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Por Francisco Sotelo
Periodista
La insuficiencia y la precariedad del trabajo es uno de los mayores problemas de la sociedad argentina. Nadie lo duda.
Las pymes, que son generadoras de empleo por excelencia, no pudieron resistir el plan de ajuste del gobierno Mauricio Macri y hoy sufren problemas de financiamiento. También es un hecho.
¿Lo podrá resolver el próximo gobierno? Un interrogante difícil de responder.
Ninguno de los dos candidatos potenciales ha mostrado las cartas. Alberto Fernández habló vagamente del modelo portugués. No aclaró si piensa recortar el 23% a todos los salarios del Estado y si va a impulsar una reforma laboral y sindical, como hicieron en Portugal. Tampoco arriesgó si va a volver a la situación de 2015, dejando sin efecto el tarifazo y financiando los subsidios con fondos del Anses.
Mauricio Macri promete "lo mismo pero más rápido". No es claro ni alentador.
Sin peligro de ganar las elecciones, José Luis Espert sostuvo que si llegara a ser presidente, despediría a 1.800.000 empleados del Estado. Alguien debería sugerirle que no hay lugar para la política ficción.
Lo mejor es mirar la realidad de un país con una economía estancada y con sombríos pronósticos para los próximos tiempos.
La crudeza de la calle
Esta semana se conoció la cifra de desocupación: llegó al 10,6% y afecta a más de dos millones de personas.
Además, el Indec registra 34,5% de trabajadores informales, en medio de una caída del 2,5% del PIB.
Suena a mala noticia, pero tiene matices que hay que considerar. A simple vista, desde hace al menos dos décadas, la situación laboral del país es mucho peor que lo que dicen esas estadísticas.
El economista Juan Carlos De Pablo advirtió: "Entre el segundo trimestre del año pasado y el segundo trimestre de este año 600 mil personas quisieron trabajar. Los datos del Indec dicen que, de la gente que salió a buscar trabajo, dos de cada tres consiguieron y uno no consiguió". La economía tiene sus misterios y economistas lo ponen en evidencia mes a mes.
Los datos del Indec se circunscriben a 31 aglomerados urbanos donde viven 28 millones de los 44 millones de habitantes del país.
En ese recorte, se registra una población económicamente activa de 13.300.000 personas, de las cuales tienen trabajo unos 12 millones de personas. Hay 1.350.000 desocupados; 2.300.000 ocupados que buscan otro empleo 1.560.000 subocupados.
Falta, en este espectro una población de 16.000.000 de personas. Es la gente que vive en los departamentos del interior de las provincias. Allí, los datos de desempleo y precarización toman otra dimensión, que escapa al Indec, salvo cuando hace el censo nacional.
La economía sustentable
Para indagar en la realidad laboral argentina es imprescindible verificar cuánta gente depende económicamente del Estado. Cifras oficiales de 2018 indican que hay 3.645.579 empleados del Estado: 703.519 de la administración nacional, 2.318.348 son empleados provinciales y 623.722 trabajan en los municipios. Por otra parte, hay 7.047.000 jubilados, 3.920.455 niños cobran AUH y hay 4.368.272 beneficiarios de asignaciones familiares. Solamente 93.451 personas cobran subsidio al desempleo.
Vale repetirlo: la realidad laboral es mucho más seria de lo que indica el índice de desocupación. Es un problema dependiente de la realidad macroeconómica, pero también de la visión educativa y de la voluntad política para resolver las carencias de fondo a partir de la gente que las necesita.
La famosa y deplorable "grieta" impide ver la realidad, que no es simple y que no se va a resolver mientras la grieta exista.
Mitos y leyendas
En primer lugar, hay que eliminar el pensamiento mágico: la Argentina no es un país rico, bendecido por Dios, con un sistema educativo que garantiza una formación laboral impecable; tampoco se puede seguir creyendo en un complot internacional para frenar el crecimiento de una nación que podría convertirse en potencia.
La política no ofrece respuestas a las preguntas realistas.
. ¿Es viable un sistema industrial que solo puede sostenerse con subsidios?
. ¿Cuáles son las condiciones tecnológicas y comerciales insoslayables?
. ¿Es posible crecer en base solamente al mercado interno?
. ¿Puede la Argentina cifrar sus expectativas de comercio exterior solamente en China y alguna otra autocracia?
El fracaso nacional, que ya lleva décadas no se pudo resolver no con la ilusión del "derrame" ni con la narrativa populista. Pero se puede resolver con un proyecto de desarrollo productivo que contemple objetivos y recursos financieros genuinos, equilibrio fiscal, y leyes laborales, impositivas y previsionales que brinden seguridad jurídica. ¿Alguien lo tiene?
Es claro que un proyecto de esa naturaleza no es simple: las grandes corporaciones, los sindicatos y las estructuras políticas basadas en el clientelismo no lo van a apoyar, porque significa eliminar privilegios.
Y los que serían beneficiarios de un cambio profundo, los asalariados y cuentapropistas, ya están escaldados de promesas incumplidas.
También es cierto que, como nunca, hace falta una visión del mundo de hoy y del futuro. La transformación es meteórica. La tradición populista y la literatura de izquierda siguen empantanados en conflictos del pasado.
Los liderazgos del siglo XXI instalan el mesianismo en repúblicas que crecieron con la social democracia y no hay en la Argentina partidos políticos para organizar la mirada, las metas y los acuerdos.
Hoy todo está cifrado entre Mauricio Macri y Alberto Fernández. Allí se juegan los amores y los odios que calientan las redes sociales.
Las personas son importantes, pero ya no vale el mesianismo; la solución solo puede venir de los proyectos y los consensos.
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