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Byung - Chul Han, filósofo surcoreano, comienza su libro "La sociedad paliativa", citando a Ernst Jünger: "Cuéntame qué es para ti el dolor y te diré quién eres". El dolor muestra un carácter de signo en clave y la relación que tenemos con él revela el tipo de sociedad que somos. Así como las prohibiciones describen a la sociedad que necesita recurrir a dichas prohibiciones, el dolor hace visible lo que discurre por debajo de la superficie. Aquello que a veces es innombrable, o indecible. "Hoy impera en todas partes una «algofobia", una fobia al dolor, un miedo generalizado al sufrimiento. También la tolerancia al dolor disminuye. La «algofobia" acarrea una anestesia permanente"; continúa Byung. Pero evitar el dolor no hace que este desaparezca. Por el contrario, genera otras dolencias.
Tratamos de evitar todo estado doloroso y la «algofobia" se extiende a todo ámbito social imaginable. La «algofobia" se extiende y también domina a la política. "La política paliativa no es capaz de tener visiones ni de llevar a cabo reformas profundas que puedan ser dolorosas. Prefiere echar mano de analgésicos, que surten efectos provisionales y que no hacen más que tapar las disfunciones y los desajustes sistemáticos. La política paliativa no tiene el valor de enfrentarse al dolor. De esta manera todo es una mera continuación de lo mismo". Me golpea la frase; como si hubiera sido escrita a la medida de nuestra realidad.
Nuestro dolor debería resultar intolerable. Casi 20 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza y más de cuatro millones de personas por debajo de la línea de indigencia. Dos de cada tres chicos son pobres y uno de cada cuatro comienza a no probar bocado dos días por semana. Se necesitan más de dos sueldos mínimos para construir un metro cuadrado de vivienda propia. El 20% de las familias con niños dejó de comprar medicamentos. ¿Cuántos jubilados no pueden comprar sus remedios? La inflación supera el 10% mensual agravando la situación, mes tras mes.
Siete de cada diez chicos que cursan tercer grado no saben leer ni escribir. Sólo 16 de cada 100 estudiantes que, a nivel nacional, comienzan la escuela primaria finalizan la secundaria en el tiempo esperado y con un nivel al menos satisfactorio en lengua y matemática. ¿Cómo se puede hablar de robótica o de inteligencia artificial cuando los chicos no saben leer ni calcular? El estudio "Reducida graduación universitaria" de la Universidad de Belgrano muestra que en nuestro país hay solo 557 estudiantes por cada 10.000 habitantes y que no más que 31 de ellos se gradúan.
Tenemos un 14,4% de déficit fiscal respecto al PBI; un nivel de inversiones con respecto al PBI que es el más bajo de la historia argentina y un nivel de deuda que es el más alto registrado jamás. Deuda que alcanza la demoledora cifra de 405.000 millones de dólares y un PBI estancado hace trece años que no supera los 410.000 millones de dólares. Las reservas netas líquidas son negativas y se han usado buena parte de los encajes bancarios (garantía de los depósitos de los ahorristas) para pagar deuda.
Vivimos en un país preso del facilismo de creer que, con una buena cosecha, Vaca Muerta y el litio "nos salvamos", sin darnos cuenta de que Vaca Muerta extrae por medio del "fracking"; algo en extremo contaminante, prohibido y peligroso. Que el litio tiene una ventana de explotación que se acorta mientras nosotros seguimos anudados en nuestros clásicos ejercicios de onanismo mental que gastan a cuenta de lo que nunca iremos a producir. Y que las cosechas dependen -cada vez más- de factores climáticos alterados; por ser suave con el adjetivo y con la condicionalidad. Tampoco ayuda que el 67% de las exportaciones totales del país sean productos primarios, granos y semielaborados de nulo o escaso valor agregado.
El único recurso económico que tiene algún valor hoy en día es la confianza en el futuro. Y de eso no queda nada; la agotamos toda. La confianza en el futuro se ha evaporado. Carlos Pagni mostró en La Nación cómo desde hace más de tres años, los analistas de opinión pública vienen detectando una masa de pesimismo superior al 70%: "Gente que cree que este año es peor que el anterior y mejor que el que está por venir. Cuando se pregunta a esos votantes a través de encuestas cualitativas cómo les va en su día a día, muchos de ellos se largan a llorar". ¿Puede haber algún futuro sin esperanza de futuro? El dolor que provoca esta falta de futuro emerge rompiéndolo todo. Nos matan por un celular; por un auto; por una billetera; nos matan porque sí. Porque es barato matarnos. Nos matan porque la violencia es parte del paisaje; porque el narcomenudeo se ha apoderado de ciudades enteras y el narco tráfico busca apoderarse del país. No queremos verlo, pero es así. Mientras tanto, la política paliativa de uno propone "un país normal"; otro "un país ordenado". Me pregunto qué es "un país normal" y cómo se mide la "normalidad". ¿Y qué sería un "país ordenado"? ¿"Ordenado" para quién; cómo; a qué costos? Otro propone arrasarlo todo; como si sobre la anarquía se pudiera construir sociedad. Otro propone más de lo mismo; como si fuera admisible la continuidad.
¿Cómo no estamos aullando de dolor? Byung diría que estamos anestesiados; que nos inunda una "profunda apatía hacia la realidad; una anestesia para la realidad". Yo creo que estamos enfermos de apatía. De irrealidad. De falta de empatía y amor por el prójimo. De escapismo del dolor. Solo que la Luna no deja de existir porque nosotros decidamos no mirarla más.