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Hagámonos cargo, como país

Jueves, 04 de octubre de 2018 00:00
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La Argentina acusa, según lo revelan todos los indicadores, una inocultable decadencia que con mayor o menor intensidad se remonta a los últimos 80 años. Solo brevísimas etapas en ámbitos muy particulares han reconocido mejoras.

Si graficáramos el devenir nacional obtendríamos una curva en la que a través del tiempo se muestran mesetas con pendientes decrecientes y abruptas caídas, que son las que revelan las profundas crisis que periódicamente hemos sufrido.

Desde el cambio mundial de 1974, con la crisis del petróleo, venimos a los tumbos: el rodrigazo; el naufragio al que nos condujo Martínez de Hoz; la hiperinflación; el experimento de la convertibilidad; el colapso de 2001; el experimento populista y su secuela de recesión, pobreza y naufragio energético.

La realidad no se encubre con retórica. Sin embargo, nos regocijamos pensando que hemos sido capaces de salir de cada crisis victoriosos, a pesar de los agoreros que vaticinaban el fin. Y ha sido así, a medias. Más bien, fue una ilusión.

Lo que nuestras dirigencias y la sociedad toda no han considerado es que la curva ascendente que nos sacaba de la crisis nunca llegaba al estatus anterior, con lo que la pendiente promedio de la curva apuntada siempre resultó decreciente. Es decir, salir de cada turbulencia tuvo un precio en decadencia que se acumuló y el resultado es la Argentina actual: tenemos el doble de pobres que en 1983 y una inflación promedio de 70% anual en 35 años. Es como si en cada crisis hubiéramos dejado jirones de nuestra Nación sin advertir que luego de cada una todo había vuelto al estado precrisis.

Gobiernos hubo de las más diversas líneas políticas que trataron en vano de inflexionar la decadencia y otros que repartiendo dinero trataron de captar la voluntad popular sin prever ningún programa que diera sustento a semejante derroche de medios que debían haber sido invertidos en el desarrollo nacional para que se distribuyeran trabajos y, con ellos, dignidad.

Tal fue la decadencia que la crisis ya no pudo superar la ilusión de algunas medidas monetaristas, como en otras oportunidades. Los argentinos -como espectadores y no actores- nos preguntamos ¿por qué este gobierno no encuentra el camino?

Primero deberíamos tener en cuenta que la solución a una crisis tan profunda que incluye salud, educación, seguridad, justicia, congreso, etc., etc. exige cambios profundos.

Segundo, no vamos a salir sin costo de esta complicada situación que barre ámbitos económicos, sociales y políticos en términos de instituciones que han sido modificadas y devastadas convenientemente en sus contenidos, con actitudes de sus miembros que no resisten la más elemental lectura ética.

Hay que considerar además aspectos como el reclamo de derechos sin obligaciones de amplios segmentos de nuestra sociedad y el enquistamiento de la corrupción en todos los niveles del Estado y en todos los poderes con la complicidad de la actividad privada representada por nuestros más conspicuos empresarios.

Tomar conciencia de lo profundo de la crisis más que de la magnitud de la misma es una necesidad de toda la Nación. El cambio no podrá ser cosmético, esta vez debe calar hasta el hueso y dolerá, pero los tiempos están agotados y todos los sectores deberían colaborar en la búsqueda de soluciones para establecer políticas de Estado respetadas por el gobierno que el pueblo elija, conducentes a metas mediatas que prometan una luz al final del túnel en el que estamos metidos los argentinos.

Se acabó la magia

Los argentinos pretendemos vivir como un país desarrollado, pero no somos eso. Se duda, incluso, de que seamos "emergentes". Tendremos que vivir de acuerdo a la realidad que construimos entre todos, la de un país en bancarrota económica y ética, o decidirnos a reconstruir con el sacrificio colectivo y desde sus propios cimientos culturales nuestra maravillosa y rica Argentina.

Nuestra solución no se llama Macri ni Cristina: somos nosotros mismos como sociedad los verdaderos responsables del deplorable estado de nuestra Patria, a nosotros nos cabe el sacrificio y la responsabilidad de sacar a la Argentina del pozo en el que estamos hundidos.

 

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