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En Salta el potrero está definitivamente en peligro de extinción. Ya no volverán esas tardes de fútbol picante en un baldío, al costado de las avenidas de acceso al centro, en la rotonda de Limache o en aquellos vergeles junto al río Arenales.
Hoy todo el talento salteño amateur está en las canchas de fútbol 5, 7, con pasto sintético, natural, con arena, de piso de baldosa o de tierra. Hay para todos los presupuestos. Lo que no hay son turnos. Sí, ahora se pide turno y se juega una hora. Los grupos consolidados reservan el mismo día, a la misma hora, todo el mes y si fallan es la perdición porque viene otro grupo de desplazados sin tierra que ocupa ese tiempo tan preciado. En consecuencia, pueden jugar tres para tres, con arquero "lisiador", pero no entregan ese tesoro tan valioso que es una hora a la semana.
Los ritmos de la vida actual, de una Salta que va creciendo, hacen que los equipos tengan agendas apretadas. Hablamos indistintamente del fútbol femenino, masculino y del mixto. Hace rato que los turnos no se "completan" con mujeres; ahora hay paridad y muchas veces pueden armar los equipos con algún chango que mira la cancha con cara de hambre. Pero los turnos no se entregan. Falta, siempre faltan.
Hablamos de más de 20 negocios dedicados al alquiler de canchas de fútbol amateur. Hasta los grandes clubes de la ciudad se dieron cuenta del negocio y montaron canchas para aquellos humanos que nunca podrán llegar a primera.
Hay precios para todos los bolsillos y clases sociales; esa es una diferencia sustancial con el pasado reciente. El recorrido se hizo de noche, que es cuando arde la ciudad deportiva. La hora de alquiler van desde los 7 mil pesos la cancha de fútbol 7, cancha top, sintética. Hasta los 2.300 pesos, también cancha fútbol 7, con pasto vallisto, pelada en los arcos. En el rango medio, una cancha de fútbol 5 sale entre 3.500 pesos y 5 mil, una hora.
Por la enorme demanda, es negocio por donde se lo mire. Esta inversión se completa con el denominado "tercer tiempo", ya que la cancha viene con un bar, una parrilla, juegos de mesa y una amplia variedad de bebidas para calmar la sed de los "players".
Es por eso que hay muchos emprendimientos y en estos tiempos donde casi es suicida abrir un comercio, las canchas de fútbol 5 siguen apareciendo sin calmar la demanda, como por ejemplo una en zona Estación Alvarado, en donde todos sueñan que un grupo abandone para conseguir un turno. Esas canchas nuevas son de las más caras porque el césped sintético es suave para el desenvolvimiento habilidoso de los "crack" y las maniobras arteras de los más "picapiedras". Con el tiempo los pisos se van poniendo duros y los tobillos y rodillas de los veteranos y señiors comienzan a crujir.
Inversiones
El Tribuno consultó a Sebastián, el emprendedor de Los Álamos, en donde ya hay varias canchas y sin embargo está por inaugurar una nueva. "Al precio de hoy (13 de marzo) un piso de césped sintético, para cancha de fútbol 5, cuesta un millón de pesos. Eso da plata todo los días porque puede llover o nevar y lo mismo vienen a jugar. El mantenimiento no cuesta mucho dinero y se recupera la inversión en poco tiempo", dijo el hombre que pronto inaugurará canchas en esa zona.
"Lo más difícil de manejar son los impuestos y los servicios. Nosotros descansamos los domingos. Luego tenemos reservadas las canchas todos los días", dijeron desde Fútbol 5 de Primera, un negocio ubicado en la avenida Banchik. Allí cobran 3.200 la hora y hasta tienen una cuenta en las redes sociales donde anuncian la disponibilidad de turnos.
Lo que también da una rápida ganancia son las canchas de paddle. Muchos negocios combinan paletas y pelotas, con un mismo bar y es negocio redondo. Sebastián dijo que una cancha de paddle clásica, sin acrílicos, cuesta unos 15 mil dólares. Pero ese es otro cantar.
"El potrero no se mancha"
El fútbol perdió la mágica inclusión del potrero donde todos participaban sin distinción alguna. Se jugaba sin horarios, hasta que ya no se veía la pelota. No había grandes goleadas porque cuando la diferencia era evidente uno de los buenos se cambiaba de equipo. Jugaban todas las edades, los viejos, los jóvenes y a los chicos se los cuidaba.
Cualquier espacio verde, o marrón, era campo de juego. Plazas, calles, escuelas, rotondas, descampados eran potreros en donde se jugaba unos con camisetas y otros sin. Un tal Lorenzo decía que, en sus pagos de Anta, de un lado jugaban embarrados y del otro los desnudos; no existía el protector solar.
En el potrero jugaban todos, los de familias con altos ingresos, los más pobres, los protestantes, anglicanos, católicos, judíos, altos, bajos, con muletas ibas al arco, indio, criollo, inmigrante, rubio, morocho, los que jugaban bien y los que eran un asco. Cuando caía un chaparrón salían todos esos salvajes a jugar en el barro porque era más divertido y así se borraban todas las diferencias.
Hoy, con la comercialización del tiempo y el espacio, la segmentación es más evidente. Los profesionales universitarios juegan en su propio espacio sin juntarse con los obreros, los chicos van a escuelitas de fútbol que están bien diferenciadas por el precio de la cuota, los veteranos tienen torneos con diferentes valores, el horario definió a los equipos por profesión, pero lo bueno de estos nuevos tiempos es la aparición de las mujeres en el campo de juego.