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Las vacunas contra el coronavirus que ya se administran en el mundo se producen de forma masiva en apenas cuatro países -EEUU, India, China y Rusia- y la situación sanitaria y política dentro de cada uno de ellos explica por qué la llegada de dosis al resto del planeta seguirá a cuentagotas, en el mejor de los casos.
La lenta producción genera cruces de declaraciones, presentaciones judiciales, quejas diplomáticas, negociaciones inusuales y una disputa que preocupa al mundo.
El concepto que ya se había vuelto lugar común el año pasado: nunca una vacuna se logró tan velozmente y jamás su producción en cadena pareció tan lenta, todo en un escenario en el que intereses comerciales y políticos cruzan de por sí una áspera competencia internacional.
La India y la explosión de contagios dejó al país sin camas y sin oxígeno, con el agregado de que a mayor propagación del virus más chances de mutar y, en consecuencia, más interrogantes genera respecto de las vacunas.
En China se propuso ser el gran distribuidor de vacunas sobre todo en los países en desarrollo y trazó por eso un ambicioso plan de generar 2.000 millones de dosis.
Por lo pronto, sus vacunas Sinopharm, Sinovac y CanSino ya llegan a 22 países, básicamente de África, Latinoamérica y el sudeste de Asia. Beijing cedió también unas 10 millones de dosis al Covax.
Mientras que EEUU tiene la ventaja de haber aprobado tres vacunas que se fabrican en su territorio (Pfizer, Moderna y J&J). Y hasta compró millones de dosis aún antes de ese visto bueno.
Rusia, puso a la Sputnik V, su validación como una de las más efectivas multiplicó la demanda.