Las vueltas de la vida hicieron que su última gran alegría sea el ascenso de su querido Gimnasia y Tiro a la Primera Nacional. “Puedo morirme tranquilo el albo salió campeón”, bromeó en medio de su lucha contra una cruel enfermedad. Es que el Cholo Garzón era así con la picardía y alegría a flor de piel. Esa característica tan particular que lo llevó a cosechar innumerables amigos y hacerse popular no solo en el ambiente futbolero.
Su lazo afectivo con el club de la Vicente López se inició allá por la década del 70 cuando colaboraba con el equipo de básquet, luego su pasión por el fútbol lo llevó hasta dirigir en divisiones inferiores.
Tiempo después, en su faceta de hincha fue todo un personaje. En aquellos tiempos de los recordados torneos Anual, cuando los que acompañaban al equipo eran solo un puñado de simpatizantes, el Cholo junto al Turco Elías, el Puma Nordman, el Tigre Pardo, León Arias, el Dr. Nogueira, los hermanos Obeid. entre otros, eran los que alentaban al albo en las buenas y en las malas.
Ya en los ochenta, armó su propia agrupación, que tenía una de las primeras banderas más largas de Salta y seguía al albo donde sea en aquellos durísimos torneos regionales "Confraternidad".
En los 90, disfrutó la época dorada de Gimnasia con los gloriosos ascensos. Ya radicado en Buenos Aires, colaboraba como auxiliar junto al plantel y le daba una mano en lo que sea a dos grandes amigos: Daniel Villagra y Juan Carlos Ibire.
Pasional, divertido, amiguero, su mundo era la calle y su gran amor el albo.
Su vida se apagó ayer pero el recuerdo del Cholo perdurará por siempre en la Vicente López.