Las ciudades se fueron construyendo con rocas naturales que más tarde fueron reemplazadas en parte o totalmente por materiales artificiales. Las rocas están por doquier. En los monumentos, en las fachadas de los edificios, en las veredas y cordones, en las iglesias y cementerios. Las hay de todos los tipos, desde lajas, hasta láminas de granito y mármoles, desde pórfidos a cuarcitas, desde calizas hasta gneises, o sea rocas formadas por el fuego (ígneas), por el agua, el viento y el hielo (sedimentarias) y por la presión y la temperatura del interior terráqueo (metamórficas).
inicia sesión o regístrate.
Las ciudades se fueron construyendo con rocas naturales que más tarde fueron reemplazadas en parte o totalmente por materiales artificiales. Las rocas están por doquier. En los monumentos, en las fachadas de los edificios, en las veredas y cordones, en las iglesias y cementerios. Las hay de todos los tipos, desde lajas, hasta láminas de granito y mármoles, desde pórfidos a cuarcitas, desde calizas hasta gneises, o sea rocas formadas por el fuego (ígneas), por el agua, el viento y el hielo (sedimentarias) y por la presión y la temperatura del interior terráqueo (metamórficas).
La ciudad de Arequipa en Perú, llamada la "Ciudad Blanca", está construida esencialmente por rocas volcánicas del volcán Misti. Las paredes con bloques de sillar, una ceniza volcánica blanca y las calles con rocas negras de tipo basáltico. El sillar es además muy fácil de trabajar y gran parte de las fachadas de iglesias y edificios se han tallado en esa roca.
Los incas tallaron rocas de muchos tipos, especialmente volcánicas y porfídicas, para construir sus ciudades. Algunas con bloques gigantes de decenas de toneladas como Sacsahuayman. O los bloques de Cuzco en el templo de Coricancha. O las piedras perfectamente cortadas y pulidas, con encajes de varios ángulos, conformando estructuras sismo -resistentes.
Los mayas utilizaron las abundantes rocas calcáreas y construyeron con ellas ciudades enteras y grandes pirámides. También aprovecharon su baja dureza para generar hermosos bajorrelieves.
Los aztecas y egipcios han hecho maravillas en arte pétreo. En Europa, los romanos aprovecharon las rocas de cada región de su imperio para construir obras que aún resisten el paso de más de dos milenios. El acueducto de Segovia, los puentes romanos, el Coliseo, teatros, balnearios, están construidos con las mejores rocas y sus famosos cementos puzolánicos. Y además fueron maestros en el uso del mármol. Tanto de los mármoles para construir sus edificios y columnas, como los que decoraron el interior con bellas estatuas de dioses y hombres.
Mármoles de una blancura nívea como los que provenían de las viejas canteras de Carrara en Italia o de Paros en Grecia. Mármoles y alabastros que alcanzaron su apogeo estético durante el Renacimiento de la mano de Miguel Angel, Leonardo y otros artistas italianos, con obras que aún sorprenden al mundo como La Piedad o el David. En ellas, la belleza expresiva de la roca llega a las fibras más profundas del observador, donde se logra una comunión espiritual con la forma y su expresión. Especialmente, cuando se observan esos velos que vuelven transparente al mármol y elevan a lo sublime la belleza de la mujer o las Madonnas allí representadas.
Las formas y la belleza
En 1597, Agostino del Riccio se preguntaba en su "Historia de la Piedra" y decía "¿Por qué visitamos Roma y Florencia y otras ciudades si no es para ver rocas reducidas a buenas formas?". Expresaba así el vínculo que siempre ha existido entre los materiales de la Tierra y la creación artística. Este vínculo pone en tela de juicio la relación entre lo natural y lo artificial, los materiales y la artesanía.
Precisamente para debatir sobre este interesante tema se realizará una sección especial en el 36th Congreso Internacional de Historia del Arte, en Lyon (Francia, 2024) bajo el lema "Enraizar las artes. Cruzando la historia del arte con la historia de las Ciencias de la Tierra". Dicho simposio será organizado por Napolitani Maddalena, de la Universidad Dell'insubria (Varese, Italia) y Víctor Monnin, del Instituto de Tecnología de Chicago (Estados Unidos). El universo de los materiales geológicos nunca ha dejado de alimentar la creatividad artística, desde los pigmentos triturados hasta los mármoles y piedras utilizados en arquitectura y escultura.
Los fósiles también forman parte de esta miríada de materiales, desde los dientes fósiles de tiburón utilizados por los artistas medievales en la fabricación de ídolos medicinales hasta las esculturas que son los esqueletos de dinosaurios expuestos en los museos de historia natural.
Como han demostrado estudios recientes, esta riqueza de materiales ha dado lugar a todo un mundo de símbolos, que se manifiesta en la historia de las colecciones al menos desde las Wunderkammern del periodo moderno. Las Wunderkammern o "Cuartos de las Maravillas", también llamados gabinetes de curiosidades, eran habitaciones, o a veces simples muebles, de una residencia en los que los nobles y burgueses europeos de los siglos XVI, XVII y XVIII coleccionaban y exponían objetos exóticos llegados de todos los rincones del mundo conocido.
A caballo entre la ciencia, el arte y el patrimonio, las rocas, los minerales y los fósiles constituyen un recurso estratégico para la investigación y la creación. Desde el siglo XIX, los avances de las ciencias de la Tierra, y especialmente de la paleontología, han inspirado a muchos artistas y han dado lugar a la creación de espectaculares esculturas y pinturas que representan el pasado profundo de la Tierra.
Más allá de una creatividad artística directamente al servicio de las ciencias de la Tierra, la fascinación por las curiosidades geológicas sigue guiando a artistas y escritores en sus búsquedas estéticas, desde los escritos surrealistas de Roger Caillois hasta las fotografías de Hiroshi Sugimoto, que reconoce en los fósiles el precursor natural de la fotografía.
Arte fósil
El concepto de "arte fósil" fue desarrollado por el paleontólogo Adolf Seilacher, padre de la paleoicnología moderna, que visitó Salta en muchas oportunidades interesado en las trazas fósiles de cuerpos blandos que se encuentran en los cerros salteños y se remontan al límite entre los períodos Precámbrico y Cámbrico, unos 540 millones de años atrás.
Las veredas de Cachi son un muestrario de esas increíbles trazas fósiles de organismos marinos primitivos. Seilacher paseó su muestra de arte fósil por varios países y personalmente tuve la suerte de visitarla en la ciudad de Stavanger, en Noruega. Sus estudios le valieron ser galardonado en 1992 con el premio Crafoord, equivalente al premio Nobel, siendo ambos entregados por la Academia de Ciencias de Suecia. El premio Crafoord, que se otorga a disciplinas no contempladas en el Nobel, es entregado por los reyes de Suecia y está dotado con 400.000 dólares y una medalla de oro macizo de 100 gramos.
El Dr. Seilacher fue profesor de numerosas universidades, entre ellas las de Baghdad, Moscú, Gottingen, Frankfurt y Stanford, habiéndose desempeñado hasta el final de su vida en las de Tubingen (Alemania) y Yale (USA), en las cuales compartía un semestre. El premio le dio libertad económica y lo utilizó para montar la muestra itinerante "Arte fósil", que paseó por los museos del mundo. Dicha exposición consiste de una serie de grandes planchas o lajas que contienen formas de origen orgánico e inorgánico, tales como rastros de gusanos marinos que grabaron su cuerpo sobre el fango oceánico cientos de millones de años atrás.
A veces el grado de conservación, la textura de los materiales, los relieves, los contrastes de color y las complejísimas formas generan un tipo particular de arte. Las lajas provienen de remotos lugares de Australia, Canadá, Francia, Alemania, India, Italia, Japón, Libia, Namibia, Pakistán, Escocia, España y los Estados Unidos, regiones donde Seilacher buscó los signos más antiguos de vida. Durante la visita a la exposición, el Dr. Stephen Jay Gould, autor de magníficos libros de divulgación científica en el campo de las ciencias naturales, dijo que era un agradecido del maestro Seilacher, que le permitía aprender en la muestra que "el esfuerzo orgánico tenía tanta belleza como la forma orgánica".
Tuve el raro privilegio de conocerlo, trabajar con él, escucharlo y aprender de su inmensa y generosa fuente de sabiduría. De acuerdo con Maddalena y Monnin, la sesión que se celebrará en Lyon explorará el universo geológico que subyace al mundo de la creación y fomentará una reflexión colectiva sobre la interdisciplinariedad. La sesión pretende reunir enfoques procedentes de la historia de las colecciones, la historia de las ciencias de la Tierra y la historia del arte, con el objetivo de desarrollar un enfoque "terrestre" de las obras de arte centrado en la materialidad de las obras y sus vínculos con la evolución del conocimiento sobre la Tierra y su historia.
La geología urbana
En Buenos Aires, el Dr. José Selles Martínez, de la UBA, organiza anualmente una visita a monumentos pétreos en el marco de la geología urbana, donde se enseña a reconocer las rocas que los conforman. Uno de los mayores muestrarios de rocas preciosas, finísimos mármoles y granitos negros, algunos tornasolados, se encuentra en los panteones del cementerio de La Recoleta. En Salta se destacan las esculturas en piedra que realiza el artista pétreo Cenrique Valdez, quien aprovechó el valioso ónix de la Puna, entre ellos el ónix azul, "celeste cielo" o "Vaticano", único en el mundo.
Salta cuenta además con vistosas lajas, como las que recubren el Hogar Escuela y que proceden de la cantera de La Pedrera. O las lajas que aún subsisten de la vieja cantera del cerro San Bernardo y que todavía se conservan en algunas veredas. Los salteños de varias generaciones han caminado por décadas sobre esas lajas de cientos de millones de años de antigüedad. Aunque en los últimos años se han visto desplazadas por las lajas de Olta, provenientes de La Rioja. Como se aprecia, el arte pétreo aparece en cada rincón de la ciudad y de tanto verlo se ha vuelto invisible a los ojos.