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"Color piel", el estigma y la barbarie

Viernes, 19 de junio de 2020 00:00
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Pensemos en el color que elegíamos, cuando en la escuela nos decían: "Tomen el lápiz color piel".

La muerte de George Floyd, el 25 de mayo, junto a la de Ahmaud Arbery el 23 de febrero y la de Breonna Taylor el 13 de marzo, pusieron de manifiesto que el poder policial estadounidense está diseñado para poner a las personas de color piel negra en el blanco. Con la precisión de una mano entrenada y una mente adiestrada durante años, los tiros al blanco han demostrado ser acertados, injustos, prejuiciosos y cobardes.

Cuando se enseña que las diferencias raciales significan una amenaza y cuando se asocia el color de piel a prejuicios, estamos ante un verdadero problema. Cuando se comete el grave error de creer que una persona de piel negra sólo puede convertir en su víctima a otra de piel blanca; cuando esto ocurre y se repite sistemáticamente tenemos, como resultado una sociedad en erupción, una sociedad quebrada, dividida y arrojada a la involución más profunda: la del ser primitivo que siente miedo y mata.

Durante décadas las fuerzas policiales estadounidenses han abusado de su poder, lo que no parecería haber variado en esta línea de sucesos trágicos cargados de injusticias, es el oprimido. En la mayoría de los casos, se trata de personas afroamericanas. Sí, personas de piel color negro.

Imaginemos el color de piel como si fuera una caja de lápices. Las personas de piel de color blanco nacen en un país donde la mayoría tiene un tono parecido al de ellos, un poco más rosado, algo más amarillo, un tinte más verdoso o quizás hasta un tono naranja o rojizo. Se les enseña a esos habitantes predominantes en cantidad, no necesariamente en calidad, que en Estados Unidos gobierna ese color por sobre otros. Que las reglas las ponen ellos, que las escuelas serán mejor financiadas y mantenidas para ellos, que los barrios serán de mayor calidad y estarán mejor ubicados para ellos, que los puestos de trabajo relevantes serán ocupados por ellos y que la atención médica que recibirán será excepcional, para ellos.

Se estableció que las personas sometidas fueran los que dentro de la caja de lápices estarían más cerca de los colores tierra, los marrones y los negros y estos no tuvieron opción; simplemente se les comunicó que este es un mundo donde los de color piel clara mandan y por eso han crecido y se desarrollan desde sus orígenes sobre los prejuicios de una desigualdad vergonzosa.

Las personas afroamericanas se han acostumbrado desde pequeños a ver películas donde son exitosos los niños y niñas de color piel blanca. Si pensamos en figuras como Papá Noel, Spiderman, Batman, Cenicienta, La Sirenita entre muchos otros personajes que marcaron nuestra infancia, nos daremos cuenta que allí hay algo que "falta"; los niños afroamericanos no juegan con barbies ni muñecas de color piel negro, pues escasean en el mercado. También es cierto que aproximadamente a los 6 años de edad muchos de ellos han querido, soñado e incluso manifestado a sus padres que deseaban con todo el corazón ser de color piel clara. Las mujeres se criaron sabiendo que mientras más oscura es su piel, ellas son menos deseadas. Algunas se someten a tratamientos para aclarar la piel mediante cremas que atacan la melanina, blanqueándola. La posibilidad de elegir para una mujer afroamericana es casi nula. Durante los dolorosos años de esclavitud, y aún hoy, son abusadas física y mentalmente. Se decidió que fueran objetos.

Se genera así una actitud colectiva alimentada de prejuicios, generando miedo, rechazo y discriminación. George Floyd murió víctima de una estructura de propaganda sistemática que pone de manifiesto que la vida de una persona de piel negra no tiene valor. La muerte de George, Amaud y Breonna junto a otras miles de muertes que no llegan jamás a estar en los medios, son el resultado de esa historia de predominio de un color sobre otro. Los lápices deberían estar todos en un mismo nivel. Si pensamos la naturaleza humana con la estructura de los lápices que tienen un cuerpo de madera y un centro de color, también en las personas el alma es de color. Y eso es lo que sale y emerge del cuerpo de madera, esa es nuestra identidad, nuestro centro y nuestra raíz. Sólo el color del alma determina lo que somos y el trazo que dejamos en el mundo. Lo que no podemos es borrar la injusticia. Las muertes y las protestas son la consecuencia de un ciclo vicioso de malestar social. Las personas de color negro mueren bajo la rodilla, el arma, el brazo, bajo la palabra, la mirada, y el abuso constante de parte de sus hermanos blancos. Un policía, quien supuestamente fue educado y entrenado para protegerlos, tiene en sus manos el poder de determinar el rumbo o el fin de sus vidas.

Los prejuicios conducen a la formación de ideas que como un río desembocan en un mar de ignorancia donde al que es de color piel oscura se lo asocia directamente con el crimen. Se activan en el cerebro pensamientos negativos, se cree que son más propensos a la venta de drogas, a la violación de mujeres, a robar y a matar. Son introducidos al mundo bajo la premisa de creer que algo mal están haciendo, que algo se traen entre las manos. El mensaje que una persona de piel negra puede generar al estar haciendo actividad física con una capucha puesta en la cabeza es completamente distinto al de una persona de piel blanca haciendo la misma actividad. La persona de color piel negra está en el blanco siempre. Se los observa con otros ojos, porque se lo introduce a la sociedad como peligrosos.

Las personas de color negro son culpables antes de que se analice el caso y están acostumbrados a perder antes de jugar el juego. Idealmente, los jugadores salen de la línea de largada con las mismas condiciones y oportunidades.

Ellos son invitados a jugar, pero se les da menos recursos, menos fichas, menos jugadores, menos dinero, no tienen acceso a propiedades cómodas y bien localizadas, no se les permite frenar en ciertos casilleros. Se les ponen restricciones, condiciones, se los burla, se los atropella, se los asusta, se los desprotege y se los mata. Si esto fuera una carrera de 100 metros, los blancos juegan con equipos y zapatillas de primera calidad bajo el entrenamiento de expertos mientras los negros corren sin entrenador, con o sin zapatillas y bajo una inmensa desmotivación anímica.
Son menos los que logran terminar los estudios o acceder a una carrera universitaria y si lo logran, luego es para ellos más difícil conseguir puestos de relevancia en empresas. Al aplicar a un trabajo, saben que cuentan con menos chances ya que está comprobado durante el proceso de selección, en EEUU se prefiere a las personas con nombres de origen americano antes que las de origen africano. Si consiguen la entrevista, les cuestionan la presencia. Lo cual tiene que ver más que nada con el pelo. Y ahí es donde la ignorancia nuevamente entra y arrasa con lo más natural, indentificatorio y único de su raza: sus cabellos rizados. Desde pequeños se les enseña a hacer crecer el pelo, a peinarlo y cuidarlo. Muchos de ellos tanto mujeres como hombres se trenzan el pelo y pasan horas junto a integrantes de la familia o amigos que colaboran y celebran este ritual. Es parte de su cultura pero deben cambiarla si quieren conseguir un buen trabajo. Se les pide que luzcan más profesionales, que se alisen el pelo, acorde a los ideales estéticos de las personas blancas. Aún bajo las reglas de una supremacía blanca agobiante y devastadora como una avalancha que los arrastra, ellos siguen participando quizás porque tienen la esperanza de que, alguna vez, se los reconozca como iguales. Sueñan con el día en que no haya más esclavos en el mundo, y también sueñan con vivir en mejores barrios, en tener acceso a ciertas escuelas y universidades. Sueñan con poder caminar por las calles tranquilos y no morir de asfixia bajo la presión en el cuello de la rodilla de un policía blanco.
Aún oprimidos, cansados, con miedo, en desventaja, y desprotegidos, siguen haciendo su parte. Algunos caen, como todas las minorías desechadas, en la venta de drogas habilitadas para ellos como el crack que proviene de la misma fuente que la cocaína, variando en precio, calidad y pureza. Algunos tienen que salir a ayudar en sus casas antes de ir tras sus sueños porque quizás los padres no consiguen sostener sus trabajos, por falta de oportunidad o por discriminación. Quizás el cansancio y la opresión gane a mucho de ellos.
 Quizás así se sientan “alguien”. Muriendo por un ajuste de cuentas. Quizás porque el mundo nunca los entendió ni recibió, ellos crean que son merecedores de vivir aislados en barrios de bajos recursos. Quizás el hecho de nunca haber visto un dibujo animado o un personaje heroico que se parezca a ellos, los haga sentir despreciados. Muchos de ellos aceptan la injusticia. ¿Cómo se puede ser indiferente, no detenerse ante la súplica de una persona que agoniza indefensa? ¿Cómo podemos pensar en la coexistencia, en el bienestar y en la armonía de una sociedad si la convivencia de las personas de piel blanca con las de color negro está diseñada para el éxito de unos y el fracaso de otros?. Día tras día, el contrato social que debiera estar respaldado por las instituciones del Estado pierde validez para una parte y adquiere poder para la otra. Debemos generar un rumbo hacia nuevas conciencias, un cambio cultural que incluya la formación en derechos humanos dentro de las fuerzas policiales, donde los ciudadanos estadounidenses velen por un país justo donde las instituciones den respuesta y sean objetivas ante todos por igual, donde las escuelas, los maestros, las universidades, los clubes, los deportes, las calles, los comercios y el transporte sean de igual acceso. Con igualdad, con respeto y sin temor a la     diversidad -como en la caja de lápices de colores- haremos un     mundo con una cultura que se eleve y evolucione en la pluralidad y     multiplicidad de razas.
 

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