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Guerra por la inteligencia artificial

Viernes, 06 de abril de 2018 00:00
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La idea de un mundo en que China aportaba el músculo industrial y Estados Unidos el cerebro tecnológico, sintetizada el lema "Diseñado por Apple en California. Ensamblado en China", estampado en la parte trasera de los I-phones, ha quedado atrás.

Los chinos se encaminan decididamente a asumir el liderazgo global en la carrera de las nuevas tecnologías. Su prioridad reside hoy en desplazar a los estadounidenses del primer lugar en el campo de la inteligencia artificial, que es la llave del futuro. Ese avance del coloso amarillo es la razón de fondo por la que Donald Trump adoptó las medidas de represalias arancelarias que hicieron temer el estallido de una "guerra comercial" de imprevisibles consecuencias.

Las evidencias de este avance chino son abrumadoras. Sus grandes conglomerados tecnológicos como Alibaba, Tencent y Baidu tienen una valuación accionaria cercana a los 500.000 millones de dólares y rivalizan con los gigantes estadounidenses como Google, Facebook o Apple.

GPS made in Beijing

China tiene el mercado de pagos "on line" más grande, con unos 500 millones de consumidores. Los servicios de taxi "on line", aplicaciones locales de Uber, tienen unos 170 millones de usuarios. Sus equipos de alta tecnología se exportan a todo el mundo. Tiene en funcionamiento la supercomputadora más rápida.

Su sistema de navegación satelital estará en condiciones de competir con el GPS en 2020.

Su sistema de reconocimiento facial está considerado el más avanzando. Erich Schmidt, uno de los fundadores de Google, advirtió que "para 2020 China se habrá puesto al día en inteligencia artificial, para 2025 serán mejores que nosotros y para 2030 dominarán la industria".

Wang Gang, ministro de Ciencia y Tecnología chino, confirmó las aseveraciones de Schmidt. Indicó que en 2017 los científicos chinos fueron los segundos en el mundo en la cantidad de artículos en publicaciones especializadas.

Dicha cifra es un 70% mayor que en 2012. Especialistas canadienses de la Universidad de Toronto reconocieron que en la conferencia de la Asociación Internacional de Inteligencia Artificial de 2017 los principales protagonistas fueron, por primera vez, los científicos chinos, autores del 23% de los trabajos presentados. En 2010 habían presentado sólo el 10%. Aunque Estados Unidos sigue ostentando la supremacía, su participación en ese período se redujo en un 41%.

China, que desde hace mucho tiempo venía duplicando la producción anual de ingenieros de Estados Unidos, ahora tiene también una de las mayores concentraciones de científicos en inteligencia artificial. Sus 800 millones de usuarios de Internet, una cifra que duplica a la población norteamericana, les posibilitan una fenomenal acumulación de datos para sus desarrollos en el flamante mundo de la "big data".

Nada de esto es fruto de la improvisación. El plan "Made in China 2025" busca sustituir el antiguo modelo industrial, basado en la explotación de una mano de obra abundante, barata y relativamente calificada, para convertir al país en un "centro global de conocimiento e innovación". El objetivo estratégico del liderazgo chino es convertir la cantidad, derivada de su inmensa población, en calidad. Pero lo que para Beijing es una aspiración irrenunciable para Washington es una amenaza existencial.

La amenaza tecnológica

El documento "Estrategia de Seguridad Nacional" publicado por la administración republicana en diciembre pasado presenta una novedad sustancial: la amenaza principal para Estados Unidos ya no es el terrorismo trasnacional sino las aspiraciones expansionistas de China y Rusia.

En esa competencia global, el poder nacional, está indisolublemente vinculado con el desarrollo tecnológico, que tiene un correlato directo en el terreno militar. Para Washington, el ascenso tecnológico de China se ha transformado entonces en una cuestión de seguridad nacional.

Con su habitual estilo confrontativo, Trump resolvió tomar el toro por las astas. El argumento de que la piratería intelectual china implica un daño inconmensurable a la economía norteamericana y las medidas de Beijng tendientes a obligar a las compañías estadounidenses radicadas en China a transferir su tecnología a empresas locales llevó a la Casa Blanca a aplicar una batería de sanciones comerciales, unidas a una denuncia por prácticas desleales ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Aunque los argumentos pueden ser plausibles y la amenaza sea real, la respuesta de Trump no parece la más apropiada. La raíz estructural del avance tecnológico de China en relación a Estados Unidos reside fundamentalmente en la existencia de una "política de Estado" orientada en esa dirección. China destina a la investigación científico - tecnológica el 2,25% de su producto bruto interno, la Unión Europea el 2% y Estados Unidos apenas el 0,6%, un porcentaje que equivale a la tercera parte de la empleada en 1964.

Es curioso que la administración estadounidense prescinda del hecho de que la victoria norteamericana en la guerra fría, que culminó con la disolución de la Unión Soviética, fue el resultado de una abrumadora superioridad tecnológica originada en los prodigiosos avances en esta materia producidos por la cuantiosa inversión pública en el sector militar, cuya expresión emblemática fue el escudo antimisilístico conocido como "Guerra de las Galaxias". La historia de Internet comenzó con un proyecto de investigación del Pentágono.

­¡Teléfono para Trump!

La economista italiana Mariana Mazzucato, en su libro "El Estado Emprendedor", sostiene que las innovaciones tecnológicas más importantes en la historia reciente de Estados Unidos no fueron el resultado lineal de la iniciativa privada, sino una consecuencia directa o indirecta de las inversiones públicas.

Recuerda que el algoritmo que está en la base del dispositivo de búsqueda de Google fue financiado por la Fundación Estadounidense para la Ciencia y la Tecnología, que la financiación inicial de Apple provino de la Small Business Investment Company (Agencia de Inversión para la Pequeña y Mediana Empresa) y que la mayoría de las patentes farmacéuticas tienen su origen en los trabajos de investigación básica realizados por laboratorios norteamericanos financiados con inversión pública.

Por una extraña paradoja, tal vez producto de un mejor aprovechamiento de la experiencia histórica de sus rivales, los comunistas chinos parecen estar aplicando en su competencia con Estados Unidos la misma estrategia de masivas inversiones estatales en alta tecnología que los norteamericanos emplearon exitosamente para ganarle la guerra fría a la Unión Soviética. ­Teléfono parta Trump!

 

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