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7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Degradando la educación nos encadenamos a nuestra decadencia

El gremialista Roberto Baradell, un paradigma de los paros eternos en las escuelas y de la intromisión ideológica en las aulas, fue autorizado para crear un instituto de "formación docente" en la Suteba y financiado por la provincia de Buenos Aires.
Domingo, 18 de diciembre de 2022 01:09
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"Y vi también a Sísifo, que padecía intensos dolores, sosteniendo una enorme roca con sus dos manos. Apoyándose con manos y pies, empujaba hacia arriba en la colina el pedrusco. Mas cuando estaba a punto de coronar la cima, entonces una violenta fuerza lo derribaba hacia atrás. Y luego la impúdica roca rodaba hasta el llano. Y él, de nuevo, volvía a transportarla con titánico esfuerzo. El sudor le brotaba y manaba de todos sus miembros y el polvo lo envolvía desde la cabeza a los pies". Así narra Homero, a través de Odiseo, su visión del padecimiento de Sísifo. Albert Camus reflexiona sobre este mito y dice: "El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y su destino no es menos absurdo".

¿Qué pueden pensar los tres de cada diez trabajadores argentinos -con empleo en blanco- que no pueden cubrir la canasta básica con el resultado de su trabajo; tras empujar sus rocas día tras día, por una colina cada vez más escarpada, solo para ver caer el fruto de sus esfuerzos mucho antes del fin de mes? Catorce millones de argentinos no llegan a fin de mes. ¿Qué podría pensar cada uno de esos trabajadores cuando trabajan con denuedo hora tras hora, día tras día, haciendo varios trabajos en horarios extenuantes; y nada de todo eso le sirve para no caer por debajo de la línea de pobreza? Ni hablar de ahorrar, crecer o progresar. ¿O cuando saben que se irá a repetir este ciclo de pobreza en sus hijos y nietos? Hace décadas que la movilidad social ascendente argentina es un mito tan extraño como el de Sísifo.

¿Qué podrá pensar un jubilado -el 86% de los jubilados del país cobra la mínima-, cuando el fruto de toda una vida de trabajo no le alcanza para llegar a fin de mes? ¿Cuándo ese monto lo deja -apenas- por sobre la línea de la indigencia, pero, en casi el 67% de los casos, por debajo de la línea de pobreza? ¿Pensarán todos ellos, como Camus, "que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza"?

El último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) consigna datos alarmantes sobre la economía del país: solo considerando la pobreza por ingresos, el 43,1% de la población del país vive por debajo de la línea de pobreza; más de 18 millones de argentinos. La tasa de indigencia se ubicó en el 8,1%; más de 8,5 millones de personas. En los últimos 10 años, la pobreza creció 15 puntos porcentuales.

El reporte describe, con crudeza: "los nuevos pobres son clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que no los saca de la pobreza, pero al menos la alivia".

Si no existiera la asistencia social que otorga el Estado, la pobreza afectaría al 50% de la población y la indigencia llegaría al 20%. Dicho de otra manera, uno de cada cinco argentinos sería indigente y uno de cada dos, pobre. Para terminar la radiografía, dos de cada tres niños de todo el país son pobres, y la mitad de ellos viven en el conurbano bonaerense; en la provincia que supo ser la más rica del país.

La provincia de Buenos Aires, que registra hoy uno de los mayores guarismos de pobreza concentrada del país, tanto en su población adulta como en su población infantil; superando en algunas zonas, incluso, a Haití, uno de los países más pobres del planeta.

Sin embargo, en esta provincia, el gobernador, por decreto, le otorgó a Roberto Baradel el permiso para crear un instituto de formación docente, permitiéndole al titular de Suteba usar la enseñanza bimodal - presencial y on - line-; modalidad prohibida a otras instituciones. Como si la excepción anterior no fuera irregular e insuficiente, también se le permite dictar clases en un hotel sindical.

Las exigencias oficiales para habilitar espacios destinados a la educación son bastante estrictas en Provincia. Tanto es así que se conocen casos de colegios que tuvieron que cerrar por no cumplir con las normas de infraestructura. Quedaron estudiantes sin pupitres y docentes sin trabajo. Sin embargo, el centro de formación del Suteba fue inaugurado en un acto que contó con la presencia del gobernador y del director de Escuelas bonaerense, Alberto Sileoni. Estuvo toda la cúpula de la Dirección General de Escuelas y otros cuatro ministros de la Provincia. El instituto ya cuenta con treinta alumnos y un plantel de docentes con sueldos que paga en un 100% el gobierno provincial.

Se necesitan docentes; lo sabemos. Tanto como se necesitan institutos de formación docente. Pero ¿es correcto que estos centros de formación sean dictados por un instituto a cargo de un gremialista que carece de toda formación docente? Roberto Baradel fue preceptor. Luego se convirtió en gremialista. Jamás fue docente. No tiene la menor formación docente. Tampoco está formado para ser formador de docentes. ¿Debería resultar sorprendente que, después, colegios y universidades terminen devenidos en unidades básicas o en centros de adoctrinamiento? ¿En lugares de actividad política y de militancia en lugar de ser lugares de formación?

Los privilegios otorgados por la Provincia de Buenos Aires al sindicalista Roberto Baradel, van en una dirección por completo contraria a lo que el país necesita.

Ya es bastante lamentable que el ministro de Educación de la Nación sea licenciado en Educación Física; síntoma de la mediocridad generalizada del Gabinete nacional.

Que, ahora, el encargado de un centro de formación docente sea un no docente, habla a las claras de la prioridad que le da a la educación el universo pero-kirchnerista. La educación como instrumento de adoctrinamiento y de militancia. Como una extensión de la unidad básica partidaria y no como centro de formación. Tampoco de pensamiento; menos de saber. La educación como herramienta de deseducación y de deconstrucción. Una deconstrucción que busca destrozar de manera sistemática todo valor sobre los cuales se asientan las sociedades sanas y racionales. La irracionalidad como norma y la falta de directrices pensadas y científicas como nuevo dogma de fe. Una ideología perversa devenida en religión que reemplaza a la búsqueda de la verdad y la razón. La idiotez moral entronizada. La mediocridad al gobierno; la necedad al poder. Y un lumpen discapacitado sin otra alternativa - ni capacidad - más que la de seguir a ciegas. Sin otra alternativa más que la de obedecer para obtener esa asistencia estatal discrecional que hará la diferencia entre la pobreza y la total marginalidad.

La mitología cuenta que Sísifo, apenas muerto, obtuvo permiso para regresar al mundo de los vivos y vengar la poca diligencia que había tenido su esposa para con su sepultura. "Pero cuando volvió a ver el mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del mar, ya no quiso volver a la sombra infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses y fue Mercurio quien bajó a la tierra a coger al audaz del cuello, le apartó de sus goces y lo llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca".

Argentina es ese Sísifo, tramposo, que no quiere aceptar su muerte ni su destino. Que engaña a todos para eludirlo; a los dioses y a sus congéneres. Que busca vivir de fiesta, sin pagar sus costos, por toda la eternidad. Son los dioses, quienes, hartos, lo toman por el pescuezo y lo llevan a su roca; a sus cadenas y al castigo eterno. ¿Son malos los dioses? ¿Impusieron un castigo injusto? ¿No lo llamaron; no le avisaron infinidad de veces antes de llegar a ese punto? Argentina, ¿no es igual? ¿No seguimos pidiendo plata, a unos y otros, endeudándonos muy por encima de nuestras posibilidades; para que unos pocos puedan seguir viviendo ante la curva del golfo; en las blancas arenas; tirados panza al sol queriendo disfrutar de las sonrisas de la tierra? Buscamos disfrutar de las mieles de la vida, aunque no estemos dispuestos a hacer los esfuerzos para merecerlas; no queremos hacer los sacrificios necesarios para poder vivir la vida con ese nivel de bienestar. Argentina no vive acorde a sus esfuerzos sino de acuerdo con sus deseos. Pero deseo y posibilidad suelen ir por caminos divergentes. A veces, antagónicos.

Sísifo fue condenado a acarrear a esa piedra mitológica hacia la cumbre para verla caer al alcanzar la cima por toda la eternidad. Nosotros -encolumnados tras los infinitos Baradels de este país-, nos estamos condenando a acarrear a nuestras generaciones desde la pobreza hacia la miseria y a tirarlas luego por el peñasco.

Sin una urgente despolitización y jerarquización de la educación pública no tenemos esperanza alguna. Sin educación o con una educación militante tampoco. Sin trabajo genuino de calidad, sin inversiones y sin instituciones independientes; tampoco. Seguir así sólo nos seguirá atrasando - de manera inexorable - respecto al mundo y al futuro. Sin atenuantes.

La única forma que tiene Argentina de evitar esta caída eterna es con más valores; no con menos. Con más vocabulario; no con menos. Con más esfuerzo y sacrificio; no con menos. Con más educación; no con menos. Con mejores educadores; no con docentes militantes. Con más debate; no con menos. Sin grietas. Sin ideologías mentirosas ni perversas. ¡Con construcción de bien común! y no con meros intereses sectarios, corporativistas o individuales. Haciendo todo lo opuesto a lo que venimos haciendo desde hace décadas. Es estúpido -y demencial- esperar resultados distintos insistiendo con los mismos métodos.

Quizás seamos ambas cosas. Siempre Sísifos al fin, vamos a seguir bajando al llano prometiéndonos, cada vez, que "esta vez" lo iremos a lograr. Solo para descubrir, sin sorpresa y con desazón, que volveremos al punto de partida, como Sísifo, por toda la eternidad.

 

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