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Otra vez el código fuente y sus fantasmas

Viernes, 09 de agosto de 2019 00:00
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Como si no las tuvieran todas consigo, Alberto Fernández y los apoderados del PJ agitan el temor de que el domingo por la medianoche los resultados de las elecciones primarias sean desalentadores al retorno de Cristina. El cuestionamiento apunta a eventuales adulteraciones de los cómputos, que están a cargo de la empresa Starmatic. Un tema familiar para los salteños: la oposición pide el "código fuente", para que la transmisión de datos desde cada mesa hasta la Cámara Electoral sea monitoreada por los fiscales informáticos de cada partido.

El Gobierno se niega a brindar ese código porque aduce que forma parte de la propiedad intelectual de Starmatic, y los opositores contraatacan reclamando que se elimine la participación de esa empresa.

La exigencia parece tardía y extemporánea, y así lo entendió la Justicia Electoral. De todos modos, queda el antecedente: el domingo a la medianoche empieza la campaña electoral en serio, y se extenderá por 77 días hasta el 27 de octubre, fecha de las elecciones generales.

Claro que, además, el Gobierno está en falta: el secretario de Asuntos Políticos e Institucionales, Adrián Pérez, aseguró hace tres semanas a El Tribuno que los fiscales partidarios iban a disponer de ese elemento para controlar el tránsito digital de las actas de cada mesa hasta la Cámara Electoral. Esto no será así, aunque habilitarían fiscales informáticos en cada mesa y añadirán veedores judiciales.

En Salta, con un régimen electoral diferente (en nuestro caso el elector compone la boleta), tampoco se entregaba el código fuente, pero porque se temía que "cualquiera metiera la mano y modificara el sistema". Es decir, para evitar hackeos. ¿Y entonces?

Es cierto que hay una vocación argentina por la trapisonda electoral (no olvidar la votación a mano y con 75 electores y 76 votos de la AFA). Y los resultados ajustados dan lugar al recelo.

Aunque hay alegatos en diversos sentidos, a favor y en contra del voto electrónico, en plena era de la tarjeta de crédito y las transferencias millonarias, el sistema no seduce incluso a países mucho más evolucionados que el nuestro.

El aluvión de encuestas que pululan por estos días no han generado credibilidad suficiente y transformaron esta campaña en una lucha de estadísticas de las cuales solo se conocerá la verdad el domingo. Las PASO, al fin y al cabo, no son más que una megaencuesta, obligatoria.

Los sondeos, frecuentemente, se realizan hoy en forma digital, telefónica u "on line", sin participación directa de encuestadores personales. Los automatismos incrementan la cantidad y la celeridad, pero algunos resultados parecen irreales. La política está condicionada por nuevos personajes, como los "influencers" y los "trolls"; por la polución de "noticias falsas" y por la estrategia expansiva de las potencias extranjeras en comicios.

Y mientras, la figura del consultor macrista Jaime Durán Barba y la memoria del ideólogo del populismo, Ernesto Laclau, se convierten en "íconos malditos". Ambos representan la instalación de la tecnología en la política, para basar la gestión en la percepción de los humores sociales y las frustraciones cotidianas, más allá de valores éticos y principios políticos, con el objetivo de la construcción del poder.

Frente a esto, es bastante lógico que los candidatos se muestren temerosos. No tanto porque crean que les harán trampa, sino porque no se sienten seguros de contar con la información necesaria para evitarlo.

 

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