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La ley de ficha limpia, que tiene la misión de transparentar la política y consolidar el sistema democrático y republicano de gobierno, evitando la participación en elecciones de quienes han cometido delitos o indignidades graves en el ejercicio de la función pública, si bien no ha de ser concebida como un modo de proscribir a nadie en particular, tampoco ha de impedir que se aplique a quien ya ha sido señalado por la justicia por su indignidad.
No debe ser un modo de elegir al destinatario de la sanción, pero tampoco ha de favorecer a alguien en particular, para eludir la sanción cuando ya está acreditado que la ha merecido. La ley no estará para elegir un condenado, pero tampoco para absolver a un delincuente.
Pareciera que existe un doble designio en la determinación del gobierno, al decidir negarse a participar en la formación del quórum para la sanción de la llamada ley de ficha limpia, cuando previamente y, desde la apertura de las sesiones del Congreso, el propio presidente Milei había anunciado que sería apoyado por LLA.
Este sorpresivo salto en el aire, sin duda ha nacido en el núcleo de hierro, por un lado, como herramienta de uso en el plan electoral, que frenéticamente diseñan desde el círculo hermético del poder, que ejercen los dos auténticos amos de todas las decisiones políticas de este régimen: Karina Milei y el asesor superpoderoso Santiago Caputo.
Porque todo lo que suene a renovación y demolición de las prácticas políticas hasta ahora practicadas, no puede ser reivindicado ni adjudicado a la oposición, y menos aún a quienes se pretende desplazar de toda posibilidad electoral, el PRO, aún cuando haya sido quien le abriera el camino a la gobernabilidad. El proyecto, que fue concebido y promovido por ese grupo político, que hasta podría sancionarse como la Ley Macri, o ley Lospennato y que constituye un anhelo ávidamente pretendido por una mayoría de la población, debe ser arrebatado a quienes vienen batallando por él, para adjudicarlo como otro logro del pavoneado corte de la motosierra libertaria. Para eso es necesario que se lo sustituya por un proyecto, supuestamente superador, que ha de presentar ... si, claro, el señor Javier Milei.
Por otra vía se procura responder a una necesidad de un acuerdo solapado con el kirchnerismo, para intercambiar objetivos que ambas partes consideran valiosos para sus respectivos propósitos de predominio. La pretensión de Cristina Kirchner de no ser alcanzada por la inhabilitación con que se la condenó en una causa judicial y, para el gobierno, obtener a cambio el apoyo parlamentario que necesita para colonizar el Poder Judicial, llevando a la Corte Suprema, a jueces que respondan a los intereses de gobierno. Aparte, el propósito de situar como oponente de conveniencia a un kirchnerismo desacreditado y en decadencia. Lo cierto es que ya no podrá proclamarse desde el gobierno la pregonada lucha contra una casta, con la que ahora transa y coincide.
Las palabras, los discursos, los alegatos estentóreos que han atronado en los actos electorales de La Libertad Avanza, convocando a la libertad y a demoler las bases de un sistema político que asoló el país, ya no serán sino sonidos vacíos en los oídos de los ciudadanos que han acompañado un proyecto de cambio estructural para la República, en la medida que no se haga honor a la coherencia de quienes cumplen estrictamente sus promesas, ante un pueblo que sigue esperanzado en el encauzamiento del país, no sólo en el desarrollo y la prosperidad económica, sino en el respeto de la institucionalidad, que es lo mismo que decir el concretar la garantía constitucional de la libertad.
De una libertad auténtica, la libertad que se goza; no la que se promete.
La deserción de LLA de la sesión para la ley de ficha limpia que demanda el pueblo argentino, ha sido interpretada por la mayoría, incluido el electorado mileísta, como una deslealtad escandalosa del gobierno.