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Por Flavio Gerez, músico y Dr. en Física
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En mi experiencia asistiendo a conciertos a lo largo de muchos años, he encontrado que la calidad musical de los intérpretes puede variar significativamente. A veces me tocó asistir a conciertos que no estuvieron a la altura de mis expectativas en términos de emoción que no de habilidad técnica. En algunos casos, los intérpretes no conectaron con la audiencia de la manera que yo esperaba, lo que resultó en una experiencia musical plana, aburrida y sin emoción que se vio reflejada en la frialdad o ausencia de aplausos. En lugar de estar inmerso en la música, a veces, me he encontrado mirando el reloj, esperando que el concierto terminara, o bien, más atento a los ruidos propios de la sala o del público, no siempre educado para asistir a conciertos. Esto me ha llevado a preguntarme cuestiones tales como ¿qué es la emoción?, ¿por qué las personas nos emocionamos de manera diferente ante la audición de una pieza musical?, ¿por qué a veces se establece un consenso entre todos los oyentes y se produce un estallido de aplausos o, en el otro extremo, estos apenas se oyen por unos pocos segundos?, ¿cuánto de subjetiva es la emoción?, ¿existe algún patrón o común denominador en el estímulo que dispara la emoción?, ¿qué procesos físicos están involucrados?
Las emociones son una parte integral de la experiencia humana y han sido objeto de estudio en múltiples disciplinas, desde la psicología hasta la filosofía y la neurociencia. Los procesos fisiológicos y psicológicos que subyacen a las emociones son un tema de investigación importante en estas disciplinas, y ha llevado a avances significativos en la comprensión de la naturaleza de las emociones. Sin embargo, la relación entre las emociones y la física cuántica es un área de investigación emergente que en las últimas décadas ha dado lugar a teorías intrigantes sobre la conexión entre estos dos ámbitos aparentemente tan dispares.
La relación entre las emociones, en particular aquellas que experimentamos cuando percibimos la belleza, y la física cuántica que se produce en el cerebro en ese momento podría establecerse a través de una relación matemática llamada proporción áurea. La proporción áurea ha sido considerada como una medida de la belleza en el arte y la naturaleza desde la antigüedad, y se ha encontrado en numerosas formas naturales, desde los pétalos de las flores hasta los patrones en los caparazones de los caracoles. Los procesos cuánticos en el cerebro, por su parte, son procesos que involucran, en última instancia a partículas elementales, y se cree que tienen un papel importante en la generación de la conciencia y, por ende, de las emociones.
Una teoría, tan intrigante como controvertida, sobre la conexión entre estos dos ámbitos es la teoría de la Reducción Objetiva Orquestada, propuesta por Roger Penrose, premio Nobel de Física en 2020, y el psicólogo Stuart Hameroff. Según esta teoría, los procesos cuánticos en el cerebro se orquestan en estructuras microtubulares en las neuronas, y estas estructuras son las responsables de la creación de la conciencia. Las emociones forman parte de los múltiples estados que tiene la conciencia y por lo tanto debería existir una conexión entre éstas y los estímulos internosy externos que provienen de las artes, en particular de la música. Estos últimos entran en el organismo a través de oído, y todos estos estímulos traen consigo un complejo entramado de proporciones áureas con las que fueron concebidas las obras musicales y aquellas proporciones áureas que se generan cuando éstas son interpretadas. Esto es, no solo entra en el oído la belleza de la composición propiamente dicha sino también la belleza con la que la composición es interpretada.
Esta percepción de la belleza en la música podría estar relacionada con la resonancia de los procesos cuánticos que se producen en los microtúbulosneuronales con la proporción áurea resultante del estímulo recibido a través de la música. El consenso en la emoción traducido en el calor de los aplausos al que me refería antes sería, pues, una superposición estadística de esos estados cuánticos.
Sin embargo, es muy importante aclarar que esta teoría sigue siendo un área de investigación activa y en evolución. Es decir, no se han realizado suficientes experimentos que la confirmen o descarten. Se necesitan muchas más investigaciones y estudios multidisciplinarios para comprender completamente cómo estos conceptos están relacionados.
El futuro de la ciencia pasa por la capacidad que tengamos los científicos de trabajar y consensuar con nuestros pares de otras disciplinas. Alcanzar esta meta tiene el potencial de ampliar nuestra comprensión del mundo que nos rodea y de nosotros mismos como seres emocionales y conscientes.