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¿Quién enfrentará a Donald Trump?

Miércoles, 11 de marzo de 2020 00:00
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La repentina recuperación del exvicepresidente Joe Biden en el "clásico" supermartes de las elecciones primarias del Partido Demócrata, cuyos resultados cortaron la racha victoriosa de su rival Bernie Sanders, abre una instancia de singular suspenso en torno al desenlace de la compulsa para decidir quién será en noviembre el rival de Donald Trump.

Sanders, expresión del ala izquierda de su partido, con una retórica que no se molesta en desmentir el rótulo de "socialista" que le endilgan sus adversarios, empieza a padecer las consecuencias de una contraofensiva política subterránea del aparato demócrata tradicional, asustado porque ese perfil ideológico puede espantar al electorado independiente y allanar el camino para la reelección del Donald Trump.

Esa reacción del "establishment" demócrata se expresó cuando, días antes del decisivo supermartes, tres precandidatos "moderados", Peter Buttigieg, Tom Steyer y Amy Klobuchar, retiraron sus postulaciones para apoyar a Biden y quedó más en evidencia con el estrepitoso anuncio del multimillonario Michael Bloomberg, quien el miércoles pasado también declinó su candidatura para respaldar al exvicepresidente de Barack Obama.

El caso Bloomberg

El vuelco de Bloomberg no es un hecho menor. Este financista de origen republicano pero que fue elegido alcalde de Nueva York por el Partido Demócrata, había salido precisamente a la palestra alarmado por el peligro de que la debilidad exhibida por Biden con sus malos resultados en las primeras compulsas primarias transformasen a los éxitos de Sanders en una arrasadora bola de nieve.

Para impedirlo, Bloomberg invirtió en escasas semanas, y solo para su lanzamiento, la friolera de 500 millones de dólares de su inmensa fortuna personal, estimada en 60.000 millones de dólares, una cifra que lo ubica entre los diez hombres más ricos del mundo. Decepcionado por su performance en el "supermartes" optó entonces por apoyar a Biden.

Este giro de Bloomberg, más allá de lo que signifique en término de votos, probablemente suponga una gigantesca inyección de fondos para impulsar la postulación de Biden. Importa subrayar que en las elecciones estadounidenses la financiación de las campañas es para los candidatos una preocupación tan prioritaria como la búsqueda de votos.

La andanada de Trump

Trump tampoco se quedó atrás. Con su habitual incontinencia verbal, afirmó que "la elite demócrata se ha unido y aplastado a Sanders". Ridiculizó también a Bloomberg, con la obvia intención de restar relevancia a su apoyo a Biden: "Le podría haber dicho hace tiempo que no tiene lo que hay que tener y se hubiera ahorrado 1.000 millones de dólares. Ahora pondrá su dinero en la campaña del soñoliento Joe, esperando salvar la cara". Flemáticamente, Bloomberg le respondió: "Nos vemos pronto, Donald".

En coincidencia con los temores del "establishment" demócrata, es más que evidente que Trump prefiere confrontar en las urnas con Sanders para transformar la elección presidencial en una imaginaria opción entre "capitalismo y socialismo" en Estados Unidos. Baste recordar que el fracasado juicio político contra el mandatario republicano tuvo origen en la acusación de haber presionado al gobierno de Ucrania para que incriminara judicialmente a Hunter Biden, hijo del candidato demócrata, por un supuesto tráfico de influencias cuando su padre era vicepresidente de Obama.

¿Un tiro por la culata?

Estas intromisiones cruzadas del aparato demócrata y la Casa Blanca hacen aún más complicado el horizonte de la contienda. Suele decirse que el ganador del "supermartes" es el casi seguro candidato de su partido. En el caso de los demócratas, esa regla se cumplió en diecisiete de las dieciocho últimas elecciones presidenciales.

Pero las peculiaridades del sistema electoral hacen que en esta oportunidad ninguno de los dos contendientes pueda adjudicarse indiscutiblemente la victoria. Si bien Biden ganó en diez de los catorce estados en disputa, Sanders se impuso en otros cuatro, entre ellos California, un baluarte demócrata y el distrito más importante del país. Encima, el principal de los estados en que triunfó Biden fue Texas, un distrito tradicionalmente republicano donde los demócratas no tienen chances de ganar.

Conviene puntualizar que en las elecciones presidenciales el vencedor en cada estado se adjudica la totalidad de sus representantes al Colegio Electoral. Esto implica que en la compulsa de noviembre, sea quien fuere el candidato demócrata, sumará a su favor la totalidad de los electores de California y a ninguno de Texas.

Pero la reglamentación de las elecciones primarias demócratas estipula un mecanismo de representación diferente al régimen vigente a nivel nacional. Los delegados de cada estado a la convención partidaria se eligen por un sistema de representación proporcional entre los precandidatos que obtengan un piso del 15% de los votos.

Final abierto

El "supermartes" dejó atrás el anterior escenario de fragmentación entre un puñado de candidaturas y polariza la decisión entre Sanders y Biden. Sin embargo, la paridad entre ambos y la existencia de un conjunto de delega dos

obtenidos por Buttigieg, Klobuchar, Steyer y Bloomberg en las elecciones en las que compitieron, más los que haya acumulado Warren, abren incluso la posibilidad de que ninguno de los dos rivales alcance la mitad más uno de los 3.879 delegados, la cantidad necesaria para que en la convención nacional demócrata, que tendrá lugar en entre el 13 y el 16 de julio en Wisconsin, pueda consagrarse en la primera votación.
En ese escenario, el “establishment” demócrata también podría sacar a relucir su carta de triunfo, porque entrarían a jugar también 776 delegados no electos, representantes de los distintos organismos partidarios, cuya posición entonces resultaría decisiva y que, por carecer de mandato estarían en condiciones de inclinar el fiel de la balanza. En esas condiciones el candidato sería Biden. En tal caso, el aparato demócrata conseguiría lo que no pudo lograr el aparato republicano en 2015, cuando empeñó todas sus fuerzas para impedir la nominación de Trump.
Sin embargo, una alternativa semejante constituiría la piedra de un escándalo político que podría abrir una verdadera caja de Pandora. Corresponde computar que en Estados Unidos el voto es voluntario. Los candidatos tienen que conseguir que sus partidarios concurran a las urnas. La mayoría de los que votan son los convencidos y la mayoría de los indecisos suelen permanecer en sus hogares. El voto por el “mal menor”, que puede resultar decisivo en un escenario de extrema paridad de fuerzas, no es una costumbre estadounidense. Esa distinción entre la imagen positiva o negativa de los candidatos, su intención de voto y el sufragio efectivamente emitido en las urnas es una pesadilla para los encuestadores.

Sistema y antisistema

Las encuestas revelaron que en las elecciones de noviembre de 2016 un porcentaje nada desdeñable de quienes meses atrás habían sufragado por Sanders, un “outsider” de izquierda, en las primarias demócratas no votó luego por Hillary Clinton, una exponente arquetípica del “establishment” político de Washington, sino que se abstuvo o incluso prefirió votar por otro “outsider” como Trump.
El electorado de Sanders, que más que de “izquierda” es en su mayoría “antisistema”, es hoy básicamente el mismo que en 2016 y la imagen de Biden como el candidato del aparato partidario tradicional remite a la figura de Hillary. Para ganar, los demócratas tendrían que esforzarse por evitar que esa historia se repita.
 

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