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Sabado, 16 de mayo de 2020 00:00
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En tiempos de pandemia y su correlato de cuarentena, nos está distanciando de un acontecimiento de trascendencia: los 250 años del natalicio y 200 de fallecimiento de Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González. Había nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, siendo el cuarto hijo varón de Domingo Belgrano Peri (natural de Oneglia en Liguria, Italia) y María Josefa González Caseros (natural de Santiago del Estero). El medio familiar donde Belgrano recibió su primera educación y las aulas donde cursó sus estudios primarios y universitarios constituyen el pedestal de su futura actuación.

Manuel Belgrano hizo sus estudios primarios en Buenos Aires, probablemente en el colegio de Santo Domingo, completándolos después en el Colegio de San Carlos de la misma ciudad, institución en que cursó Lógica, Física, Filosofía y Literatura. Los estudios de filosofía los inició bajo el magisterio del padre Luis Chorroarín, esforzado formador de los hombres de la generación de Mayo. Nuestro prócer, obtuvo el título de Licenciado en Filosofía el 8 de junio de 1787.

Belgrano demostró como estudiante excelentes cualidades intelectuales, estas bellas disposiciones al estudio decidieron a su padre a dar continuidad a sus estudios y quiso orientarlo al comercio, como era su profesión. En 1786 fue autorizado por el virrey para enviarlo a España junto a su hermano Francisco, a fin de que se instruyeran en el comercio, se matricularan en esa materia, y volviesen a Buenos Aires, con buena formación y diversas mercaderías. Aunque Belgrano deseaba instruirse en las ciencias indicadas por su padre, sin embargo, mudó de parecer y se inscribió el 4 de noviembre de 1786 en la Universidad de Salamanca, para dedicarse al derecho. En enero de 1789 obtuvo el título de Bachiller en Leyes, y en 6 de febrero de 1793, el título de abogado. En algún momento; en carta a su padre; manifiesta la esperanza de actuar en la diplomacia, que a su juicio era una "carrera brillantísima".

Las lecturas del prócer

En su estancia hispana, en 1789 cuando había alcanzado el grado de bachiller en leyes, estalló la Revolución Francesa. Esto lo llevó a estudiar detenidamente los acontecimientos de Francia. El suceso debió dejar profundas huellas en su espíritu ya que; en su Autobiografía, escrita en 1814, recuerda que en ese año se encontraba en España donde los hechos determinaron "la variación de las ideas particularmente en los hombres de letras con quienes trataba".

Pero estas novedades no cortaron el lazo de su tradición espiritual ni a los afectos que lo unían a su hogar porteño. En carta a su madre le refiere, que excluye de sus lecturas los libros que no pueden proporcionarle algún provecho: "no quiero perder el tiempo en sandeces, pregunto a los hombres sabios que conozco para que me den su sentir, y así, no creo tener ninguna máxima libertina, sino muy fundadas en la razón".

Relata que tiene entre manos al inmortal Montesquieu, en su: "Esprit des Lois". Hombre de acendradas creencias religiosas muestra en estos años su delicadeza de conciencia al solicitar del Sumo Pontífice licencia para leer y retener libros prohibidos, autorización que obtiene de Pío VI.

El auge de los estudios sobre economía política que imperaba en ese momento en España, lo vinculó estrechamente con las sociedades económicas y le permitió frecuentar el trato de personalidades especializadas en estos estudios. Al fundarse en Salamanca la Academia de práctica forense y economía política, fue elegido presidente y cuando se estableció en Madrid, donde permaneció varios años, fue miembro de la Academia de Santa Bárbara del mismo género.

Políglota

Ese lapso de residencia en la madre patria, fue el más provechoso para su cultura intelectual. Se aplicó al estudio de los idiomas vivos, a la economía política y al derecho público.

En ese tiempo aprende inglés, en cuanto al francés podía mantener una conversación, mientras que poseía un dominio tal del italiano, que sus interlocutores italianos, lo oían hablar al igual que su idioma. El conocimiento de estas lenguas le permitió leer en su idioma original a los grandes economistas de la época: Francois Quesnay, Bernardo Ward, Antonio Genovesi y Ferdinando Galiani. El trato con los hombres de letras y políticos distinguidos mantenía encendida su inquietud intelectual, en él se despertaba según confesó: "el deseo de propender en cuanto pudiese al provecho general orientando mis investigaciones a favor de mi patria".

En 1794 tradujo del francés las "Máximas Generales del Gobierno Económico de un Reyno Agricultor". En la portada se anuncia que "fue traducido por D. Manuel Belgrano, Abogado de los Reales Consejos, y Secretario del Consulado de Buenos Aires", y dedicada al Sr. Diego de Noronha, Gran Cruz de la Orden de Santiago. Una edición facsímil de esta traducción se imprimió al cuidado de Cultura Hispánica con motivo de la visita del Sr. Presidente de la República Argentina, Dr. Raúl Ricardo Alfonsín a la madre patria el 14 de mayo de 1984.

Con el espíritu lleno de ilusiones y con los mayores anhelos de trabajo; Belgrano que recién contaba 24 años; regresó a Buenos Aires. Ansioso por divulgar en el Río de la Plata las nuevas ideas que corrían por Europa tradujo del francés y publicó inmediatamente en 1796 en la Imprenta de los Expósitos, los "Principios de la ciencia económico-política". La obra, dedicada al Virrey Melo, analiza los principios de la nueva ciencia.

Educación y modernidad

Si bien los fisiócratas consideraban que la prosperidad de los pueblos residía en la agricultura y la ganadería, en esta obra se reconoce que la felicidad de los pueblos depende de “la instrucción regular y uniforme de todos los estados” y que la educación, aunque colocada en segundo orden entre las necesidades naturales del hombre, en realidad consistía en mantener, defender y hacer prosperar la sociedad como factor de primer orden.

Sus ideas sobre el valor de los bienes, (donde se percibe la influencia de Condillac), la convicción en las ventajas del librecambio, sus análisis sobre la necesidad de desarrollar las actividades agrícolas y el comercio, de fomentar el cambio tecnológico y la educación técnica y de desarrollar las obras de infraestructura, permiten apreciar el carácter progresista de su visión económica.

La equilibrada combinación de las ideas fisiocráticas y del liberalismo en ascenso con la realidad que le rodeaba, le impulsan a luchar por una economía que aún estaba contenida por unas instituciones que gradualmente dejaban de ser funcional a la expansión económica.

Sus sólidos estudios fortalecieron su recto juicio y encendieron en su alma ese amor por sus semejantes, que es uno de los rasgos distintivos de su carácter. Esos estudios del que fue importador, y que ayudado por Castelli, por Vieytes, Moreno y otras inteligencias argentinas popularizó en las orillas del Plata, contribuyeron eficazmente a dar forma y dirección práctica a las ideas de progreso, ilustrando a la generalidad sobre sus verdaderos intereses. Ellos influyeron poderosamente en la preparación de la revolución política que estalló más tarde, la que fue precedida por la revolución económica del comercio libre, que emancipó mercantilmente a la colonia de su metrópoli, triunfo pacífico al cual no es extraño el nombre y la influencia de Belgrano. 

Biblioteca Pública

Sus intereses no le hicieron olvidar una institución cultural a cuyo nacimiento asistió en Buenos Aires. Hubieron intentos de creación anteriores a mayo de 1810, pero las primeras disposiciones concretas se producen siendo vocal de la Junta, cuando se ordenó que las ricas bibliotecas de los conspiradores de Córdoba pasasen a integrar el fondo de la proyectada fundación. Mientras se reunían las donaciones y se preparaba el local, llegó la primera contribución cuyo testimonio consigna en el libro de donaciones de la Biblioteca Nacional. Estas donaciones totalizaron ochenta y seis obras distribuidas en ciento cuarenta y nueve volúmenes. 

Un año y medio después de haber sido lanzada la iniciativa de creación de la Biblioteca Pública, el 1 de marzo de 1812, el Triunvirato invitaba para la solemne inauguración. Con su reconocida generosidad otra vez Belgrano se había anticipado y en La Gaceta del 24 de enero de 1812 se lee: “El señor coronel don Manuel Belgrano después de los cuantiosos anteriores donativos anunciados se ha despojado aun de los libros que había reservado para su uso poniendo a disposición del Director de la Biblioteca, su maestro Chorroarín, el último resto de su librería, sin reserva. Los libros eran muy variados, desde los autores clásicos antiguos como Marco Aurelio y Ovidio, pasando por Petrarca y el Romancero del Cid, hasta los textos de Matemáticas, Física, Economía Política, que proclaman las preocupaciones intelectuales de su poseedor.

La cultura en las trincheras

En todo su periplo militar, no deja de entregarse al placer de la lectura y particularmente al estudio de la estrategia militar, según se aconseja de los expertos en el tema. Do quiera que va, los libros lo acompañan y son sólido norte en la claridad de sus decisiones

En 1805 había llegado a sus manos la “Despedida de Washington al pueblo de los Estados Unidos”. Desde entonces, la obra lo acompañaba como libro de cabecera, y hasta llegó a emprender su traducción para hacerla conocer entre sus paisanos. Pergeñados los borradores, las obligaciones no le dieron lugar a revisarlos y los llevó consigo a la expedición del Paraguay con el ánimo de concluir el trabajo; pero en la apurada acción del 9 de marzo de 1811 en Tacuarí, los originales fueron quemados con otros papeles. Mientras transcurrían las campañas por la emancipación, se manifestó “ansioso de que las lecciones del héroe americano se propaguen entre nosotros”, mientras el Ejército del Alto Perú se encontraba detenido en las márgenes del Río Pasaje, volvió a emprender otra tarea con el objeto de dar la traducción a la prensa. A fin de dar pronto despacho a esta tarea, se valió de su médico el doctor Redhead. Así, en suelo salteño, se tradujo este interesante texto, esencial en la comprensión del bagaje intelectual de Manuel Belgrano.

En tiempos en que la Patria es atenazada por múltiples dificultades, es bueno volver la mirada sobre un hombre polifacético de una sólida formación intelectual que se comprometió profundamente en beneficio de los habitantes de este bendito suelo.

 

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