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Turbulencia económica y social con responsabilidades compartidas

Opinión de Francisco Sotelo. 
Domingo, 19 de agosto de 2018 22:07
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Salta está cambiando, como cambia el mundo. Pretender imaginar el futuro de nuestra provincia es muy aventurado, porque hay muchos indicios de que nada será como fue antes. En la política y en la sociedad

Los liderazgos políticos

La eliminación del fondo solidario sojero generó un tumulto sorprendente. Todo indica que ese subsidio iba a desaparecer en el presupuesto para 2019, y que ya estaba acordado. La única sorpresa es que también restringieron los 400 millones de pesos que estaban pendientes para este año. En Salta, la mitad de esos recursos iba a los municipios en obras (20%) y en recursos de caja (30%). Las obras públicas en nuestra provincia brillan por su ausencia desde hace tiempo. Y en la reunión del viernes de los intendentes Gustavo Sáenz trazó una línea divisoria. Mientras que la senadora Cristina Fiore y los diputados Javier David, Pablo Kosiner, Andrés Zottos y Sergio Leavy apuntaron directamente al gobierno de Mauricio Macri, responsabilizándolo por los malos momentos de la economía y atribuyéndole una conducta centralista, el intendente de la capital salteña enfatizó que la coparticipación salteña creció el 42% pero que los municipios solo recibieron el 28% más.

No hubo una desmentida enfática de parte del ministro Emiliano Estrada. Y el grueso de los sesenta intendentes, en su mayoría antimacristas, no opinó.

Estrada desarrolló una minuciosa crítica a la gestión económica de Mauricio Macri, señalando que se focaliza en reducir el déficit pero que con el endeudamiento solo lo agrava, mientras que no logra retener dólares en el país al admitir negocios express.

No profundizó el ministro acerca del origen del déficit, que se viene acumulando desde 2011, cuando la soja dejó de ser “maná del cielo” y cuando el gobierno de Cristina Fernández instauró el cepo.

El viernes quedó la sensación de que el costo lo empiezan a pagar todos: los que apoyan abierta o encubiertamente a Macri y los que se oponen sin autocrítica. 

Desde la promesa de “revolución productiva” de 1989, pasando por la “década ganada” y llegando a la meta del “supermercado del mundo”, la Argentina no arranca.
Y hay responsabilidades compartidas. Hay diagnósticos y paradigmas que se volvieron anacrónicos: “neoliberalismo”, “imperialismo” y “capitalismo salvaje” forman parte de una retórica que nunca condujo a nada. Hoy, el problema más profundo es la dependencia de muchos salteños que no pueden vivir sin la asistencia del Estado.
 
Lo que queda de un debate 
 
Hay demandas muy profundas, de otra índole, en el seno de la sociedad. El debate sobre la despenalización del aborto no se tradujo en una ley por la falta de tacto de la conducción del grupo “por el derecho a decidir”. Sería bueno que los militantes del pañuelo verde comprendieran que la causa del fracaso no fue la influencia de la Iglesia sino las encuestas.

Aquel autocrático principio enunciado por Cristina Kirchner luego de la tragedia de Once, “vamos por todo” perdió esta vez a una corriente que no percibió los límites: apoyar la despenalización del aborto no necesariamente supone aceptar el reemplazo de un “patriarcado” (que no es visto así por la mayoría) por el “matriarcado” que asoma detrás de las banderas de los derechos de las mujeres.

La imprudencia política siguió avanzando con la campaña de “apostasía” lanzada por organizaciones casi anónimas. Más allá que desde hace muchos años la gente ignora a la Iglesia sin sentirse y sin importarle ser apóstata, hereje o excomulgado, el anticlericalismo es una formulación política que no suma, sino que resta. Si como sostienen la izquierda, el populismo y ahora el feminismo, la verdadera democracia está en las calles, la capacidad de movilización de las iglesias evangélicas y las doscientas mil personas que salen en el Milagro deberían decidir los destinos de Salta.

Claro, el “vamos por todo” no solo frenó la despenalización del aborto. Podría debilitar al feminismo. Más allá de los límites éticos, religiosos o emocionales de muchas personas frente al aborto, la mayoría de las mujeres, con pañuelo verde o celeste, exigen cambios drásticos en la cultura machista. Esas demandas las unen y son profundas. Y frente a eso, hay que abrir los ojos. La postergación de la mujer es insostenible.

El Mayo Francés de 1968 fracasó en las urnas. Charles de Gaulle le dio la victoria al conservadorismo. Pero De Gaulle era un héroe de la Resistencia; era el pasado. Los cincuenta años posteriores demostraron cuánto de transformador había en esa revolución frustrada. 
 

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