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La grieta que nos sumerge en el abismo

Miércoles, 09 de marzo de 2022 02:28
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"Si hay un rasgo que caracteriza a la vida política argentina es la recíproca denegación de legitimidad de las fuerzas que en ella se enfrentan, agravada porque estas no coinciden ni aún en los criterios aplicables para reconocer esa legitimidad". Tulio Halperín Donghi

A lo largo de toda su historia Argentina se vio siempre dividida y tironeada por facciones con visiones e intereses opuestos. Desde las luchas fratricidas entre unitarios y federales antes de conformarnos como país -grieta nunca zanjada-; al personalismo-antipersonalismo del 30; la división vigente entre peronistas y antiperonistas; el menemismo- antimenemismo de los 90 (discusión hoy reeditada entre liberales y antiliberales); hasta la lucha entre kirchneristas y antikirchneristas; hoy se suma una nueva división.

La de estar de acuerdo (o no) con la necesidad de suscribir el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Discusión que tiene el potencial de terminar de fracturar varias coaliciones inventadas, tanto en el oficialismo como en la oposición. Y de exacerbar los extremos.

Luis D'Elía descerrajó: "Sería triste que La Cámpora y el Pro terminen votando juntos". ¿Por qué sería triste? ¿Por qué estamos condenados a pensar la política -y la vida- en términos binarios? ¿Por qué estamos condenándonos a pensar en términos tan reduccionistas? ¿Por qué estar de acuerdo con algo que hace o dice el gobierno -o criticar a la oposición- nos hace oficialistas; tanto como criticar al gobierno -o apoyar alguna acción o declaración por parte de la oposición- nos convierte en militantes de la otra facción? ¿No asusta la palabra "facción"? ¿Nadie es capaz de dejar de lado sus intereses identitarios y de pensar en la Nación?

Confieso que a veces me quedo tan perplejo como el chino de la película de Spike Lee, "Haz lo correcto". En ella, un grupo de gente negra destrozaba los comercios de los blancos del barrio. El pobre chino, parado frente a su local, gritaba: "­yo no soy blanco!". "¿No, y entonces qué eres?" La respuesta, que debería ser obvia, nunca lo es.

Las grietas son peligrosas. Todas ellas arrastran a un abismo insondable. El pensamiento hegemónico conduce a un fascismo que todo lo prohíbe. El pensamiento políticamente correcto asfixia; la deconstrucción esconde un vaciamiento de contenidos y de continentes; el "todo vale" impone infinitas dictaduras por parte de microminorías. El pensamiento hegemónico impide cualquier construcción intelectual de veras progresista y que construya bien común.

"Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti". Nietzsche; siempre Nietzsche.

 

 

 

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