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Emergencia, aporofobia y Triaca

Domingo, 28 de enero de 2018 00:00
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Ya transcurrió casi sin darnos cuenta un mes de este espectacular 2018. Comenzamos el año con "renovadas esperanzas"; es casi como que cada año renovamos la hipoteca cuando estamos al borde de que nos rematen la casa. ­Y eso nos debe hacer desbordar de alegría! Fíjese lo bien que estaremos que Macri se la pasó veraneando en tierra de los mapuches, tuvo tiempo de dictar un megadecreto (pavada que modifica 140 leyes) y mediante otro decreto ­dio por terminada la emergencia económica!

Fantástico; no sé para que siempre dan tanta vuelta los economistas si con un decreto terminábamos con la crisis.

­Pensar que en la década ganada vivimos con la emergencia a cuestas!, ¿o nos habrán mentido y la cosa no estaba tan bien?

Yo nunca vi salir una mentira de la boca cerrada de Cristina Kirchner. Mientras nosotros la pasamos de diez; en EEUU la están pasando "bomba" entre el frío siberiano del "ciclón bomba" y el loco de los tuits, que dice que la tiene más grande que el otro loco que perdió el Norte de su Corea.

Pero paremos de tanta alegría: solo hemos salido de la emergencia económica y energética; según señaló Mauri, queda pendiente la emergencia social. Bueno, pero ese no es nuestro problema; es un problema de los pobres. Esos a los que les encanta vivir holgazaneando, enriqueciéndose con los planes sociales.

En este país no trabaja el que no quiere; millones de argentinos aprovechan la oportunidad única de no tener que hacer aportes, aceptando fantásticos puestos de trabajo de la economía informal (llamarlo trabajo en negro, queda feo).

Quiere que le diga la verdad: me estoy volviendo aporófobo. ¿Qué no entiende lo que digo? Ahora se lo explico.

Aporofobia

La Fundación del Español Urgente (Fundeu) tiene como principal objetivo velar por el buen uso del idioma español en los medios de comunicación y en el último lustro viene eligiendo "la palabra del año". En 2013 le tocó a "escrache", en 2014 fue "selfi", en 2015 "refugiado" y en 2016 "populismo".

En el 2017 le tocó a un neologismo poco difundido: "aporofobia", pero que responde a una cruda realidad social muy arraigada: el rechazo a los pobres.

La voz aporofobia fue acuñada por la filósofa española Adela Cortina, quien destaca el hecho de que solemos llamar xenofobia o racismo al rechazo a inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres.

En Argentina no somos así, de ninguna manera.

Los argentinos somos distintos, no reemplazamos una fobia por otra, tenemos las dos. Somos xenófobos y aporófobos a la vez, los despreciamos por extranjeros y también por pobres. Ciertos sectores de la clase media y alta ven en las clases "bajas" de la sociedad, también, una amenaza a su seguridad.

Cuando hablamos de "bolitas", "paraguas" o "chilotes" que se "roban" nuestros trabajos, nuestros hospitales y escuelas, estamos demostrando un menosprecio a su condición social, olvidándonos de todo sentimiento de "hermandad latinoamericana" y de solidaridad ante tanta injusticia social.

De tal planta tal astilla

Quizá Ud. no lo sepa, pero la triaca es una planta perenne trepadora. En la Argentina, tenemos a la familia Triaca que también es una permanente trepadora. El pater familiae fue Jorge Alberto Triaca (padre de Jorgito, el actual ministro de Trabajo). Fue un dirigente sindical con mucha flexibilidad: por algo provenía del sindicato de los plásticos. Aunque estuvo dos meses preso por la dictadura en 1976, elogió el buen trato recibido (y la comida), fue de los dirigentes colaboracionistas y en el juicio a las juntas militares fue testigo de la defensa de los genocidas.

En 1989 fue designado como ministro de Trabajo, de Menem, apadrinado por la empresa Bunge & Born, Durante su gestión se llevó a cabo la brutal ola de privatizaciones, dejando a miles de trabajadores en la calle, cuyos efectos aún hoy se padecen.

También se produjo una drástica reducción de los derechos de los trabajadores.

Mire si sería trepador el hombre que, en 1992, se convirtió en el primer dirigente sindical (¿único?) aceptado como socio del ultraexclusivo Jockey Club de Buenos Aires. Esto también habla de la decadencia de nuestra oligarquía y recuerda el chiste de Groucho Marx cuando afirmaba: "Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo".

Claro que don Jorge se había esforzado: tenía haras con los mejores pura sangre de la época valuados en cientos de miles de dólares, una casa en el coqueto barrio La Horqueta, una mansión en Pinamar, propiedades en Miami y una estancia en Tandil. Su hijo Jorgito estudiaba en el elitista Newman College de San Isidro (el mismo del compañero Macri). Fue una gran trepada la de los 90.

La Triaca (la plantita) era considerado un antídoto universal contra los venenos mortales. Andrómaco, médico de Nerón, le dedicó un poema.

La saga de la familia Triaca también merece un poema épico, que llamaríamos "Trepa Triaca, trepa"; pero teniendo tanto para hablar de este hombre, de su hijo y otros parientes; me quedo con ganas para hacerlo en una próxima columna.

 

 

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