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La urgencia de un consenso nacional

Las movilizaciones masivas demuestran que, para la sociedad, la universidad es las más prestigiosa de las instituciones, Las encuestas indican que las Fuerzas Armadas ocupan el segundo lugar. La dirigencia política, a contramano de la gente. 
Miércoles, 23 de octubre de 2024 02:13
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En las controversias desencadenadas a partir de los vetos gubernamentales a las leyes de movilidad de los haberes jubilatorios y de financiación de las universidades públicas Milei ratificó su orden de prioridades y confirmó que el "déficit cero" está por encima de la variación negativa en las encuestas, pero señaló también los límites impuestos por la opinión pública sobre los alcances de la gráfica consigna gubernamental de que "no hay plata".

En todas las encuestas sobre imagen de las instituciones las universidades públicas, y muy especialmente la Universidad de Buenos Aires, son la institución mejor valorada de la Argentina. Para que quede claro que esa valoración no tiene nada que ver con preferencias ideológicas conviene acotar que el segundo lugar en ese ranking de imagen positiva corresponde hoy las Fuerzas Armadas, que hace cuarenta años ocupaban el último puesto.

La movilización del miércoles 2 de octubre, que sólo en la ciudad de Buenos Aires juntó más de 200.000 personas, revela la dimensión de un fenómeno colectivo que trasciende la coyuntura política y excede la problemática puntual del presupuesto universitario. En esta oportunidad la movilización no tuvo el alcance que tuvo la anterior del 23 de abril, que fue la más numerosa realizada en la ciudad de Buenos Aires en la historia política de los últimos 40 años, sólo comparable a los cierres de campaña de Raúl Alfonsín e Ítalo Luder en la Avenida 9 de julio en octubre de 1983, pero concentró sí una multitud similar a la congregada en junio de 2008 frente al Monumento a los Españoles en el conflicto desatado por la resolución 125.

La analogía no es para nada ociosa. Las movilizaciones del 2028 contra la resolución 125, en las que convergieron el sector agropecuario y las clases medias urbanas de las grandes ciudades, con la participación de millares de manifestantes que nunca habían visto de cerca una vaca, carecieron de consecuencias políticas inmediatas pero patentizaron el divorcio entre el gobierno de Cristina Kirchner y el sector productivo tecnológicamente más avanzado e internacionalmente más competitivo de la economía, simbolizaron la reaparición en el escenario de las provincias, y por ende de la Argentina Federal, y fueron el punto de partida de un incipiente consenso nacional sobre la relevancia de la agroindustria como factor determinante para el desarrollo.

Educación y justicia social

Cabe señalar que las movilizaciones por el presupuesto universitario, que como aquéllas de 2008 tampoco tienen hoy canalización política y, por lo tanto, no impactan decisivamente en la coyuntura, reflejan la aparición de un nuevo consenso mayoritario en la sociedad acerca del valor estratégico de la educación como instrumento de movilidad social ascendente.

Ese consenso, que recoge un mandato cultural hondamente arraigado en nuestro pueblo desde la ola migratoria de fines del siglo XIX, amplificado desde 1945 con el advenimiento del peronismo, está potenciado por una exigencia derivada de los incesantes cambios tecnológicos propios de la irrupción de la era del conocimiento, que establece una relación indisoluble entre el mundo de la educación y el mundo de la producción y del trabajo. Independientemente del resultado de esta discusión sobre el presupuesto universitario, lo cierto es que el desafío de la educación ha llegado para quedarse en la agenda política argentina.

Pero esta instalación de la problemática educativa en la agenda pública presenta otra arista aún más relevante: si bien se trata de una demanda transversal, que recorre todos los sectores sociales, es un requerimiento que tiene como principal protagonista a la juventud de las clases medias, que representan el principal sujeto social de la sociedad del conocimiento, o sea de la economía del futuro, así como ocurría con la clase obrera en la sociedad industrial.

Si la juventud de los sectores marginales, que, aunque comparten esa demanda tienen otras prioridades más acuciantes para su supervivencia cotidiana, constituye aproximadamente un tercio de la población juvenil, esta juventud de clase media representa a los otros dos tercios de esas nuevas generaciones "nativo-digitales" y por su gravitación cuantitativa y cualitativa está llamada a desempeñar un papel decisivo en el devenir político argentino.

Esta apreciación está fundada en una característica cultural especial que encuentra su explicación en lo que significó el peronismo como motor de ascenso social y de dignificación del trabajo: la clase trabajadora argentina se considera de clase media, aunque según las estadísticas el INDEC un tercio de los salarios de trabajadores de la economía formal están por debajo de la línea de pobreza.

Un interesante artículo del Hernán Reyes, titulado "Un país pobre de clase media", analiza una encuesta realizada por el estudio Reyes Filadaro que consigna que en el Gran Buenos Aires, donde según la última estimación del INDEC el 62% de la población está por debajo de la línea de pobreza, el 55% de los encuestados se considera de "clase media" (divididos entre un 18% de "clase media" a secas" y un 37% de "clase media baja") y subraya que el 91% de quienes se consideran de "clase media baja" tienen ingresos personales inferiores al límites de la línea de pobreza. En esa franja auto percibida como de "clase media", el 95% de los encuestados considera a la educación como un "factor importante" para el progreso personal.

Como otra demostración de la transversalidad sociocultural de la demanda educativa cabe citar un episodio que pasó virtualmente desapercibido en los medios periodísticos y fue la actitud asumida por un reducido grupo de miembros de la Marina que se sumaron en Mar del Plata a la movilización para protestar contra la posible clausura de la Escuela Nacional de Pesca "Comandante Luis Piedrabuena", dependiente de la Dirección de Educación de la Armada, una alternativa que fue luego desmentida por la conducción de la fuerza.

Desde Congreso a Luján

Si la Marcha Universitaria Federal del miércoles 2 de octubre, que como su antecedente del 23 de abril tuvo un carácter nacional e inundó las calles de Córdoba y de las principales ciudades, refleja las exigencias de una franja mayoritaria de la juventud, la multitudinaria procesión juvenil a Luján, que tuvo lugar el sábado 5 de octubre, o sea tres días más tarde, completa una radiografía elocuente de una demanda social insatisfecha que refleja ese divorcio entre el sistema político y el conjunto de la sociedad que fue la razón de ser de la irrupción de Milei y de su victoria electoral en el balotaje de noviembre de 2023.

Esa procesión, que tuvo su primera edición en 1975, cuando el padre Jorge Bergoglio era Provincial de la Compañía de Jesús, y contó en la participación del joven Oscar Ojea, hoy presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, fue una iniciativa del padre Rafael Tello, uno de los máximos exponentes de la "teología del pueblo", que por la prédica del Papa Francisco expande hoy su influencia a escala mundial, ratificó la condición de la Iglesia argentina como la principal estructura de movilización social, sin comparación posible con ninguna otra.

En esa quincuagésima edición conviene rescatar el mensaje del arzobispo de Buenos Aires, José Ignacio García Cuerva, por su estilo, tal vez, el más "bergogliano" de los obispos argentinos, quien desde la Basílica de Luján, y después de destacar que el lema del encuentro era "Madre, bajo tu mirada buscamos la unidad", puntualizó: "Frente a la crisis, los sabios buscan soluciones y los mediocres buscan culpables. Hay muchos mediocres que frente al lacerante y doloroso 52,9% de pobreza se pusieron a buscar culpables. Desde la casa de María les pedimos por favor a todos: únanse detrás de dos o tres temas importantes para todos los argentinos".

En esas palabras de García Cuerva están explicitadas una condición básica para la reconfiguración del sistema político: el establecimiento de una base de consenso que permita fijar un rumbo estratégico que vaya más allá de un período gubernamental y posibilite la creación de un clima de previsibilidad, credibilidad y confianza - nacional e internacional - capaz de promover un continuo flujo inversiones, indispensable para garantizar un proceso de desarrollo económico y social sustentable en el mediano y largo plazo.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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