¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La epopeya imaginaria

Viernes, 13 de enero de 2023 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La inexplicable portavoz presidencial sigue haciendo de las suyas. No le bastó haber propinado ese cachetazo innecesario e hiriente a una sociedad que tiene a una porción muy importante de ella aún de luto por los 130.249 muertos oficiales tras la pandemia, cuando dijo: "La derecha puso piedras por los muertos de COVID". No tuvo el menor registro de la atrocidad que dijo siendo vocero de un gobierno que mostró un desempeño amoral y hasta casi genocida en el manejo de la pandemia. Tampoco le bastó haber subido un video falaz y escatológico a sus redes antes de fin de año. Ahora, en otra muestra más de su poca luminosidad, dijo: "El pueblo argentino va a reconocer la verdadera epopeya de este gobierno".

Confieso que cada una de sus frases me dejan aturdido. Esta vez me quedé desconcertado por la confusión. Según el diccionario de la Real Academia Española (21º edición), una epopeya es, y transcribo: "Poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia, y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso. I 2. Conjunto de poemas que forman la tradición épica de un pueblo. Il 3. fig. Conjunto de hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente". Epopeya remite a poema épico. Así, la epopeya habría sido creada por Homero, autor de "La Ilíada" y "La Odisea"; aun cuando la misma existencia de Homero es incierta. Hay muchas epopeyas famosas; ninguna argentina.

La segunda acepción habla de relato épico; quizás la acepción más cercana a lo que hace este gobierno día a día. La tercera acepción, "hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente" tampoco aplica en modo alguno.

¿Acaso conocen la diferencia entre gobernar gloriosamente y llevar adelante hechos gloriosos que merezcan ser cantados de manera épica, y el romperlo todo día a día o hacer daño a propósito, por impericia, o por ignorancia? ¿Saben el perjuicio que se causan a sí mismos y a todos nosotros al emitir con tanto desparpajo y aparente certeza frases sueltas sin ton ni son, y sin el menor correlato fáctico con la realidad? ¿Hazaña? ¿Proeza? ¿Gesta? ¿De veras?

Me vino a la mente una frase de la perturbadora novela de Delphine De Vigan, "Las lealtades": "Una noche, el noticiario difundió un reportaje sobre una marea negra provocada por un petrolero accidentado. Estábamos sentados a la mesa. Miré aquellas aves, embadurnadas de petróleo, y de inmediato pensé en nosotros, en todos nosotros, aquellas imágenes nos representaban mejor que cualquier foto de familia. Éramos nosotros, eran nuestros cuerpos negruzcos y grasientos, privados de movimiento, aturdidos y envenenados". Es cierto. Somos esa aves grasientas, parduzcas, aturdidas, sin posibilidad de movimiento, envenenadas y condenadas. La mancha de petróleo se esparce por nuestro país como el mal sobre las Tierras de Mordor. Y ninguno atina a hacer ni a decir nada mientras escuchamos, impávidos, a la vocero presidencial decir, muy suelta de cuerpo: "El pueblo argentino va a reconocer la verdadera epopeya de este gobierno".

Finjamos demencia

La vocero disparó esta frase justo el día antes que el presidente de la Nación dijera: "No hace falta maltratarnos más; hay que bajar los gritos". O cuando dijo, más tarde, "que sus ministerios funcionan como la «Scaloneta", funcionan muy bien". Acaso, lo dicho, por ambos, ¿no es otra forma de maltrato, aunque todo haya sido dicho en voz baja?

No me queda claro si no están alienados, o si no pretenden hacernos sentir dementes a nosotros. O si no alcanzamos, sin habernos dado cuenta, un estado de demencia generalizada del cual no podamos volver. O si no fingimos un estado de demencia generalizada para no tener que hacernos cargo de nada y poder seguir adelante como si nada hubiera sido dicho. Como si nada hubiera ocurrido. Pero debemos rescatar dos palabras importantes: demencia y fingir. Tanto si estamos dementes como si fingimos esa demencia; tanto si somos conscientes de ella como si jugamos a no hacernos cargo; somos una sociedad rota. Somos esos pájaros condenados por la mancha de petróleo.

En otro tramo de la novela, De Vigan vuelve sobre la imagen y reflexiona: "Sí, tal vez era una gaviota embadurnada por la marea negra, pero ahora me asemejo al cuervo de la historia que me contaba mi abuela, esa ave tosca de plumaje de ébano que soñaba con ser un pájaro blanco. Porque así prosigue la fábula: el pájaro se revuelca primero en talco, luego en harina, pero el subterfugio dura poco y no tarda en desaparecer. Entonces se sumerge por entero en un bote de pintura blanca, del que queda prisionero. Yo soy ese pájaro negro que quería ser blanco (…) Pero yo también he perdido el uso de mis alas, y donde estoy es inútil batallar".

Quizás seamos ese cuervo negro que se sumerge, a propósito, en el balde de pintura blanca buscando ser lo que no puede ser.

Quizás, después de todo, sea cierto que no nos quede más remedio que fingir demencia y seguir hacia delante. No lo sé.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD