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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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La escuela está en deuda con nuestros chicos 

Domingo, 05 de junio de 2022 21:56
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Junio de 2022. Veamos el panorama después de dos años diferentes que interrumpieron nuestro modo de ser y hacer escuela. En aquel momento se decretó la cuarentena escolar y la educación pareció adquirir importancia. Los padres comenzaron a familiarizarse con el hacer pedagógico desde otro lugar, los docentes tomaron la palabra para pedir volver al aula y se habló sobre la necesidad de renovar. Después de protocolos, burbujas y cuidados extremos y necesarios, nuestros funcionarios se abocaron a analizar los daños producidos y proponer soluciones viables para que todo siga pareciendo como que funciona. Y la realidad de las pruebas realizadas muestran que nuestros chicos aprenden poco y nada de matemáticas, lengua y ciencias. En definitiva, nada nuevo. 

Los planificadores de futuras políticas educativas necesitan mirar un par de cuestiones que deben ser consideradas, al menos como punto de partida. Una de ellas y la más urgente, al analizar los espacios que me toca caminar a diario, es la de proporcionar y garantizar las condiciones básicas para la materialización del proceso de enseñanza aprendizaje. Necesaria y urgente.

Las escuelas requieren mantenimiento. Hablo de la educación pública, hablo de la escuela del barrio, de la escuela que tiene que suspender clases por un techo que se cae una y otra vez, de la falta de agua, de la falta de ordenanzas, la escuela donde se arremangan las maestras para pasar un trapo en los bancos y para que sus alumnos, los hijos de las familias que eligen esta modalidad de educación o que no tienen otras posibilidades, tengan un espacio digno para desarrollarse. La escuela de las cooperadoras que trabajan incansablemente para arreglar, comprar y mantener lo que es, o al menos así debería ser, cuestión del gobierno de turno.

El acceso a una vacante escolar en una escuela equipada y en condiciones no debería ser un deseo. “Garantizar” significa responder por el valor y la calidad de una cosa, término presente en todos los discursos. Hoy ese mínimo de necesidades, en muchas de nuestras escuelas, no está garantizado y debería ser una realidad visible, transitable, posible si queremos cumplir con la exigencia de la obligatoriedad escolar que la ley establece. Es hora de movilizar recursos y orquestar intenciones e intereses a favor de este objetivo.

Otro elemento a considerar, y después de transitar un momento que nos exigió como docentes revalorizar nuestros aprendizajes tecnológicos y ponerlos en acción, será el idear un nuevo escenario escolar. Formar a las nuevas generaciones acorde a las demandas contemporáneas requiere de diseñar un espacio que permita el desarrollo de competencias, de conocimientos, habilidades y valores apoyados en el buen uso de las Tecnologías de Información y Comunicación. Esto es ofrecer a nuestros niños y jóvenes, aprendizajes significativos y útiles, factibles de poner en práctica en su contexto familiar, social y laboral. Comenzar a pensar cómo aprenden los chicos hoy para pensar, a partir de ahí, la formación y capacitación docente.

Hay que dar vuelta la escuela, invitar a la discusión sobre cómo, desde las prácticas educativas, se accede a la construcción del conocimiento de una forma crítica, argumentativa, propositiva y comunicativa, ¿de qué modo? redefiniendo el rol del docente y del alumno, y revisando las políticas educativas pertinentes. El foco está puesto en la inclusión, pero la misma, no necesariamente supone aprendizajes. Ya que no va acompañada de una reestructuración pedagógica, seguimos utilizando las mismas metodologías cuando los chicos aprenden de diferentes maneras. El debate está puesto en pensar qué recorte de contenidos es necesario hacer, en cuántas materias hay que aprobar para no repetir o en diagramar clases de apoyo; no digo que esté mal, digo que no alcanza.

Dejemos de desplazar discusiones porque los que pierden son los chicos. Dejemos atrás lo cotidiano de una escuela que sigue ofreciendo la fotocopia para llenar y los dibujos para colorear, la búsqueda sin un sentido crítico de información de internet o la copia del pizarrón. Muchos de nuestros niños y jóvenes han nacido en un mundo donde la imagen, los sonidos, la palabra y la tecnología le dan acceso a una realidad en la cual desean sumergirse y de la que pueden aprender, conocer, experimentar.

Nos toca como desafío renovar, nos toca garantizar accesos y posibilidades. Estamos en deuda con nuestros niños y jóvenes, como escuela, como institución, como estado. Para avanzar en lo nuevo es necesario garantizar lo básico, es decir un lugar en una escuela en condiciones, un docente dispuesto a enseñar y con las herramientas y competencias necesarias y una propuesta realmente innovadora y actual. Cualquier cambio implica cierto conflicto de intereses que hay que afrontar. Afrontarlos será comenzar a saldar la deuda.

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