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En la historia del automovilismo argentino hay modelos que dejaron una marca imborrable. Entre ellos, el Lutteral Comahue ocupa un lugar destacado: un auto raro, de estirpe, con una belleza singular y prestaciones que lo convirtieron en una joya codiciada por los amantes del Gran Turismo (GT).
Nacido en 1968 de la mano de Juan Carlos Lutteral, este vehículo fue una reinterpretación exclusiva del Torino, con diseño agresivo, mejoras mecánicas significativas y un nivel de personalización sin precedentes en la industria local.
Anunciado en las publicidades como “el auto más veloz del país”, el Comahue alcanzaba los 215 km/h y se fabricaba en series limitadas de 10 unidades mensuales. No era un vehículo para cualquiera: se destinaba a una clientela dispuesta a pagar por diseño, confort, potencia y exclusividad. Su valor inicial era de $2.858.100, y se entregaba con una plaqueta grabada con el nombre del propietario.


En Cerrillos, Jorge “el Flaco” Olleta, mecánico de profesión, fue el orgulloso propietario de uno de estos ejemplares. A comienzos de los años 80, solía florearse dando vueltas a la plaza Serapio Gallegos durante las tardes, para luego guardar el vehículo en su casa del barrio Antártida Argentina.
La historia del Comahue comienza en realidad un año antes, en 1967, con la aparición del Torino, ícono de la industria automotriz argentina desarrollado por IKA (Industrias Kaiser Argentina). Su irrupción comercial motivó a Lutteral a pensar en una versión especial que combinara la fuerza y nobleza del modelo cordobés con un diseño más refinado y características propias de un auto deportivo europeo. “Así nació el Team Lutteral Competición, que debutó ese mismo año en Turismo Carretera y Turismo Anexo J, con figuras como “Larry” Rodríguez Larreta y “Chiche” Caldarella al volante”, recordaron desde el portal Autos Historia.
A nivel técnico, el Comahue se destacaba por su luneta fastback envolvente, una modificación sobre la estructura del Torino 380 W, y por detalles únicos como llantas Cimetal, deflectores laterales, espejos retrovisores dobles, y un motor de 2.858 cc que desarrollaba 175 HP. A eso se sumaban mejoras como el árbol de levas especial, tapa de cilindros retrabajada, múltiple Macagno y carburador Weber, que elevaban su potencia hasta los 250 HP, dependiendo de la versión.
En 1968, el modelo fue presentado oficialmente en el salón de Avenida del Libertador al 1700, en Buenos Aires. Allí se exhibió no solo su línea GT inicial, sino también las múltiples opciones de personalización: tres relaciones de caja, cuatro potencias de motor, tres relaciones de diferencial, dos tipos de dirección y diferentes medidas de llantas. Se podía elegir desde tapizado en cuero flor hasta mini bar, aire acondicionado o suspensión regulable “Aerolastique”, un sistema neumático único que permitía modificar la altura del auto desde la consola.
“A lo largo de la década del 70, el Comahue sumó nuevas versiones. En 1970 aparecieron el 175 KB, el 175 TT y el GTA 175 KB, cada uno con distintas configuraciones de cola y equipamiento. Incluso se fabricó una versión rural llamada Safari, montada sobre la base del Torino cuatro puertas, con techo extendido, vidrios laterales y portón trasero. Cada detalle respondía a la búsqueda de un producto único”, detallaron desde Auto Historia.
La versión SST
La última gran apuesta llegó en 1977, con la versión SST. Fue la despedida del modelo, ya afectado por la crisis del sector y la apertura importadora. Incorporó tecnología inédita en el país, tablero digital, nuevos paragolpes envolventes de resina, faros rebatibles y butacas anatómicas. “Sin embargo, el mercado ya mostraba señales de agotamiento para los autos deportivos de gran cilindrada. Solo 43 unidades del SST fueron vendidas antes del cese de producción en 1979”, recordaron los especialistas.
En total, se construyeron cerca de mil ejemplares del Lutteral Comahue. Cada uno es hoy una pieza de colección. No solo fue el primer fuera de serie argentino derivado del Torino, sino también un testimonio de hasta dónde podía llegar la industria nacional cuando se unían pasión, diseño, ingeniería y una visión audaz.
El Lutteral Comahue no fue un auto más, fue un símbolo de elegancia, potencia y vanguardia. Un verdadero GT a la argentina, tal como lo presentaba la publicad de la época.