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Las dos formas de la irracionalidad

Martes, 31 de octubre de 2023 01:24

El desabastecimiento de combustible de estos días en el país es el telón de fondo más expresivo que podría tener la confrontación entre Sergio Massa y Javier Milei.

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El desabastecimiento de combustible de estos días en el país es el telón de fondo más expresivo que podría tener la confrontación entre Sergio Massa y Javier Milei.

El congelamiento de los precios y el desdoblamiento cambiario sirven para simular calma durante un tiempo y disfrazar el malestar. Ayer el ministro y candidato Massa resolvió suspender las exportaciones si no se normaliza el suministro de combustibles.

Considera que las empresas prefieren exportar porque el precio internacional es muy superior y por eso "castigan a los argentinos". Y añadió que, si se aplicara la fórmula del candidato libertario Javier Milei, la nafta súper se vendería a $800. Hoy en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires esa categoría está cotizada en $240, mientras que en 17 de provincias se estaba vendiendo por encima de $270.

Históricamente la nafta súper se vendió a un dólar por litro. De ahí el cálculo de Massa: la paridad más realista es de $800/850 por dólar (y, por ende, por litro). ¿Cuál será su fórmula?

En lo que va del año las naftas subieron el 50%, con una inflación cercana a 120%. Insostenible. Por el congelamiento de precios dispuesto en agosto, casi dos tercios del costo real lo absorben las petroleras o el Estado.

La amenaza de frenar las exportaciones de hidrocarburos parece inaplicable, porque el país lleva cuatro años mendigando dólares, yuanes u otras divisas, y las exportaciones generan dólares genuinos.

La Argentina, sin reservas y con una deuda total impagable que orilla los US$550 mil millones, no está para esos lujos. La fórmula intervencionista fracasa siempre. Nuestra crisis energética nació cuando, en 2006, Néstor Kirchner resolvió ponerte techo a los hidrocarburos para "proteger el bolsillo de los argentinos".

Ni la estrategia kirchnerista ni la liberalización sin ton ni son resultan viables. Con el 50% de pobreza y un porcentaje altísimo de personas que dependen del Estado para sus ingresos, no hay margen para locuras.

La locura, como se la entiende habitualmente, es la pérdida de la razón. Sería irracional seguir como hasta ahora, con los mismos criterios que nos hicieron caer como por un tobogán; tanto como pretender cambiar la realidad a machetazos.

En la semana previa a las elecciones, el Ministerio de Transporte y los gremios ferroviarios dieron un "golpe maestro" a favor de Massa. Oficialmente se propuso a los votantes de Milei que renunciaran ya a los subsidios al transporte, dando por supuesto que el proyecto libertario los eliminaría. Y precisaba que, en la actualidad, en el AMBA el valor del pasaje con subsidio de los colectivos es $52,96 de mínima y $72,61 de máxima y para los trenes, entre $11,57 y $52,95. Los que renunciaran al subsidio tendrían que pagar el boleto urbano desde $700 y el ferroviario, hasta $1100.

Ambos candidatos coinciden: nada es gratis; lo que no paga el usuario sale de los impuestos.

Pero la racionalidad que se opone a la locura no es dejar a los pasajeros de a pie ni a los automovilistas y el campo sin surtidores, sino que todos puedan pagar lo que realmente cuesta. Y no hay racionalidad posible sin un plan de Gobierno que logre que la producción, la inversión y los salarios se ubiquen a la altura de las exigencias.

El 10 de diciembre Milei o Massa, uno de los dos, va a ser presidente. Ninguno mostró aún su proyecto. Ni dijo cuánto costarán la nafta y el boleto. La situación es insostenible. Con continuismo o con anarquismo libertario, no habrá racionalidad, sino una de las dos formas de locura.

 

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