¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
18°
8 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Inclusión: mucho más que una moda

Lunes, 25 de noviembre de 2024 01:42
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Vivimos en una era que podríamos llamar un apocalipsis cognitivo, donde la educación enfrenta desafíos sin precedentes. Este término no es una exageración: la crisis educativa global no solo afecta el aprendizaje, sino también nuestra capacidad de construir una sociedad más empática y equitativa. En el centro de este debate está la inclusión, una palabra que muchos han reducido a un ejercicio semántico y simbólico, olvidando que su verdadera esencia reside en la acción y la transformación de las estructuras sociales.

Últimamente, el debate sobre la inclusión se ha centrado en cuestiones superficiales, como cambiar una letra en ciertas palabras para visibilizar sectores específicos. Pero, ¿es esto inclusión? ¿Es esto suficiente? Cambiar una "x" o una "e" en el lenguaje puede ser un gesto válido para algunos, pero la inclusión real no se trata de cambiar letras, sino de cambiar vidas. Y cambiar vidas implica hechos concretos: oportunidades, accesibilidad, y condiciones que permitan a todos desarrollarse plenamente. Hablar de inclusión no es hablar de minorías: es hablar de todos los actores sociales. Es garantizar que el niño con dificultades de aprendizaje tenga un docente capacitado y recursos adecuados, que la madre de una comunidad rural pueda soñar con un futuro mejor para sus hijos, y que el joven con discapacidad pueda acceder a un trabajo digno. Incluir no es un favor ni un lujo; es una responsabilidad que debería estar en el centro de todas las políticas públicas.

Sin embargo, en muchas ocasiones, se priorizan debates que benefician a un sector reducido de la sociedad, mientras millones de personas siguen marginadas de las oportunidades más básicas. ¿De qué sirve promover un lenguaje inclusivo en textos oficiales si en las escuelas rurales faltan libros y electricidad? ¿De qué sirve organizar congresos sobre equidad si los estudiantes con discapacidades aún no tienen rampas o materiales adaptados?

La educación debe ser el primer espacio donde se practique la inclusión. Pero nuestras aulas, lejos de ser igualadoras, reflejan y perpetúan las desigualdades de la sociedad. Mientras algunos niños disfrutan de escuelas modernas con tecnología de punta, otros caminan kilómetros para llegar a establecimientos sin baños ni pizarrones. ¿Es esto inclusión?

El acceso desigual a la educación es solo una parte del problema. También está la falta de preparación para entender y atender las diversidades. ¿Cuántos docentes reciben formación específica para trabajar con estudiantes neurodivergentes? ¿Cuántas escuelas cuentan con infraestructura adecuada para personas con movilidad reducida? Hablar de inclusión sin abordar estos problemas estructurales es como construir una casa sin cimientos.

Más allá de las políticas y los recursos, hay un aspecto fundamental que no puede quedar afuera: la empatía. Incluir no solo significa garantizar derechos; significa mirar al otro como un igual, como alguien que merece las mismas oportunidades. Pero la empatía no surge de la nada: se aprende y se cultiva. La escuela es el espacio ideal para sembrarla, pero, ¿lo estamos logrando?

La falta de empatía es evidente. Nos hemos acostumbrado a mirar para otro lado frente a las desigualdades. Sin embargo, si enseñamos a las nuevas generaciones a valorar las diferencias, a reconocer la humanidad en cada persona, podremos construir un futuro más justo y solidario.

¿Estamos dispuestos a invertir en educación inclusiva? ¿A replantear nuestras prioridades como sociedad? ¿A escuchar las voces de quienes han sido históricamente ignorados? La inclusión no debe ser un tema de moda, ni un concepto para lucir en discursos. Debe ser un compromiso diario, un motor de transformación que alcance a cada rincón de nuestra sociedad. Hablar de inclusión es hablar de todos, y para construir un mundo mejor, necesitamos que todas las voces sean escuchadas. ¿Estamos preparados para ese desafío?

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD