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Entre la esperanza y la incertidumbre

Martes, 10 de diciembre de 2024 02:56
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Basados en una encuesta propia medimos que en Salta capital el 57,5% de los entrevistados dijeron que habían votado por Javier Milei en segunda vuelta y si hoy se repitiese esa elección ese valor desciende al 50,4%, Lo que evidencia prácticamente que tuvo muy poco desgaste, y que se da prácticamente en la clase baja manteniendo así su intención de voto en la clase media en adelante. Esta situación se refleja en todo el país y que, del análisis de la encuesta, con muchas divisiones de opinión, nos lleva a las siguientes conclusiones:

El primer año de la presidencia de Javier Milei ha sido marcado por tensiones, expectativas y ajustes en la opinión pública, evidenciando la complejidad del panorama social y político en la Argentina. Desde una perspectiva sociológica, se observa que su llegada al poder generó, en su momento, un entusiasmo que iba más allá de sus simpatizantes tradicionales. Esto se reflejó en las segundas vueltas electorales, cuando sectores de clase media y alta respaldaron su proyecto con la esperanza de encontrar un rumbo más claro para la economía y la institucionalidad.

Sin embargo, con el paso de los meses, se han producido matices en la percepción ciudadana. Por un lado, el núcleo duro que lo apoyó inicialmente sigue firme, sobre todo aquellos que rechazan el pasado político reciente y valoran la idea de un liderazgo disruptivo. Por otro lado, una porción de votación que escogió a Milei buscando una alternativa frente al kirchnerismo ha comenzado a mostrar señales de agotamiento, especialmente en los sectores de menores ingresos. Allí, la promesa de mejoras tangibles en la calidad de vida no se ha convertido en cambios inmediatos, generando cierto desencanto.

La clase media, más heterogénea, parece mantenerse a la expectativa. Una parte conserva la esperanza en la capacidad del gobierno para generar estabilidad económica y nuevas oportunidades, mientras que otra cuestiona la consistencia de las políticas, especialmente ante debates, como el financiamiento de la educación superior. El veto a la ley de financiamiento universitario, por ejemplo, ha sido un punto álgido, si bien un segmento interpreta esta medida como un paso necesario para reducir gastos improductivos, para otros es una señal preocupante que implica recortes en áreas sensibles para el futuro del país.

En cuanto a la percepción general de las medidas gubernamentales, hay quienes consideran que el presidente ha introducido ideas necesarias, en línea con una visión más liberal de la economía. Pero también existe la sensación de que los resultados tardan en llegar y que las políticas, en algunos casos, carecen de un enfoque social inclusivo que aborde las dificultades cotidianas de las mayorías.

Tres miradas

El primer año de Milei se caracteriza por una opinión pública fragmentada: un sector que mantiene su respaldo, otro que se distancia por la falta de logros palpables y un conjunto amplio de ciudadanos a la espera de resultados concretos. Este escenario indica que, a futuro, la consolidación o erosión de su base de apoyo dependerá, en gran medida, de la capacidad del gobierno para traducir su discurso en soluciones reales para la gente.

Hasta el momento, estas percepciones distintas continúan latentes, alimentadas por la necesidad de creer que el mandatario podrá superar el complejo panorama económico de la Argentina. Las mediciones actuales no muestran un desgaste sustancial, pero eso no equivale a una adhesión firme al presidente. Más bien, sugiere que una parte significativa de la ciudadanía se siente atrapada en medio de un río turbulento, sin un regreso posible y obligada a avanzar a pesar de la incertidumbre. La incógnita que emerge es: ¿qué pasará si avanzar se convierte en dejarse arrastrar por una corriente que amenaza con llevarse todas las esperanzas?

 

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