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7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El Libertador, un héroe y un estadista

Martes, 17 de agosto de 2021 02:43
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José de San Martín se formó en el Seminario de Nobles de Madrid, establecimiento educativo al que ingresó siendo niño, entre los nueve y diez años. El Seminario estaba bajo la regencia de los padres jesuitas y tenía por lema: "Formar caballeros cristianos".

El objetivo apuntaba a formar la hombría de bien, un caballero, un servidor público respetuoso de la ley y el orden, un varón de honor y de nobleza de espíritu. Una formación integral con base ética.

La expulsión de los jesuitas, había generado cierta crisis de disciplina colegial. El Seminario fue intervenido y quedó a cargo de monseñor Manuel Abat y Lasiena. Con este baluarte de una sólida formación en valores y virtudes, se enrola en el Regimiento de Murcia.

El espíritu militar

En la etapa juvenil va construyendo un bagaje ideológico, que luego se cimentará con la experiencia. A esta se suman las ideas que provienen del movimiento ideológico del siglo, la influencia de obras y autores clásicos manifestadas en su corpus documental. Por ello, y por razones sentimentales acudió a América cuando las ideas estaban en juego.

En su primera actuación ya en tierras rioplatenses, se revela el militar imbuido de un continente de ideas de base ética. Organiza un cuerpo de ejército en el que la tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta en cuanto que es el cuerpo que debe conservar el orden público y dar fuerza al gobierno para ejecutarlo y hacerse respetar de los agravios, que serán más insolentes con el mal ejemplo de los militares. A proporción de los grandes fines a que están ellas destinadas, se dictaron las penas para sus delitos.

Es también San Martín un buen jefe militar de alta visión que trata de preservar la vida de sus soldados, como así también la vida de sus enemigos, ahorrar la sangre y la vida.

La idea política de la Independencia era fuego ardiente en San Martín. Hizo la guerra con humanidad y por la libertad, censurando la guerra injusta o la guerra inútil.

San Martín es modelo de soldado por sus cualidades, la disciplina, el valor y la voluntad tenaz que equipararon su fuerte personalidad militar. Valiente, experto y decidido a la muerte o la extinción de los usurpadores. Los soldados que formó, fieles en el honor y el triunfo, no eran terribles sino para los enemigos de la libertad.

Fue el organizador de la victoria, general que preparaba y ganaba las grandes batallas, poniendo la fuerza y el poder, la estrategia y la táctica al servicio del derecho.

Pero, ¿cuáles fueron sus ideas y cómo variaron en ciertos contenidos, en sus necesarios ajustes?

¿Cuáles fueron sus aportes? ¿Cuál fue el bagaje doctrinario que destacan al pensador singular, al estadista además del hombre de acción?

La construcción cívica

Ortega y Gasset expresa que el pensamiento político es solo una dimensión de la política. La otra es la actuación. Cuyo, Chile y Perú revelan al estadista, al gobernante, al pensador.

San Martín creyó que, si bien el individuo no debía subordinarse por completo al poder rector, era inconveniente que éste se colocara bajo su capricho y dependencia, menos aún en tiempos de revolución, en una crisis en momentos en que se regeneraban las sociedades políticas y al decidirse la suerte de la América del Sur.

Su caudal ideológico partía de su conceptualización del movimiento revolucionario como justo, pues derivaba de la opinión popular soberana. Expresaba: "son los sinceros deseos del gobierno de Chile y de las Provincias Unidas, que se oyese la exposición de sus quejas y derechos y se permitiese a los pueblos adoptar libremente la forma de gobierno que creyesen conveniente, cuya deliberación espontánea sería la ley suprema".

En instancias de producirse la independencia de los pueblos con el correlato de sancionar sus primeras cartas magnas, el pueblo comenzaba a conocer por los hechos el precio de la libertad política y ante esa realidad, el anhelo era ver "a sus hijos eligiendo libremente su gobierno y apareciendo a la faz del globo entre el rango de las naciones".

Su más grande anhelo se condensa en la formación de gobiernos representativos sin obstáculos "para deliberar y cumplir sus votos". A Bolívar le expresa: "A ninguno compete prevenir por la fuerza la deliberación de los pueblos", solo así "no vencerá el absolutismo ni fracasará la revolución a pesar de sus desniveles y crisis".

En la observación de quien era dado a la captación aguda, un rasgo perturbador en las nuevas naciones independizadas era la general falta de cultura política y práctica de gobierno. Faltaba en aquellos primeros días de emancipación la armonía, lo vertebral, el encauce de fuerzas, orden y dirección en anhelos nobles: "No son los hombres, no en los hombres es donde residen los males, sino en las instituciones".

Era imprescindible propender a la cultura cívica y política de la mayoría, debía ser una línea de acción a cumplirse, como también procurar la "seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad".

Era indispensable establecer un poder judicial independiente "al que pudiesen reclamar los pueblos libres de los abusos. El pueblo debía ver la mejora de sus instituciones, baluarte para el sostenimiento de la emancipación que había demandado tantos sacrificios, destrucción de fortunas, desenfreno y guerra civil.

Era menester lograr una organización estable.

En 1816, en carta a Godoy Cruz manifiesta: “Dos son las bases sobre las cuales reposa la estabilidad de los gobiernos conocidos, a saber: en la observancia de las leyes o en la fuerza armada; los representativos se apoyan en la primera, los absolutos en la segunda; de ambas garantías carecen los de América; las leyes, si tales puede llamarse el caos de las nuestras, se hallan sin vigor, porque no puede alcanzar su influencia a hombres que, en razón de su educación las ignoran”.
Más tarde manifiesta: “No soy de opinión de emplear medios violentos para mantener el orden; no mi amigo, estoy distante de dar tal consejo, lo que deseo es que el gobierno, siguiendo una línea de justicia severa, haga respetar las leyes”.
En el ideario sanmartiniano lo institucional y lo legal, los hábitos de labor, la libertad consciente de límites e independencia de los Estados, son los instrumentos para consolidar al Estado. 
Otro vértice de su pensamiento era tener en cuenta la naturaleza, el pasado, necesidades y aspiraciones de los países. 

Respeto a la opinión pública 

Otra idea centro en el pensamiento político sanmartiniano: “No dar un solo paso más allá de la marcha progresiva de la opinión pública”.
Esta simpatía hacia la opinión pública es uno de los factores que explican la popularidad de San Martín, este hecho de singular que provenía de un guerrero y del cual “los habitantes hablaban de él con respeto y entusiasmo”.
Cuyo fue el primer escenario de su acción civil y militar. Preparó la fuerza libertadora en el arma y en el alma de la misma para lograr una matemática eficacia en lo militar y el sentimiento de cumplir con una elevada misión moral. San Martín fue responsable y guía de la vasta región y sus preocupaciones se traducían en bandos, minutas, decretos, proclamas, oficios, cartas y obras, en los fines civiles y guerreros que deliberadamente comprendía en sus funciones.
San Martín es modelo de hombre de bien por su honradez, como cualidad madre del corazón, y por los ideales de justicia que abrazó, fuerzas de su ser moral, resultantes de su larga experiencia adquirida en escenarios del mundo.
Modelo de hijo, de esposo, de padre, de abuelo, de amigo. Educó a su hija como maestro de la vida en las doce máximas que se inician con la necesidad de humanizar el carácter y hacerlo sensible, hasta la de arraigar también en la mujer argentina, que había tenido una participación decisiva en la emancipación, la cualidad cívica por excelencia; el amor a la libertad.
Estas facetas del prócer, que lo presentan como arquetipo de soldado y de hombre de bien, descansan en la unidad indivisible de su vida privada y pública, en la que imperan, con sentido universal, las ideas fijas del Libertador, es decir las virtudes humanas que sostuvieron su culto por la libertad.
El genio de San Martín, alternativa o simultáneamente guerrero y político, brilla en los planes y triunfa en la realidad. Poseía la ciencia y el arte del conocimiento de los hombres y el sentido de las circunstancias. 
El Libertador tenía ideas políticas abstractas y concretas, que envolvía en un ropaje formal, sin ampulosidad, muy sencillo. Al decir de Ricardo Levene: “Conocía su adecuación al medio, un procedimiento inteligente y una técnica eficaz para poner en contacto fecundo el pensamiento con la vida, el ideal con la realidad”.

Estadista continental 

Su concepto de la política continental descansaba sobre la base de la Independencia de los Estados hermanos, libres y soberanos a la par que, reconociendo las fronteras propias de las naciones dotadas de la fuerza militar necesaria para sustentarla.
San Martín afirmó el principio de la libre determinación de los pueblos en el caso de Guayaquil, como ya lo había aplicado en los casos de las Provincias Unidas, Chile y Perú. La acción institucional en estas naciones, sus ideas constitucionales sobre la división de poderes, independencia de la justicia, las reformas que llevó a cabo y las teorías originales de su política internacional, revelan al estadista en el Derecho Público Americano y Argentino.
Tácito en su “Vida de Julio Agrícola”, se refiere a la transmisión a la posteridad de las acciones de los varones ilustres: “Al dejar el recuerdo de su virtud sin que los moviera la vanagloria sino el premio de su limpia conciencia”. 
La esencia última de la vida de San Martín está condensada en el principio ético trascendental expresada en el 1834 cuando afirma que “la suprema e inexplicable satisfacción de haber obrado bien es la única que acompaña hasta el sepulcro”.
La vigencia contemporánea de San Martín se erige en el pueblo argentino, sin distinciones políticas y sociales, es el símbolo viviente de Independencia y Libertad que encarna el Padre de la Patria.
San Martín protagonizó una gesta iniciada bajo el fragor de las armas, pero bruñida con el brillo de las Ideas y sustentada en una base ética indestructible.

 

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