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El Día de la Mujer se conmemora este año en un clima especial, planteado por la puesta en marcha de un debate acerca de la legislación sobre el aborto. Se trata de una cuestión crucial que debe abordarse sin preconceptos, sin eslóganes y sin militancias.
Es un tema sobre el valor de la vida. La vida en general y la humana en particular. El entusiasmo de Victoria Donda por apurar el tratamiento de algún proyecto, sin debates ni consensos, es una muestra de que se sigue pensando la cuestión como un tema político más, y no lo es.
El anticlericalismo rampante también se cuela en estos debates, y los desvirtúa.
En primer lugar, la mayor objeción al aborto proviene del plano suprarracional (o extrarracional) que son la fe religiosa, que considera que la vida de cada persona depende de una decisión divina, y el sentimiento natural de protección del niño por nacer.
No tiene sentido imponer otro criterio a quienes tienen posición tomada. Pero el problema que se plantea en este caso no es de orden privado, sino de salud pública. Es necesario un diagnóstico científico sobre la realidad social del aborto, que aún penalizado se produce y se convierte en una causa significativa de enfermedades y muertes maternas.
El dilema que debe resolverse jurídicamente, con más debates serios y menos activismo callejero (que es un atajo a la razón) es crucial. Hay dos preguntas que se contraponen: ¿puede una persona decidir sobre la vida de otra?, al mismo tiempo, ¿puede el Estado obligar a una mujer a sobrellevar un embarazo no deseado? Ninguna de las dos cuestiones se responde a las apuradas.
Hace pocos días el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, sostuvo que "un embrión no es equiparable a un ser humano". El funcionario es especialista en Biología de la Reproducción. Sostuvo que quienes dan por sentado que el aborto es un homicidio consideran que "la ciencia ha determinado que la vida humana comienza con la concepción, lo cual es cierto". Barañao aclara que "no es cierto que el concepto de vida humana y persona sean equiparables". Señala que "nuestra especie se reproduce durante el desarrollo embrionario, desde una célula primordial hasta una criatura que nace, pasando por estadios muy similares a los embriones de otras especies".
Esa fue la evidencia científica en la que el Comité de Ética del Ministerio propuso una redacción del artículo 19 de Código Civil que decía que "si bien la vida humana comienza con la concepción, las características propias de una persona se adquieren a lo largo de la gestación". El ministro no lo menciona, pero el óvulo fecundado puede dividirse en un proceso de mitosis, espontáneo o inducido, y producir gemelos monocigóticos con exactamente la misma carga genética. Es decir que esa persona surge en un momento posterior a la fecundación. El teólogo de la Universidad Austral, Ignacio Silva, que cuestionó a Barañao, considera que no es científico identificar la condición de persona humana con el pleno desarrollo neurológico. Los signos de vida de un embrión detectado por la ecografía también desalientan la idea de que se trata solo de "células especiales".
La filósofa y especialista en Bioética Florencia Luna señala que "el aborto afecta mucho más seriamente a mujeres sin recursos", y que "la prohibición del aborto no previene que se realicen abortos. De hecho se sabe que más de 20 millones de mujeres abortan de manera insegura y que alrededor de 47 mil mueren, independientemente de que el aborto esté prohibido".
Estas opiniones son solo un indicio de la profundidad de un debate que no debería producir "una grieta" sino una ley basada en el derecho, en el respeto por la intimidad, y en la valoración de la vida