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Jarabe amargo

Viernes, 24 de noviembre de 2023 21:27
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El domingo 19 la Argentina comenzó a escribir un nuevo capítulo de su historia; por eso transitamos con pie de plomo estos primeros días. El presidente electo ratificó su decisión de reducir el déficit en forma de shock, con un recorte equivalente al 15% del gasto. La experiencia enseña que ningún ajuste es inocuo para el ciudadano común, por más necesario que sea y por más que haya sido anticipado en la campaña.

Javier Milei debería explicar los alcances de las decisiones que tomará y los amortiguadores que se propone utilizar. El pueblo de la Nación ya sabe que habrá que ajustarse los cinturones, pero viene sufriendo demasiadas tensiones y el gobernante debería atenuarlas.

Milei obtuvo, en balotaje, el 56% de los votos y Massa el 44%. Pero ahora es el presidente del 100%. Y su legitimidad de origen deberá renovarse día a día escuchando y analizando las necesidades del pueblo, que son muchas. Probablemente lo haga.

Un ciclo nuevo requiere herramientas y perspectivas nuevas. Las urgencias de una sociedad no están en los libros teóricos sino en la piel de la gente. Todo el sistema de subsidios resultó un mal remedio que se aplicó frente a necesidades candentes, surgidas de la carencia del crecimiento productivo y la destrucción del empleo de calidad.

La CGT y los gremios, hasta ahora oficialistas, miraron crecer esa crisis durante 24 años pero no hicieron nada por corregirla. El gasto público se duplicó durante el gobierno de CFK, entre otras cosas, por carecer de voluntad productiva y de una economía proactiva. Sin embargo, la CGT recién ahora comienza a preocuparse, cuando la crisis está por hacer metástasis. Y no gobierna el PJ. El país está ante una disyuntiva de hierro: producir una reforma del Estado con alto costo social, con la expectativa de que en unos meses la economía vuelva a crecer, o prolongar la agonía. El presidente deberá tener lucidez para no agrandar las heridas y producir transformaciones cuyo costo gran parte del pueblo no podría pagar. Es tarea para estadistas. Estadistas que, efectivamente, rompan con los vicios del pasado y se atrevan a construir el futuro sin dar saltos al vacío.

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