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Sergio Massa llegó hace algo más de dos semanas al gabinete de Alberto Fernández como "superministro". En realidad, la última carta que le queda a un fragmentado y conflictivo oficialismo.
La unificación de las carteras de Hacienda, Producción y Agricultura en un solo Ministerio de Economía empodera a Massa pero, además, parece lo aconsejable en un país sin crecimiento desde hace una década, con una explosión de pobreza y desempleo con pocos antecedentes en la historia reciente.
Es decir, un país con un quiebre macroeconómico que destruyó la moneda, nos pone a un paso de la hiperinflación.
Hasta el domingo, sin embargo, no había ningún macroeconomista en su equipo. Esa tarea estaba destinada al secretario de Programación Económica, o viceministro, y el elegido era Gabriel Rubinstein. Pero La Cámpora y el Instituto Patria lo recibieron exhibiendo una serie de comentarios del potencial funcionario, publicados en todas las redes, virulentamente críticos contra el presidente, la vicepresidenta y todo el ciclo kirchnerista.
Este fin de semana, Massa lo ratificó, Rubinstein se retractó de lo publicado y todo parece olvidado, por ahora.
En estas dos semanas vertiginosas volvió a subir el combustible, con YPF como formador de precios, y tanto las naftas como el gasoil siguen estando más caras en las provincias que en el AMBA. En todo el país, el promedio del aumento es 7,5% pero en Salta, fue del 12% y, así, la nafta súper pasó aquí de $127,1 a
$142,4. Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires, el litro de nafta súper quedó en $130,5; en La Plata, $114,5. El área metropolitana es el corazón de la agenda política; nunca hay que olvidarlo.
Sin plan, pero con ajuste
Sergio Massa dedicó sus primeras semanas a impulsar un ajuste tarifario cuyo alcance aún se desconoce y a insinuar a través de anuncios el horizonte que marcará su gestión, de acuerdo a hechos como la baja del dólar libre, del riesgo país y la renegociación de títulos públicos en pesos entre lo más significativo; el mercado le da por ahora al nuevo ministro el beneficio de la duda.
No tiene sin embargo un plan y hasta el domingo le faltaba un macroeconomista. Ahora lo tiene. Pero queda un buen trecho antes de que aclare el horizonte. Hace unos meses, con Martín Guzmán aún en el ministerio, Rubinstein le dijo a un periodista de La Nación que "en la medida en que se cumpla (el programa con el FMI) nos permitiría frenar iniciativas muy disruptivas y dañinas del kirchnerismo, y que el Gobierno hace propias". ¿Marchará en esa dirección ahora?
Los objetivos que se desprenden de las intervenciones de Massa son:
Ampliar las reservas de dólares del Banco Central; de ahí la concesión a las empresas petroleras para la libre disponibilidad de moneda extranjera a partir de enero siempre y cuando haya incrementos de la producción.
Negociaciones con representantes del campo para darles un dólar mejor, buscando que liquiden sus stocks y poder aumentar medianamente las reservas, observamos los temas que están en discusión con la mesa de enlace relativos a: carne vacuna, dólar soja, importación de fertilizantes, bio diésel, gas oil y economías regionales. Es la urgencia de dólares rápidos.
Reducción de gastos para poder cumplir con el FMI y llegar a un déficit fiscal del 2,5% del PBI; la quita de subsidios a la energía y el aumento masivo de tarifas al gas, electricidad y al transporte apuntan a esa dirección.
Este recorte de subsidios a las tarifas es más amplio que el anunciado en su momento por el exministro Martín Guzmán que tuvo la oposición del kirchnerismo duro.
En julio, ya con Silvina Batakis, comenzó un ajuste fiscal significativo. Y Massa se propone concretar un recorte de $210.000 millones hasta diciembre, suspendiendo giros y gastos en provincias y municipios y créditos blandos al sector productivo.
Por ahora, de medidas para reducir el gasto político no se habla; existe media sanción de un proyecto impulsado por varios gobernadores para que las provincias puedan subir impuestos locales como ingresos brutos o actividades económicas en Salta; ratifican el lema que le impusieron a Batakis: "La nuestra no se toca".
El ordenamiento fiscal comienza por la quita de subsidios a las tarifas de luz, gas, transporte y, de inmediato, el ajuste sobre el envío de fondos a las provincias, que seguramente afectará a la obra pública, razón más que válida para que gobernadores e intendentes estén siguiendo de cerca los movimientos. Varios de ellos ya intercedieron ante Massa, porque saben que tendrán muy limitado el nivel de los gastos. El "ajuste" no es fácil nunca, porque hay que poner el pecho a la crítica.
Justamente, Sergio Massa busca evitar presiones del sector político, a las puertas de un año electoral. Los gobernadores no quieren formar parte del ajuste del gasto público. En un documento
emitido en La Plata, pidieron que se combata a la inflación castigando a los empresarios.
Es tanta la necesidad de recaudar que también el Gobierno trató de cobrarles a productores agropecuarios y empresas argentinas un impuesto a las ganancias extraordinarias; como no tuvo quórum en el Congreso, terminó convirtiéndose en el actual adelanto del impuesto a las ganancias, con el agravante que en muchos commodities que exportamos, los precios están con tendencia a la baja.
El aumento de la tasa de interés para evitar que la gran cantidad de pesos no vayan a comprar dólares dio resultado en la última refinanciación de títulos públicos, pero si la tasa de interés no es superior a la devaluación y/o la inflación, no será suficiente para hacer un plan de estabilización macroeconómico.
Con la tasa de interés tan alta y la gran cantidad de pesos emitidos, se complica cualquier ajuste, sin ir más lejos de los 7,2 billones de pesos invertidos en títulos públicos estamos pagando intereses por encima del 60%, a fin del próximo año esta cifra será el doble, y si faltan dólares, el resultado será peor.
Es insuficiente y de dudoso éxito el incentivo para que los empresarios contraten beneficiarios de planes sociales, durante 12 meses; se les ofrece que puedan deducir de los sueldos de convenio el importe del plan que cobran, será una forma de transferir planes por trabajo genuino; falta definir qué pasará una vez cumplido el año de trabajo. Lo que hace falta es reconstruir el marco laboral con nuevas leyes de trabajo amigables.
Un país en ebullición
Los conflictos sociales, otra realidad que es de gran preocupación del novel ministro, las recientes marchas de organizaciones sociales y sindicales, hacen referencia a la gravedad de la crisis económica y social que atraviesa Argentina: crisis que los obliga y convoca a todos reiterando la exigencia de protección integral para los trabajadores ocupados, desocupados y jubilados buscando de asegurar una política antiinflacionaria con amplio consenso social, que apoyen los ajustes para mejorar la macroeconomía.
Massa viajará en dos semanas a los EEUU para reunirse con la directora gerente del FMI Kristalina Georgieva. El propósito es ratificar el acuerdo firmado en marzo pasado y bajar el déficit a 2,5% del PBI, además de buscar otras fuentes de financiamiento y nuevas inversiones. El problema es el deterioro de la credibilidad argentina y la inseguridad que genera Cristina Kirchner.
Con una inflación de julio en el orden del 7,4%, analistas e investigadores opinan que iniciamos un proceso conocido como régimen de alta inflación, cuyas características son:
a) Inflación anual por encima del 50%.
b) Inflación mensual por encima del 5%.
c) Tener 2 o más años de inflación por encima del 50%.
d) Llegar al doble de la inflación promedio de los últimos 10 años, podríamos considerarlo como un paso previo a la hiperinflación.
La proyección para agosto oscila entre de 5 a 6%; es decir, la inflación ha tomado una dinámica diferente y será necesario que el Gobierno intervenga con medidas contundentes para evitar una espiralizacion
Para iniciar una política antiinflacionaria es imprescindible eliminar el déficit fiscal y acumular reservas para evitar una corrida. Es la desesperación del nuevo ministro y la preocupación no confesada de los kirchneristas.
Observamos que ha aumentado la circulación del dinero, es decir con este proceso inflacionario el inversor, pequeño ahorrista y hasta los trabajadores, tratan de gastar lo más rápido posible sus pesos antes que los precios sigan aumentando; es decir, no ahorran y por eso tampoco habrá inversión: por ende, el crecimiento de la economía le será difícil. Las devaluaciones diarias que se vienen haciendo por ahora no acompañan a la inflación y debilitan la competitividad de nuestra producción, pero una devaluación brusca como la que piden algunos sectores, aumenta la inflación, la pobreza y hace perder las elecciones.
Nada es fácil en la Argentina. Y ahora, menos.