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Trump y Silicon Valley: ¿alianza estratégica?

Los grandes líderes del desarrollo tecnológico vuelcan su apoyo al candidato republicano, porque requieren una fuerte desregulación.
Jueves, 20 de junio de 2024 01:54
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A pesar de la condena penal en su contra, los principales actores del mundo de la alta tecnología de Silicon Valley y los círculos financieros de Wall Street protagonizan un vuelco a favor de la candidatura de Donald Trump y un rechazo creciente hacia Joe Biden y la administración demócrata. Este viraje beneficia la financiación de la campaña presidencial del ex mandatario.

El giro responde a dos razones fundamentales. La primera es el consenso sobre la necesidad de facilitar el proceso de fusiones y adquisiciones en Wall Street, hoy fuertemente limitado por una multiplicidad de regulaciones burocráticas. La segunda es la coincidencia sobre la urgencia de una drástica desregulación de la industria de alta tecnología para promover su desarrollo y garantizar la libertad de expresión en las redes de Internet. Este último reclamo reivindica un derecho incorporado en la primera enmienda de la constitución estadounidense, presuntamente violado por las prohibiciones impuestas a Trump y sus partidarios a partir del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y enarbolado como bandera por Elon Musk en X (ex Twitter) apenas después de adquirir la compañía.

Estas dos tendencias tienen una causa estructural: la actual estimación sobre el ciclo del producto en la inteligencia artificial (IA) es de alrededor de dos años. A partir de entonces los equipos quedan obsoletos y necesitan ser reemplazados. Las cuatro mayores empresas de la alta tecnología (Amazon, Microsoft, Meta/ Facebook y Google) invirtieron en equipos más de U$S 200.000 millones anuales en los últimos cuatro años y esa exigencia de nuevas inversiones tiende a crecer. Las regulaciones traban ese proceso de inversión en continuo ascenso.

Stephen Schwzarman, titular de Blackstone, el principal fondo de inversión de Wall Street, tradicional respaldo de los demócratas, decidió respaldar este año a Donald Trump. Para justificarlo, adujo que comparte "la preocupación de la mayor parte de los norteamericanos de que la política económica, la inmigración y la actual política exterior llevan al país en un rumbo equivocado".

Lo mismo sucedió con Bill Ackman, titular del "Pershing Square Capital Management" (el tercer "hedge fund" de Wall Street), que ahora apoya a Trump. Ackman es socio de Elon Musk en X (ex-Twitter) y su respaldo a Trump se hizo público después del inédito fallo del tribunal de Nueva York que condenó al ex presidente por la comisión de 34 delitos.

Esta tendencia de Wall Street obedece a que el ex–mandatario propone iniciar un drástico ciclo de desregulación económica y, ante todo, del proceso de inversión, terminando con el intervencionismo demócrata de la Comisión Federal de Comercio (FTC), que es la agencia estatal "antitrust", así como lanzar un nuevo recorte de impuestos, tal como lo hizo en su primer mandato.

El caso paradigmático es Musk, convertido en el campeón de la completa desregulación de la revolución tecnológica de la inteligencia artificial. Musk apoyó en 2020 a Biden, en 2008 y 2012 a Barack Obama y en 2016 a Hillary Clinton. Pero ahora, a través de X (ex Twitter) y ante sus 185 millones de seguidores, Musk señaló, refiriéndose al tribunal de Nueva York : "cuando más injustos parezcan al público los ataques a Trump, más crecerá su apoyo en las encuestas".

Musk se concentra descarnadamente en las limitaciones cognitivas y físicas derivadas de la elevada edad de Biden y lo hace en términos inequívocos: "Biden obviamente desconoce lo que sucede en su entorno. El presidente es nada más que un trágico frente para una máquina política de extrema izquierda que controla la Casa Blanca".

"Financial Times" destaca que en 2020 había 28 donantes de Biden por cada donante de Trump en Silicon Valley y la relación trepaba 3.9 a 1 en el área de la Bahía de San Francisco, mientras que en 2024 hay 2.6 donantes de Biden por cada apoyo a Trump y en la "Bay Area" (bahía de San Francisco) la proporción ha caído de 3.3 a 1, con una tendencia que se acelera a medida que se acerca noviembre.

Este vuelco en la posición política de las compañías tecnológicas no es un rayo caído en medio de una noche estrellada. Corona un largo proceso en que las administraciones demócratas manifestaron de distinta forma su aversión a la expansión desmesurada de los gigantescos conglomerados y prestaron atención a las prevenciones ocasionadas por su ininterrumpida y avasallante expansión. Las tres últimas expresiones de esa postura tuvieron como blanco nada menos que a Google, Apple y Meta (ex Facebook) y originaron sucesivas presentaciones judiciales que están en curso en los tribunales estadounidenses.

En el caso "Estados Unidos contra Google" el Departamento de Justicia acusó la empresa de abusar su posición dominante en el mercado de búsquedas por Internet. La imputación puntualiza que para lograr esa "posición privilegiada" la compañía abona más de 10.000 millones de dólares por año a varios fabricantes, entre ellos a Apple, para preinstalar su buscador Chrome en sus dispositivos. El fiscal Kenneth Dintzer afirmó que "este caso tiene que ver con el futuro de Internet".

Esta demanda contra Google es el segundo juicio por monopolio en la era de Internet. El primero fue contra Microsoft, la compañía fundada por Bill Gates. En 1998 el gigante informático fue acusado por pactar con fabricantes para que las computadoras llevasen preinstalado el Windows y su navegador Internet Explorer. En aquella oportunidad, la justicia condenó en primera instancia a Microsoft a dividirse en dos empresas, pero un acuerdo posterior con el Departamento de Justicia estableció regulaciones que hicieron innecesaria esa división.

La ilegalidad de los monopolios fue establecida en Estados Unidos en 1890 por la Ley Sherman, concebida para evitar la concentración del mercado en una sola empresa. Fue aplicada por primera vez en 1911 contra la Standard Oil de Nelson Rockefeller, a la que se obligó a dividirse en 34 compañías. Marcelo Scaglione, un reputado especialista en regulaciones, explica que "Los datos son el petróleo del futuro. Lo que se está discutiendo es quién es el dueño de los datos. Porque todo el desarrollo de las grandes tecnológicas se hizo en base al uso de los datos de los demás. Más ahora con el avance de la inteligencia artificial".

En esa misma línea de confrontación se inscribe la demanda iniciada por el Departamento de Justicia y quince estados contra Apple, la compañía fundada por Steve Jobs, a la que acusan de monopolizar el mercado de los teléfonos inteligentes. La demanda, a la que adhirieron días pasados otros cuatro estados sostiene que Apple "socava aplicaciones, productos y servicios que de otro modo harían que los usuarios dependieran menos del IPhone".

Paralelamente la FTC avanzó en una acusación contra Meta (ex Facebook) por considerar que la compañía de Mark Zuckerberg trató de suprimir la competencia mediante la adquisición de rivales potenciales, como la plataforma de mensajería Whats App y la aplicación para compartir imágenes Instagram.

Pero la gota de agua que rebasó el vaso ocurrió en mayo pasado, cuando Meta fue demandada por el Departamento de Justicia por utilizar ciertas funciones en Instagram y en Facebook para "captar adolescentes y niños a sus plataformas consideradas "adictivas" o "dañinas". La acusación, sostiene que "Meta se ha aprovechado de tecnologías poderosas y sin precedentes para atraer, involucrar y atrapar a jóvenes y adolescentes con motivo de su propio beneficio".

La reacción corporativa determinó el masivo apoyo a Trump y sus promesas desreguladoras. De este modo la elección presidencial estadounidense adquiere una nueva dimensión. Está en juego el porvenir de la industria de alta tecnología en el momento de auge de la inteligencia artificial, erigida en el eje de la Cuarta Revolución Industrial que lidera Estados Unidos seguido, cada más de cerca, por China.

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