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Siempre por más. Miguel Aramayo es uno de los grandes pilares del boxeo salteño y una máquina cosechadora de valores, en lo deportivo y lo social. Desde el barrio “17 de Octubre”, una fecha trascendental para la política argentina, el profesor Aramayo muestra que su “lealtad” por el boxeo puede derrumbar cualquier barrera.
Esa perseverancia lo llevó a festejar hace unos días el cumpleaños 29 de su gimnasio y recordar sus inicios desde aquel octubre de 1994, en donde decidió con un guante golpear a los flagelos de la sociedad y con el otro dar una mano a su tierra.
“Todo comenzó en 1994 cuando unos 15 chicos que practicaban con un entrenador profesional, quedaron “varados” porque su profesor tuvo que irse de Salta y me hablaron para entrenarlos”, recordó Aramayo.
En ese sentido aclaró que “si bien tenían varios elementos que les había dejado el otro profesor, mi primera experiencia fue casi nula para enseñar, pero le puse todo y en el primer torneo, que lo organizaba el diario El Tribuno, logré sacar un campeón y dos subcampeones, lo que me permitió lograr un prestigio en la barriada, y una visión diferente de la vida y el boxeo en sí”.
“En el segundo campeonato logramos dos campeones, en 2001, en un torneo que se hacía en Villa Primavera y organizado por Lorenzo Tapia y el tercero fue en el exSalta Club, que lo hacía el promotor Miguel Herrera. Saqué 4 campeones y 2 subcampeones sobre 11 títulos en disputa”, recuerda orgulloso.
“Quizás ese prestigio me permitió afianzarme más en el trabajo social, en una barriada que hace casi 30 años tenía muchas necesidades y no paramos hasta sacar muchos chicos de la droga y el alcohol e insertarlo nuevamente en el estudio y en el trabajo honrado”, destacó.
En los comienzos recuerda que los fines de semana, cuando descansaba de su trabajo, compraba de a poco cemento y hacía en pequeñas partes el piso de lo que sería después un gimnasio que tiene 17 metros de largo por 10 de ancho y techado. “Eduardo Catáneo y Mario Moreno fueron clave en este proceso”, recordó.
El fruto de sus raíces
El profesor Aramayo tiene un hijo que logró realizar más de 50 peleas amateurs y fue tres veces campeón salteño y en otras tres oportunidades llegó a la semifinal del torneo Evita. En campeonatos internacionales obtuvo medalla de plata.
Pero lo cierto es que por su gimnasio pasaron centenares de chicos que aprendieron los valores de la vida con una frase que lo inmortalizó: “Todos los días hay que aprender algo nuevo, si no, para qué pasamos por esta vida. Siempre hay que tener más ganas de vivir”.
Experiencia inolvidable
Aramayo no solo logró sacar chicos de la calle sino también guiarlos en la vida. Y una de sus enseñanzas y cariño hasta le rompió el corazón. “Un día vinieron dos chicos de Formosa que estaban trabajando en Salta. Entrenaron y compitieron a mi lado, pero dos años después desaparecieron”, recordó.
Pero cuatro años después llegó la sorpresa impensada. “Los chicos volvieron, y como sabían que tenía una pequeña fábrica de calzados donde además fabricaba elementos de boxeo, me vinieron a comprar bolsas y se fueron a Laguna Llena, en su Formosa natal y abrieron una escuela para contener a los chicos”.
Y el dardo fue directo al corazón: “Me pidieron permiso para que la escuela lleve mi nombre”, destacó. La enseñanza y el calor humano de padre/amigo se había convertido en un verdadero homenaje. Quizás la vida le había dado muchos golpes, pero por primera vez sentiría que unas lágrimas dejarían una huella inolvidable en su rostro.
“Fui a la inauguración y me trataron como Diego Maradona. Me sentí muy especial, como me los hicieron sentir en Tucumán, en Jujuy, en el interior de Salta, algo que no logré en la capital salteña. Quizás la humildad me hizo ser reconocido fuera de la gente que me rodea”, señaló.
No te des por vencido, ni aún vencido
Aramayo también fue otra de las personas que la vida lo golpe y que no se dio por vencido. “Hace años tuve un ACV (accidente cerebro vascular) que lo postergó del gimnasio y la vida común, pero nunca se dio por vencido.
“Me costó salir. Psicólogo y médicos, pero finalmente lo logré, con ayuda de mi familia y en silla de rueda. Un domingo me levanté y dijo basta: hay que comenzar de nuevo. Hay pequeñas cosas del ACV que no puedo superar, pero al ser muy creyente, sé que Dios me ayuda a salir adelante permanentemente”, reflexionó.
“Tengo vivos mis padres, un hermano mayor, mis hijos y mis dos nietos, que son la joya de mi vida- O sea, tengo todo”, aseguró.
“Estuve a punto de vender el gimnasio, pero no podía tirar todo por la ventana. Volví al ambiente de la competencia, a dar clases y preparar chicos. Sabía que no podía terminar tirado en la lona”, reflexionó.
“Quizás recordaba a cada instante cómo había comenzado, lo mucho que había aprendido de los boxeadores de Estados Unidos, pero principalmente de Cuba, que me ayudó a formarme como profesor”. aseguró.
Pero también recordaba que la fuerza venía de verdaderos formadores en su época como técnicos reconocidos del calibre de Camilo Alí, Juan Juárez, Jaime Rivera, Néstor Jaime, Rufino o Medina, entre otros exponentes.
La dirigencia local, una materia pendiente
Al referirse a la actual dirigencia salteña, su crítica se sumó a decenas de amantes del boxeo. “Los dirigentes actuales creen que con solo dos a tres profesores sin categoría boxística pueden lograr grandes exponentes, pero el resultado inmediato se lo ve cuando salen del país y terminan abandonando o perdiendo en casi todas las peleas”, resaltó.
“Hoy Salta no tiene grandes campeones a raíz de una mala dirigencia. En nuestra ciudad muchos tuvieron licencias de entrenadores porque el expresidente de la Federación Argentina de Boxeo, Luis Romio, la vendía en todo el país como venderlas en un supermercados. Cero profesionalismo. Hasta se conseguían licencias por internet”, disparó.
En ese sentido también criticó a muchos de los nuevos profesores, que sin conocer la profesión, tratan de enseñar boxeo, pero descuidan y perjudican a los chicos.
“Antes que entre yo estaban grande exponentes como Rubén Lucero, Miguel El “Puma” Arroyo, Rubén Condorí, Manolito Villalba, entre otros excelentes púgiles, que tuvieron, imagino además, grandes profesores”, destacó.
Pero lo cierto es que Aramayo nunca colgó los guantes y está muy lejos de hacerlo. Sus raíces, valores, experiencia y pasión por el boxeo, lo hacen resistente a cualquier nocaut de la vida. Un verdadero campeón.