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Corea del Norte tiene una cierta tradición de actuar de manera más provocativa durante los procesos electivos estadounidenses. Investigaciones del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales han encontrado que Corea del Norte realiza más de cuatro veces más pruebas de armas en los años electorales de Estados Unidos que en otros años. Así, mientras Estados Unidos avanza hacia su próximo proceso eleccionario en noviembre de este año, aumentan las probabilidades de encontrarnos con nuevas provocaciones del hermético régimen de Pyongyang.
La situación en la península coreana es tensa per-se. El 10 de enero, Kim Jong Un, líder supremo de Corea del Norte y presidente del Partido de los Trabajadores Coreanos (WPC), declaró a Corea del Sur como "Estado enemigo"; cerrando la posibilidad de una reunificación y abriendo la puerta a hostilidades posteriores. Más preocupante todavía: después de décadas de trabajar junto a Estados Unidos para controlar a Kim y de intentar contener su programa nuclear, China y Rusia le dan ahora una mayor libertad al líder de norcoreano y le permiten actuar con una nueva impunidad.
Podría haber un escenario en el que Pyongyang sólo lleve a cabo provocaciones no letales, como ciberataques a instituciones gubernamentales de defensa, telecomunicaciones o financieras. O podría probar el Hwasong-18, su primer misil balístico intercontinental (ICBM) de combustible sólido. Podría hacer ejercicios nucleares con armas nucleares tácticas: pequeñas armas nucleares diseñadas para el campo de batalla. En el extremo, podría lanzar un ataque militar real, aunque limitado, contra Corea del Sur; algo similar a lo que hizo cuando hundió un buque naval surcoreano y bombardeó la isla de Yeonpyeong, en 2010. Un ataque así podría escalar y salir rápido de control.
El actual presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, es un halcón que ha prometido responder con fuerza cualquier ataque norcoreano y, en respuesta a un ataque, podría decidir violar el espacio aéreo norcoreano con drones; o buscar destruir las posiciones de artillería de Corea del Norte dispuestas todo a lo largo de la frontera.
Así, la península coreana podría verse atrapada de manera súbita e irreversible en un conflicto que nadie quiere imaginar; mucho menos Estados Unidos. Es que, por los tratados vigentes, Estados Unidos está obligado a defender a Corea del Sur, lo que la arrastraría a otra guerra con un estado renegado, armado con armas nucleares, en la otra punta del planeta.
Un triángulo peligroso
En los últimos años, Corea del Norte ha probado armas capaces de portar ojivas nucleares, incluidos poderosos misiles balísticos intercontinentales de combustible sólido, tanto como armas nucleares submarinas. También está desarrollando misiles hipersónicos y un sistema de lanzamiento múltiple de misiles que, según Kim, podría "hacer colapsar la capital de Corea del Sur y destruir a sus fuerzas militares". Además, Corea del Norte lanzó con éxito un satélite de reconocimiento militar en noviembre y planea poner en órbita varios más este año. Estos lanzamientos le darán algo que ha deseado durante mucho tiempo: inteligencia en tiempo real sobre las actividades enemigas.
Asimismo, Corea del Norte, como Irán, está ampliando de manera dramática su capacidad de enriquecimiento de uranio. Kim ha prometido, varias veces, "aumentar exponencialmente la producción de armas nucleares para poder realizar todo tipo de ataque nuclear".
A medida que Corea del Norte ha intensificado sus esfuerzos armamentísticos, también ha escalado su retórica contra Corea del Sur. Kim ha abandonado el objetivo de décadas de Pyongyang de la reunificación, declarando en su lugar que Corea del Sur es su principal adversario. En esta nueva visión los dos países ya no comparten ningún parentesco y para demostrar que habla en serio, la Agencia Central de Noticias de Corea, entidad dirigida por el régimen, eliminó miles de artículos que hablaban sobre la posibilidad de unificación. El régimen solía referirse a su país como la "mitad norte" de la península coreana. Esa frase, junto con muchas otras, ha sido ahora removida.
Y si bien Corea del Norte "publicita" estar preparándose para un "enfrentamiento militar" con Corea del Sur; no hay ningún indicio de que Kim se esté preparando para la guerra. El régimen no está movilizando tropas ni equipamiento, no hay aumento de actividad en sus bases militares y los funcionarios surcoreanos no han detectado un aumento significativo de actividades cerca de la frontera. Pero la retórica de Kim sigue escalando. Y, si decide atacar, será más difícil detenerlo ahora que China y Rusia están más cercanas a Pyongyang que a los gobiernos occidentales.
La asociación norcoreana - rusa resulta, en última instancia, de conveniencia. La invasión rusa a Ucrania ha llevado a una convergencia de intereses y necesidades políticas por las que Corea del Norte envía armas a Rusia y, a cambio, Corea del Norte recibe asistencia económica y tecnológica de Rusia. Por ejemplo, todo parece indicar que Moscú habría ayudado a Pyongyang en el desarrollo del programa de satélites militares antes mencionado.
Para Kim, este es el premio mayor: la transferencia de tecnología rusa de vanguardia en tecnología militar.
Las relaciones de Pyongyang con Beijing pueden parecer débiles en comparación con la conexión rusa. Pero China sigue siendo el aliado más valioso de Corea del Norte y ambos Estados están cada vez más unidos por su enemistad hacia Estados Unidos. A su vez, China está cooperando mucho más con Rusia, lo que sugiere que Beijing, Moscú y Pyongyang están creando un peligroso, -aunque al menos por ahora, informal -, pacto tripartito.
Como advirtió Bruce Bennett, investigador de defensa de la corporación RAND, estos tres países podrían "estar convirtiendo a Ucrania en un laboratorio ruso- chino -norcoreano en el que probar y mejorar armamento y tácticas en un escenario de guerra real". El resultado podría resultar en una mejora sustancial de las capacidades militares de todos ellos. Esta alianza, a su vez, podría aumentar la disposición de Corea del Norte a correr riesgos, aumentando el riesgo de un ataque hacia su vecino del sur.
El panorama global es de una complejidad creciente y en extremo preocupante. Con guerras en Ucrania y en Gaza y con tensiones crecientes con China e Irán; Estados Unidos no se ha enfocado en la península. Pero Corea del Norte es uno de los únicos tres países -junto con China y Rusia-, que podría lanzar un ataque nuclear contra el territorio continental de Estados Unidos y amenazar, al mismo tiempo, a dos aliados estadounidenses importantes: Japón y Corea del Sur.
Opciones limitadas
Estados Unidos tiene pocas opciones. Por un lado podría intentar atraer a Pyongyang de vuelta a la mesa de negociaciones ofreciendo relajar las sanciones económicas existentes y, a cambio, exigir desacelerar el programa de enriquecimiento nuclear.
Pero Corea del Norte no ha mostrado ningún interés en negociar con Estados Unidos desde que la cumbre de Trump de 2019 terminó de manera abrupta y sin acuerdo e, incluso, ahora tiene menos incentivos gracias a su nueva relación con China y Rusia. Además, si Kim estuviera interesado en llegar a algún tipo de acuerdo con Estados Unidos, haría más sentido que acelerara su programa nuclear buscando aumentar su capacidad de negociación.
También Kim puede imaginar que, causándole problemas a Biden, podría facilitar el regreso de Donald Trump, de quien dijo "haberse enamorado".
Kim quedó decepcionado por esa cumbre fallida con Trump en Hanoi pero debe estar más decepcionado con Joe Biden, que lo ha ignorado. Para un tiranuelo hambriento de atención, la indiferencia es la peor crueldad.
Por parte de Estados Unidos, no parece ser el momento de levantar las sanciones económicas sino, quizás, hasta sea el momento de redoblarlas.
Si Biden quiere evitar que Corea del Norte actúe, necesita proporcionarle al régimen de Kim incentivos para negociar, aunque eso signifique redoblar las restricciones y asfixiarlo económicamente; con todos los riesgos que eso conlleva.
Al mismo tiempo, debería aumentar sus esfuerzos por proteger a Corea del Sur y ayudar a una mejora sustancial de cooperación y de intercambio tecnológico entre Corea del Sur y Japón; de modo tal que ambos países potencien sus fortalezas tecnológicas; en especial en temas como sistemas de defensa antimisiles, drones y armamento inteligente.
Así, Estados Unidos puede verse obligado a actuar más temprano que tarde; esté o no preparado; quiera o no hacerlo. Y, la verdad, tendrá más cantidad de opciones - limitadas, sin embargo- cuanto más anticipe su curso de acción. De no hacerlo, corre el riesgo de seguir dejando crecer a un líder estrafalario y poco convencional, ávido de poder y de atención, y que se siente cada vez más envalentonado y libre para actuar.
Para peor, Kim parece ser una de esas personas que, ante un precipicio y en lugar de frenar, siempre parece estar dispuesto a redoblar la apuesta y correr más rápido con la esperanza de cruzar el abismo y aterrizar a salvo del otro lado; sin medir consecuencias ni costos. Para nada un panorama ni ideal ni alentador.