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Un país sobre un abismo insondable

Jueves, 27 de abril de 2023 02:50
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Ítalo Calvino nos ofrece en su maravilloso libro "Las ciudades invisibles", la descripción trágica de la ciudad de Octavia; la ciudad telaraña. "Hay un precipicio entre dos montañas abruptas: la ciudad está en el vacío, atada a las dos crestas por cuerdas y cadenas y pasarelas. Uno camina por los travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los intersticios, o se aferra a las mallas de una red de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y cientos de metros: pasa alguna nube; se entrevé más abajo el fondo del despeñadero."

Me pregunto si Argentina no está construida, como Octavia, sobre ese abismo insondable que se abre entre dos montañas inviables e imposibles. Dos cumbres basadas en dos polos que se elevan más y más a la altura de sus desavenencias y de sus desacuerdos irreconciliables. A su vez, cada una de estas montañas inverosímiles crecen por ellas mismas, por acciones que ellas encaran, alejándose más todavía de la vida que de ellas pende. Alejándose de la vida real de cada uno de los habitantes de Octavia; de todos los que nos movemos por la ciudad tratando de no caernos por los intersticios cada vez más abiertos, cada vez más visibles. Cada vez más grandes.

"Ésta es la base de la ciudad: una red que sirve para pasar y para sostener. Todo lo demás, en vez de alzarse encima, cuelga hacia abajo…". La vida de la gente de Octavia está patas para arriba. Todos en Octavia vivimos cabeza abajo.

Todo está dado vuelta. Todo está subvertido. El ministro de Seguridad de la Nación asegura que, si ganara la oposición las elecciones presidenciales, "las calles van a estar regadas de sangre y de muertos". El día después, dirá que no fue su intención "generar pánico" pero, en lugar de corregir semejante violencia verbal nada democrática, ratifica cada palabra. Más tarde, en el colmo de lo inverosímil, ratificará la ratificación.

El presidente de la Nación inaugura una terminal en el aeropuerto internacional de Ezeiza, una obra que, desde el punto de vista arquitectónico es de una belleza inconsistente con Octavia. Lo único consistente serán sus dichos al señalar "que espera que salga por acá la menor cantidad de argentinos". Inaugurar un aeropuerto y apelar a que los argentinos no viajen es propio de un país dado vuelta y colgado de una telaraña; como Octavia. Como nosotros.

Un sindicalista propone incendiar el hotel que alberga una cumbre de empresarios y quemarlos a todos. Al día siguiente, la vocera Gabriela Cerruti atribuirá la inflación a la emisión durante la pandemia; al impacto de la guerra en los precios internacionales y a la peor sequía de la historia en el país. Todos los países emitieron moneda durante la pandemia y, hoy, los índices de inflación de esos países no supera el 8% anual. La parte de la guerra tampoco es cierta; la inflación acumulada de Ucrania desde enero a marzo es de sólo el 3%. Ucrania está en guerra; nosotros no. Y si bien lo de la sequía es cierto, tenemos un modelo económico que basa el 71% de sus exportaciones en productos derivados del campo; algo sólo atribuible a una dirigencia que, por siglos, buscó que nada cambie. Al día siguiente de estas declaraciones estruendosas, el presidente baja su candidatura a la reelección apelando a los mismos argumentos falaces. Cerruti agregará que el presidente renunció "pese a que tenía posibilidades ciertas y concretas de ser reelecto". La montaña crece ante cada muestra de insania política y social. El miedo a caer por los intersticios de la red hace que en Octavia pocos sonrían. Lo mismo que en Argentina.

En la otra montaña, las peleas del PRO entre sus propias vertientes; entre el PRO y el radicalismo; y dentro de las distintas corrientes del radicalismo; hacen que esa otra montaña se retuerza y truene toda en su interior. La presencia de los candidatos opositores en ese hotel que el sindicalista propuso quemar los mostró desnudos de ideas, de todo plan realizable y de nada que no sean sólo eslóganes de campaña carentes de viabilidad. No agrega tranquilidad que haya facciones del PRO que busquen un acuerdo con Javier Milei, mientras que otras nieguen toda posibilidad de un acuerdo así. El propio Milei podría convertirse en una tercera montaña -que crezca a toda velocidad de la nada-, y de la cual Octavia pueda buscar aferrarse con ansias; más por el rencor y el cansancio acumulados que por el amor. ¿Quién podría amar las ideas radicales de Javier Milei? Me pregunto quién podría amar a esa caricatura radicalizada que interpreta Javier Milei.

"Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en otras ciudades. Saben que la resistencia de la red tiene un límite". Todos sabemos que tarde o temprano, los cada vez más tenues hilos que conforman la red se van a romper. Todos sabemos que Octavia se desplomará al vacío junto con nosotros, con nuestras casas y nuestras pocas o nulas pertenencias. Que nos va a arrojar a casi todos al fondo del despeñadero.

No lo dice Ítalo Calvino pero sospecho que él podría imaginar lo mismo: Octavia podrá caer pero, sin embargo, las montañas seguirán de pie. Incólumes. Peleándose. Echándole -todas ellas- la culpa al vacío por el desplome de la ciudad.

 

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