inicia sesión o regístrate.
Según la definición del diccionario, decadencia es la "Pérdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o una persona".
El alcance del significado es necesario evaluarlo, para entender la respuesta de gran parte de la sociedad ante la pregunta direccionada a conocer la opinión ciudadana sobre la política. La mayoría de las veces se recibe como respuesta que "la política está en decadencia".
Y esa respuesta o percepción por parte de la ciudadanía no puede ser el resultado de otra cosa que no sean las conductas de la mayoría de las figuras públicas en la Argentina y en Salta en particular. La democracia se ha desvirtuado, porque la ciudadanía, que es sujeto y protagonista del sistema, está divorciada de la dirigencia y de las decisiones de quienes nos gobiernan.
Claramente percibimos que la política está en decadencia. La razón de ser de esta actividad, que es la construcción de una sociedad equitativa y con instituciones sólidas es ignorada por los principales actores.
Vemos que la búsqueda del bien común ha sido dejada de lado y se ha transformado en una colección de acciones para fortalecer la permanencia de personas en el poder.
Desde el Gobierno no dan a conocer ningún plan, sólo hay un aprovechamiento de las circunstancias para maquillar como positivo lo que no lo es. Si la verdad fuera otra, ¿por qué estamos cada vez peor?
La Argentina viene de la prosperidad al estancamiento y del estancamiento a la caída. El nivel de vida de la población va en franco descenso. No hay oportunidades a la vista, cada día hay más regulaciones que entorpecen y se hace cuesta arriba emprender actividades para salir del pozo. Vamos de mal en peor.
No hay que buscar responsables fuera de la Argentina. La responsabilidad recae sobre las personas con la misión de poner en práctica decisiones que cambien la realidad y que planteen las alternativas para revertir el proceso decadente en el cual estamos inmersos.
Las campañas electorales buscan instalar slogans o ofrecer ilusiones a los ojos de la sociedad. Pero nunca un plan. Los gobernantes llegan al poder sin un proyecto definido y de allí el rumbo errático de sus decisiones, mas inspirados en el impacto en las encuestas que en los beneficios para la gente. La responsabilidad de la decadencia está en la política, mejor dicho, en los que dicen ser políticos.
De un tiempo a esta parte resulta más importante la sumisión a los dictados de un líder que la búsqueda de ideas superadoras. "La palabra del jefe no se discute": es la consigna.
Esto no se modifica aunque ese jefe se aferre a una línea marcada por la necedad y la inconsistencia.
Las prioridades de la mayoría de los gobiernos no están puestas en cambiar la realidad para mejorarla sino en buscar la forma de quedarse "manejando el gobierno". En este proceso de decadencia política de Salta y la Argentina se va destruyendo las bases mismas de la sociedad, los valores sociales y el concepto de la ética pública y transparencia en la gestión.
Las denuncias por corrupción no avanzan, los jueces no juzgan y los fiscales no investigan; todo esto, si en el banquillo de los acusados debe ubicarse alguien de la política y sobre todo si es del poder en ejercicio.
La prioridad a la educación está solo en los discursos, la producción o el desarrollo económico solo recibe atención si el Estado puede sacarle algo; y a la hora de dar ayudas, las mismas son distribuidas por los funcionarios candidateables o punteros políticos para hacer creer que son ellos, a título personal, los que aportan las ayudas.
En materia de obras públicas, al día de hoy, hay más gasto en anuncios que en cemento. La reiteración de campañas de este tipo se asemeja a la repetición de episodios televisivos, de El Zorro, el Super Agente 86 o Bonanza.
El sistema financiero mundial ha dejado de ver a la Argentina como destino probable de inversiones. No porque sean malvados, sino porque no hay coherencia en el gobierno, las leyes son cambiantes, hay persecución a los empresarios, aumento injustificado de la presión fiscal y deterioro de las cuentas públicas por ausencia de planes de desarrollo. Solo se da "contención", ¿pero de incentivar el trabajo? Nada!
Se ha anunciado tres veces la obra de ampliación del hospital San Bernardo, aprovechando la memoria volátil de los salteños. Se toma un crédito de 20 millones de dólares a abonar en 15 años. Esto significa que se ha de gastar hoy recaudación de los próximos años en los cuales habrá otro gobierno. Pero lo llamativo que surge de analizar el presupuesto indica que esta obra puede hacerse con recursos propios si se mantiene el gasto de la gobernación a los niveles de la administración Urtubey. Sí, aunque Ud. no lo crea, esa afirmación es cierta.
En el último presupuesto del gobierno de Urtubey, el gasto de la Gobernación apenas superaba el 1% del presupuesto (año 2019), en el primer presupuesto de la administración actual ese gasto supera el 2%. Traducido en pesos el aumento es de alrededor de 1.600 millones de pesos, unos 16 millones de dólares al cambio oficial, en 15 años unos 240 millones de dólares equivalente al crédito que toma la provincia multiplicado por 20.
Estas cifras ponen al descubierto con claridad la forma de actuar de quienes nos gobiernan, primero la política y después las necesidades. El proceso decadente se puede revertir, por supuesto, pero para ello hay que fortalecer el trabajo y la generación de desarrollo humano.