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La sucesión del presidente mexicano Andrés López Obrador al frente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) focalizó la atención en un personaje excéntrico que desde hace veinte años gobierna un estado diminuto. Ralph Gonsalves, o como le gusta denominarse el "camarada Ralph", primer ministro de San Vicente e Islas Grenadinas, un pequeño archipiélago del Caribe independizado en 1979 pero integrado a la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth), declinó su postulación para la titularidad del organismo regional para allanar el camino del presidente argentino Alberto Fernández, cuya consagración quedó transitoriamente frustrada por la crisis de gabinete que desencadenó el relevo del canciller Felipe Solá.
Si bien la Celac carece de toda estructura institucional y tradicionalmente fue un organismo poco menos que simbólico, en esta oportunidad la elección adquirió relevancia política porque López Obrador y Fernández, en convergencia con sus colegas de Cuba, Miguel Díaz Canel; Venezuela, Nicolás Maduro, y Nicaragua, Daniel Ortega, más el propio Gonsalves manifestaron su interés en convertirlo en un contrapeso de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo recientemente reelecto secretario general, el excanciller socialista uruguayo Luis Almagro, es un férreo aliado de Washington en la región.
Gonsalves, quien en las elecciones de noviembre pasado logró su quinto mandato presidencial consecutivo, lidera el Partido de Unidad Laborista (ULP), una fuerza de raíz socialdemócrata inspirada en el laborismo británico, a la que llevó a asumir posiciones ideológicas cada vez más radicalizadas, que incluyeron la adhesión al Foro de San Pablo y la solidaridad militante con la Venezuela de Hugo Chávez, la Cuba de Fidel Castro y la Nicaragua de Ortega. San Vicente integra la Alianza Bolivariana para América (ALBA), esa iniciativa promovida en 2004 por Chávez que contó también en su momento con la adhesión del Ecuador de Rafael Correa y a la que, con el retorno al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, acaba de reincorporarse Bolivia.
Economista de profesión, el "tío Ralph", como cariñosamente lo llama el matrimonio Ortega, o "mini-Castro", como lo bautizaron en Moscú, tiene fama de intelectual. Entre su media docena de libros publicados sobresalen uno de carácter autobiográfico, "La formación del camarada: el viaje político de Ralph Gonsalves" y dos de carácter más ideológico: "El camino no capitalista de Desarrollo: África y el Caribe" y "Notas sobre algunos ideas del marxismo leninismo". Los títulos de sus obras ilustran acabadamente sobre su contenido, aunque en la acción política Gonsalves se manifiesta bastante más pragmático que en su producción teórica.
Una historia singular
San Vicente y Grenadinas, con una población de 120.000 habitantes, es un archipiélago con una superficie de apenas 389 kilómetros cuadrados, integrado por 32 islas e islotes. La principal es San Vicente. Su nombre responde al hecho de que su descubrimiento por Cristóbal Colón, el 22 de enero 1498, coincidiese con la celebración del Día de San Vicente. Pero en esa pequeña superficie anida una historia fascinante, plagada de revueltas sociales y conflictos políticos que ayuda a entender el intenso protagonismo asumido por Gonsalves en el escenario internacional.
Durante dos siglos los indígenas arahuacos y garífunas resistieron las invasiones europeas.
En ese lapso, esclavos negros supervivientes de naufragios o prófugos de territorios vecinos se sentaron en el archipiélago y se fusionaron con la población aborigen, en una amalgama étnica que forjó una identidad peculiar. Los europeos recién pudieron instalarse en el siglo XVII en pequeñas poblaciones costeras. Españoles, ingleses, franceses y holandeses disputaron el dominio de las islas hasta que quedó en manos británicas en 1783 hasta 1979, cuando Londres convocó a un referéndum, que decidió la independencia y la incorporación de la antigua colonia a la Mancomunidad Británica de Naciones.
El movimiento independentista tomó auge a fines de la década del 50, en especial a partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y la aparición del Partido Unión Obrera, donde el joven Gonsalves hizo sus primeras armas políticas.
Ese avance apresuró la decisión británica de traspasar la administración local. Desde la década el 80 gobernó el centroderechista Partido Demócrata, asociado al conservadurismo británico, mientras que la oposición de izquierda permanecía fracturada entre el Partido Laborista de San Vicente ("moderados") y el izquierdista Movimiento de Unidad Nacional ("rebeldes") que en 1994 se fusionaron en el ULP liderado por Gonsalves.
El ULP triunfó en las elecciones parlamentarias de 1998 y luego de 2001, fecha en que González asumió como primer ministro.
La oposición de derecha quedó agrupada en el Nuevo Partido Democrático (NPD).
En las elecciones de 2020, cuando Gonsalves logró su cuarta reelección, el NPD obtuvo el 50,3% de los votos, contra el 49,7% del partido gubernamental, pero el sistema electoral, copiado del británico, que divide al país en circunscripciones uninominales, permitió al ULP retener el gobierno al obtener 9 de las 16 bancas de la Asamblea Legislativa.
Para un país pobre con una población harto reducida, poco rinde mucho. Desde su asunción, Gonsalves hizo de la política exterior un instrumento para conseguir auxilio financiero a fin de aliviar las penurias de una economía anémica, solo impulsada por el turismo. Como su ascenso coincidió con el de Chávez, forjó una alianza estratégica con el líder bolivariano que le permitió tener petróleo barato. Su entendimiento con Fidel Castro le facilitó médicos y maestros cubanos para atender la salud pública y la educación. La debacle venezolana y su impacto en la economía cubana pusieron fin a ese período de bonanza efímera y lo obliga a buscar socios más solventes a través de un acercamiento con China y Rusia.
Esa estrategia de asociacionismo internacional para mitigar las dificultades económicas es la clave de la gestión de Gonsalves. Además pertenecer al ALBA, San Vicente y Grenadinas integra la Comunidad del Caribe (Caricom) y la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS). En cada caso procura lograr alguna contrapartida. Esa especialización lo habilitó en 2019 para un resonante éxito diplomático, como fue la elección de su país como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Desde allí se opuso a las sanciones contra Irán, Siria, Myanmar, Libia, Eritrea y Bielorrusia. Nunca lo hizo gratis. Según acredita la diplomacia argentina, tampoco resultó gratuito su desistimiento para ocupar la titularidad de la Celac.
Gonsalves acarrea una sola gran frustración que seguramente intentará superar como coronación triunfal de su exitosa carrera política. En 2009 convocó a un referéndum para que la población se expidiera sobre una reforma constitucional que implicaba la instauración de una república parlamentaria y la separación del país del Commonwealth. Tras una intensa campaña, en la que el laborismo apoyó la reforma y la oposición fundamentó su rechazo, el 56% de los votantes se pronunció por el “no” y solo 43% por el “sí”. Aunque a disgusto, el ”camarada Ralph” es el único mandatario marxista-leninista que, a la vez, es súbdito de la reina Isabel.
(*) Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico