La suspensión del debate entre la intendenta Bettina Romero y el candidato Emiliano Durand constituye un episodio bochornoso y puede servir de ejemplo para comprender la diferencia entre "periodismo profesional" y "oportunismo al servicio del poder de turno". El dueño de Multivisión, Javier Matus, levantó el programa por "presiones" que, reconoció, había recibido de parte de alguien a quien no identificó.
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La suspensión del debate entre la intendenta Bettina Romero y el candidato Emiliano Durand constituye un episodio bochornoso y puede servir de ejemplo para comprender la diferencia entre "periodismo profesional" y "oportunismo al servicio del poder de turno". El dueño de Multivisión, Javier Matus, levantó el programa por "presiones" que, reconoció, había recibido de parte de alguien a quien no identificó.
Todo ocurrió cuando ambos candidatos se encontraban en el edificio, en distintas dependencias. Durand, quien se retiró sin saludar a su interlocutora, sería quien forzó la suspensión del evento.
Un video grabado en los estudios ubicados sobre la avenida Perón expone las explicaciones del empresario a la intendenta, en la noche del miércoles; un diálogo inequívoco que Matus trató ayer de tergiversar con explicaciones confusas y carentes de claridad.
Textualmente, este es el diálogo que se escucha:
M: Teniendo la posibilidad de cerrar me parece importante.
R: Si pero casi es una extorsión Javier.
M: No es casi, es.
R: Es una extorsión. ¿Y cómo qué es normal que nos extorsione?
M: Es una presión.
R: A mí, la verdad que la extorsión no me va. Y si eso pretende hacer con nosotros mira lo que será con la ciudad.
En otra parte del video, que dura 40 segundos, Matus le pide a la intendenta que espere hasta que hable Durand y se vaya. A lo que Romero responde: "Cuando dicen que a Bettina le toca, le toca. Vos me ves hoy y soy la misma que en 2019. No tengo coronita, no espero ningún lugar, cumplo las reglas. Yo cumplo las reglas".
Todo está muy claro, aunque se trate de un hecho oscuro: si uno de los dos invitados se negaba a bajar al estudio, el programa debió realizarse con quien ya estaba allí. Y dando las explicaciones del caso. No hubo programa ni explicaciones, porque algunas declaraciones posteriores de Matus se limitaron a cuestionar que su conversación con la intendenta hubiera sido registrada por el equipo de asesores que la acompañaba. Ese equipo, como los que acompañan a cualquier candidato, registran todo aquello que pudiera resultar importante para la publicitación del evento.
El canal había anunciado ese debate durante diez días, como una suerte de culminación de su trabajo a lo largo de la campaña.
¿Qué presión puede recibir el propietario de un canal? Muchas, pero nunca una presión puede ser tan fuerte como para que el medio ponga en juego su credibilidad de una manera tan escandalosa. Salvo que lo que él llama "presión" sea una extorsión (como reconoció y luego se corrigió), o una "orden superior". Es decir la orden de una voluntad que tiene mayor poder de decisión sobre la emisora que su propio dueño. O supuesto dueño.
La realidad es que lo ocurrido en Canal 9 de Salta es un caso inequívoco de censura. Matus, devenido de periodista en empresario al abrigo de la gestión de Juan Manuel Urtubey, tiene en su historial la única misión de ser un servidor del poder. Del poder de quien lo apadrinó y, luego, con el gobierno de turno.
Por eso nunca entendió de qué se trata la libertad de expresión, el derecho a la información y la opinión con fundamentos profesionales. Por eso tampoco está en condiciones de desacatar, en definitiva, lo que le ordenan desde el Gobierno.