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Precios imposibles = inflación inevitable

Domingo, 01 de diciembre de 2019 00:00
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Precios posibles e imposibles. Desde esta columna se ha hecho, a lo largo de numerosas entregas, un recuento de causas posibles de la inflación, enfatizando que no es correcto reducirla en exclusiva a la emisión de dinero -principalmente para financiar el déficit fiscal- por cuanto, como la experiencia de la Argentina lo demuestra palmariamente, toda la artillería desplegada para evitar la expansión monetaria que el déficit genera no ha servido de nada y la inflación sigue su curso sin tomar nota de tales esfuerzos.

Por cierto, no está en discusión que el déficit fiscal es una fuente de inflación, con lo que, claramente, no se está promoviendo su incremento o el abandono de los esfuerzos por contenerlo. Sin embargo, en la Argentina hay otras causas que explican la inflación; una de ellas, y probablemente de manera hegemónica, es la distorsión de precios o distorsión de precios relativos, como gustan decir los economistas, distorsión que hace que los precios que se generan resulten "imposibles" en el sentido de que no pueden mantenerse estables o no al menos indefinidamente.

Precios relativos

En condiciones normales las economías nunca exhiben "precios imposibles", porque si se propusieran por debajo de su costo de producción, esta cesaría al enfrentar pérdidas. Análogamente, si los precios superaran a los de la competencia, la demanda se volcaría en su totalidad a esta última y nuevamente la producción, en este caso "cara", se eliminaría del mercado.

Ahora bien, ¿qué pasaría si no existiera la competencia?

Sin duda, en este caso la o las pocas empresas que producen el bien o servicio podría pensarse que "cobrarían lo que quieren", hasta donde la demanda por sus productos les permita, naturalmente.

¿Qué ocurre, a su turno, cuando algunos de los bienes o servicios producidos forman parte de la producción de otros? Sea el caso, por ejemplo, de la producción de camiones en la que se necesitan servicios de transporte para trasladar las piezas para su fabricación, a la vez que este servicio se cubre con camiones, existiendo una única empresa en cada caso.

Si ahora el servicio de transporte considerara que sus ganancias son insuficientes, cobraría entonces más por estos servicios, lo que encarecería la producción de camiones, pero esto a su vez elevaría el precio de los servicios, y así hasta el infinito.

En este ejemplo de la fabricación de camiones y los servicios de transporte, se está justamente frente a la mencionada distorsión de precios relativos -o una de sus formas- porque no hay manera de que las empresas se manifiesten conformes con sus expectativas de ganancia.

Si a esto se añade que los precios incluyen otros componentes provenientes de otras actividades productivas que incorporan o suministran aportes al resto del circuito productivo, como los salarios, el precio del dólar o las tarifas, se tiene una dimensión aproximada de lo que representa el hecho de que las empresas dispongan de un poder hegemónico en la formación de sus precios.

Inflación y cantidad de dinero

¿En qué medida influye en la explicación propuesta, la cantidad de dinero sobre la inflación?

Como es ampliamente conocido y difundido, existe una explicación de la inflación que la atribuye en exclusiva a la emisión de dinero, explicación que sale al cruce de la idea, también bastante arraigada a veces de manera inconsciente, de que el dinero es sinónimo de riqueza. La explicación de la conexión entre dinero e inflación se apoya en el hecho indiscutido de que, indudablemente, si el dinero fuera riqueza, bastaría con que se emitiera la suficiente cantidad de dinero para que todos "seamos felices", lo que por otra parte no tiene costos porque siempre se le pueden agregar más ceros a los billetes sin necesariamente incrementar su número.

Aceptado entonces que la creación de dinero debe estar controlada (para eso están los bancos centrales, que deben ser independientes), la pregunta siguiente es si la cantidad de dinero se conecta de alguna manera con la explicación de la inflación propuesta al comienzo, y la respuesta es que, efectivamente, así es.

Si los precios aumentan, es evidente que se necesita más dinero para realizar las mismas transacciones ya que si la canasta de bienes y servicios costaba 100, por ejemplo, y ahora 110 por la inflación de precios relativos, si antes se los compraban también con 100, ahora se necesitará 110 de dinero. Sin duda, se aprecia que existe una conexión entre la cantidad de dinero y la inflación, pero es inversa: es la inflación la que requiere más billetes y monedas, y no la creación de éstos lo que ha provocado la suba de precios. Es como si se fabricaran motores más potentes que exigen un radiador de más tamaño para refrigerarlo: claramente, el mayor tamaño del radiador no "explica" la potencia incrementada del motor sino al revés.

Inflación y déficit fiscal

Suele confundirse la conexión entre la cantidad de dinero y la inflación, con la que existe entre el déficit fiscal y el aumento de precios o inflación. La primera ya ha sido mencionada y puede proponerse como el desborde de dinero con relación a los bienes y servicios producidos.

Por su parte, como el déficit fiscal es la diferencia entre los gastos e ingresos cuando los primeros superan a los segundos, naturalmente, como los ingresos (principalmente, impuestos) financian los gastos, cuando estos últimos exceden a aquellos se hace necesario buscar con qué hacerles frente, y el mecanismo más simple es imprimiendo dinero.

En este caso sí se produce inevitablemente inflación aunque no es terminante la conexión entre el tamaño del déficit y la tasa de inflación que se genera, porque al no cubrirse con impuestos el exceso de gastos del gobierno sobre sus ingresos, no se le quita poder de compra a quienes los pagan y entonces el valor de la demanda total de bienes y servicios (la del público más la del gobierno aumentada en su déficit) es mayor que su oferta, “solucionándose” el desequilibrio mediante aumentos de precios, tal como ocurre en las subastas cuando se suman compradores frente al mismo lote de bienes.

Inflación en la Argentina

Es evidente que la Argentina soporta desde hace largas décadas este “fuego cruzado” entre las subas de precios por la distorsión relativa a que se hacía referencia al principio, y la inflación que genera el déficit fiscal.
Conforme lo señalado, es claro que son importantes los esfuerzos encaminados a reducir el déficit fiscal, pero no es menor la necesidad de atenuar el poder monopólico de las empresas, por lo que -sin perjuicio de “timings”, o sea plazos, para que las empresas se adapten a las condiciones competitivas que brindaría una apertura amplia de la economía- es imperativo instrumentar cuanto antes esta apertura, además de ejercer, en el ínterin, un control razonable sobre las estructuras concentradas.

No está en discusión que el problema de la inflación no agota el sinnúmero de los que aquejan a la economía y la sociedad. Sin embargo, no es menos claro que, sin un abatimiento de la inflación a valores aceptables no más de un dígito anual y con tasas declinantes en el tiempo- el resto de los problemas no encontrará solución definitiva y la Argentina se perpetuará detenida indefinidamente en sus endémicas “banquinas”, ampliamente señaladas en notas anteriores.
 

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