.

 

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